Lorenzo de Ara
Cifras que
aplastan el triunfalismo de Moncloa. Cifras que deberían poner a trabajar las
cabezas “pensantes” del Partido Popular. Cifras, al fin y al cabo, que
descubren el rostro de una España, insisto, enferma. ¿Enferma terminal? No. Son
males que tienen otros países. Pero nosotros, empeñados en la crianza del
cainismo, seguimos perdiendo un valioso tiempo que se nos escabulle de entre
los dedos. La polarización política y la economía tercamente improductiva son
el cóctel perfecto para ralentizar o penalizar del todo el intento de afrontar
reformas recurrentes en discursos, charlas, conferencias, análisis, debates
parlamentarios. Pero los hechos están ahí para inmortalizar la tragedia.
Veamos. El
consumo de los hogares en España sigue herido. Al concluir el año las familias
españolas tenían un gasto de un 8 por ciento por debajo del de 2019. Para ser
más directos. Servidor viene hablando de la anomalía española en el seno de la
Unión Europea. Bueno, este dato es una anomalía en toda regla.
Datos de Cotizalia:
“El PIB del año 2021 fue 41.000 millones inferior al del año 2019 (y eso a
pesar de la intensa subida de los precios), pero es que el consumo de los
hogares quedó 43.000 millones por debajo. Este dato demuestra como ningún otro
que el consumo interno está siendo uno de los culpables de esta salida de la
crisis con retraso. El consumo contrasta con el rápido crecimiento del empleo,
que cerró el año 2021 en niveles de ocupación no vistos desde la burbuja
inmobiliaria. ¿Por qué el consumo se está recuperando mucho más lento que el
mercado laboral?”
Entre las
respuestas que se dan para dar explicación a este mal puede ser válida la
presencia de la pandemia y las restricciones de movilidad, pero en el trabajo
de Cotizalia creo que se indica sin margen para el error al causante principal
de que las familias no consuman.
“El problema
parece ser que, sencillamente, la renta de los hogares sigue sin recuperarse.
Esta es la gran anomalía de España respecto al resto de países europeos. Según
los datos de Eurostat publicados esta semana, España es el único país de la
eurozona que todavía no ha recuperado el nivel de renta de los hogares previo a
la pandemia. En concreto, la renta disponible de las familias en el tercer
trimestre de 2021, último dato disponible, seguía un 2,2% por debajo de los
niveles de 2019. Por el contrario, en el conjunto de la eurozona la renta era
ya un 4,2% superior. Los países vecinos de España, cuya estructura económica es
similar, recuperaron la renta de los hogares ya durante el pasado verano. En
Portugal, por ejemplo, los hogares tenían unos ingresos un 0,3% superiores a
los de 2019, en Italia, un 0,6% superiores y en Francia, casi un 4% más. Esta
recuperación más lenta de la renta de los hogares en España explica que el
consumo de los hogares aún esté lejos de los niveles previos a la pandemia.”
Y no hay que
olvidar la inflación, con más de un punto por encima de la media europea.
Lo que sorprende
es que no se produzca un estallido social. No estoy diciendo que lo desee. En
absoluto. Pero sí puede servir esta apatía de la masa ante la gravedad de la
situación como ejemplo de lo que es hoy el triunfo de una política populista e
infantiloide. Ya sea de izquierdas (el caso de España) o de derechas.
La pobreza quedó
retratada en el último informe hecho público por Cáritas. A mi juicio con
escasa repercusión mediática. ¿Acaso Cáritas no tiene el crédito suficiente
para recibir un trato informativo de primer nivel? Vayan y lean ese informe.
Los datos de la
EPA (buenos) ocultan otra realidad estremecedora. La precariedad de los
trabajos y el raquítico sueldo que muchos empleados reciben.
Mucho ojo ante la
quiebra cada vez más aguda que se produce en la sociedad. La clase media está
caminando por el filo de la navaja, o sea, a un paso de formar parte de la
pobreza generalizada, con lo que se terminaría por resquebrajar la viga maestra
de todo país desarrollado.
Pero la sociedad
se muestra adormecida, indiferente, gritona en los bares, donde se recetan las
medicinas para resolver la situación, y con más ahínco vociferando con un
micrófono delante para luego verse en la tele o escucharse en la radio. Pero de
pasar a la acción (repito que no es sinónimo de quema de contenedores, etc),
nada de nada.
La acción es
encontrar una opción política (verdadera odisea) que dé respuesta a la demanda
más vital de millones de españoles y miles de familias que pasan hambre. Pero
no hambre metafísica. Hablo del hambre que hace imposible cesar el llanto del
hijo con ojos que miran el vacío.
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