Isidro
Sánchez García
Tenerife es una isla alta y extensa situada en el
corazón del archipiélago de Canarias, que en los inviernos se cubre de nieve.
Por eso algunos expertos en geografía la denominan TENER-IFE, es decir monte
alto cubierto de nieve mientras que otros la llaman NIVARIA.
El paisaje invernal, por encima de los dos mil metros
de altitud sobre el nivel del mar, responde al clima, que en algunas épocas ha
sufrido alteraciones significativas como las que rodearon los años de 1650
cuando el rey español Felipe IV autorizó la segregación jurisdiccional de La
Orotava respecto de San Cristóbal de La Laguna, por entonces capital de la isla
tinerfeña. Algunos meteorólogos entienden que este enfriamiento se debió a un
pequeño cambio climático, a modo de glaciación, donde el frío irrumpió de
manera llamativa por culpa de las nieves y de las heladas que incluso llegaron
a justificar la presencia de nieves y hielos en las cumbres canarias. Fue
cuando los neveros hacen acto de presencia en las memorias del agua.
A las cañadas, a la cumbre dorsal y al Teide los
contemplaba todos los días desde la ventana de la habitación cuando vivía en La
Orotava, ya que daba para el poniente. Con frecuencia subía a las Cañadas con
la familia, prácticamente en los veranos de mi etapa juvenil. Nos quedábamos
algunas semanas en la caseta de Obras Públicas, en Los Azulejos, en uno
de cuyos barrancos se estaba alumbrando mediante la galería El Riachuelo
aguas que iban camino del sur. Aún recuerdo que uno de los trabajadores
se llamaba Beltrán, era de Vilaflor y me regaló un regatón para poder caminar
con seguridad por el flamante Parque Nacional del Teide que había sido
declarado en 1954. Cerca estaba terminando el ministerio de Información y
Turismo, en Cañada Blanca, el parador construido al pie de Montaña de Guajara.
En la cara que mira hacia el PN había otra galería, Roque del Peral, que
suministraba agua al flamante Parador por parte del ayuntamiento orotavense de
acuerdo a un acuerdo adoptado entre las administraciones. Esta operación no
quedó exenta, al igual que otras, de conflictos jurídicos con ayuntamientos
limítrofes y comunidades de agua de Granadilla y Vilaflor. Me viene a la
memoria la del Charco de las Cabras donde trabajaron mineros del agua
procedentes del barrio orotavense de Aguamansa.
Cueva del Hielo en el Teide. Isla de Tenerife
Cuando subí al Teide por vez primera fue en el verano
de 1958 y lo hicimos junto a unos compañeros del colegio salesiano de San
Isidro, de La Orotava, después de una acampada en la zona del Sanatorio,
cerca de la choza de Julián Dorta. Entonces tuve la oportunidad de conocer el
medio natural que personajes como Alejandro de Humboldt y Bonpland habían recorrido
cuando su ascensión al Pico del Teide, en junio de 1799, a lo lago de
Montaña Blanca, la estancia de los ingleses hasta alcanzar Altavista y la Cueva
del Hielo, a la que calificó como la “Nevera Natural” del Teide. Los
excursionistas colegiales bajamos a la Cueva del hielo por una rústica
escalera. Luego su visita se me hizo casi obligatoria por razones turísticas y
profesionales, entre 1974 y 1980. Siempre evocábamos a personajes como Piazzi
Smyth (astrónomo) y como Graham Tholer (fotógrafo), ambos británicos
interesados en utilizar Altavista como punto de logística en la segunda mitad
del siglo XIX. Asimismo a personajes locales interesados en la explotación de
aguas subterráneas.
Lo cierto es que los recursos hídricos del Teide están
íntimamente relacionados con la historia de La Orotava, en general, y de
la Cueva del Hielo, en particular. Lo han escrito algunos historiadores y
expertos en hidrogeología. Desde el siglo XVII cuando la expedición del
reverendo Sprat en 1646 encontró en la citada Cueva agua, nieve y hielo, hasta
el XXI fecha en la que el historiador y economista grancanario, Salvador
Miranda, escribió su libro LOS POZOS DE NIEVE DE TENERIFE, y el
amigo y paisano Tomás Méndez el libro ANTECEDENTES DEL TEIDE, LA
OROTAVA Y LAS CAÑADAS. En ambas obras aparece la Cueva del Hielo y la
explotación de la nieve en la isla de Tenerife, y de manera específica en La
Orotava, Arafo y Güimar. También ha sido válida la información aportada sobre
la tradición oral por expertos antropológicos como Manuel Lorenzo Perera
y Cirilo Leal.
Al principio, en los años del siglo XVII, la nieve se
extraía únicamente de la Cueva del Hielo, y los arrieros de La Orotava dejaban
sus mulas atadas en el llano de Altavista conocido como la “Estancia de los
neveros”. Luego, a partir de 1750 aumentó la demanda de la nieve entre las
familias aristocráticas y pudientes del valle de Taoro incluso de La Laguna y
Santa Cruz de Tenerife, para atender las necesidades gastronómicas
especialmente los helados.
Restos de los Pozos de Nieve en Izaña. Isla de Tenerife
A mitad del siglo XIX se conoció en la Villa de la
Orotava la actividad de la nieve como industrial y a partir de 1847
figuran como contribuyentes vecinos como Antonio Carmona, Antonio Pacheco,
Rafael Álamo y Domingo Pacheco. Algunos aparecen como suministradores de hielo
a los hoteles de La Orotava y el Puerto de la Cruz. Me imagino que a la pensión
El Suizo y al hotel Taoro respectivamente. Se hicieron famosos los pozos de
nieve en la franja de Izaña, del lado de La Orotava y también de Arafo y
Güimar. Corrían los años de la segunda mitad del siglo XIX cuando se
emprendieron acciones administrativas y empresariales. Se conformó el catálogo
de los montes de utilidad pública y se planteó a nivel estatal la
desamortización general. Se iniciaron actuaciones turísticas en el Puerto de la
Cruz y energéticas con la central hidroeléctrica de Hacienda Perdida, en La
Orotava.
En los años de 1920 irrumpen en el mercado industrial
de La Orotava y el Puerto de la Cruz algunas fábricas de hielo y de hecho
recordamos posteriormente, en nuestra época, las de don Camilo Padrón, en la
Villa, y don Antonio Castro, en el Puerto de la Cruz. Sin embargo, tanto la
Cueva del Hielo como los Pozos de Nieve en Izaña, conformaron un
referente importante para la geografía del agua en la Villa del Teide, La
Orotava, y para su Memoria, así como para la literatura de viajes de personajes
europeos.
Estamos convencidos que estas actividades históricas de
la recogida de la nieve por los neveros de La Orotava, tanto en la Cueva del
Hielo como en los pozos de Izaña, contribuirán a resaltar el valor excepcional
del municipio como Paisaje Cultural. Tal como sucedió con la inclusión de la
Sierra de la Tramuntana, situada en la isla de Mallorca (Baleares), en la Lista
de Bienes Naturales del Patrimonio Mundial, en razón a sus neveros que
recogieron y comercializaron las nieves de las cumbres para elaborar bebidas y
remedio medicinal contra las calenturas y dolores.
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