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viernes, 28 de enero de 2022

SE ACABÓ

Yolanda Trancho

Tal y como dice la canción, parece que llegamos al final de una etapa, la pandemia que nos asedia y oímos que se marchará o convivirá entre nosotros.

Seguiremos con nuestras vidas, no daremos importancia a las pequeñeces, y se nos olvidarán los muertos, las pérdidas de trabajo, las colas del hambre. Ser egoístas y egocéntricos, eso es lo que haremos, vivir para nosotros.

En este tiempo que la tierra nos ha permitido un descanso, hemos seguido ajenos a lo que ocurría, a las necesidades del otro, obviando el dolor de muchos.

La  sociedad deshumanizada, y ante una parada de atención del planeta, que parecía obligado a detenerse, ofrecía la oportunidad de la contemplación, daba igual la hora que fuese, si salía el sol o no, si llovía o nevaba, porque las estaciones del año han seguido apareciendo detrás de una ventana como transcurría un tiempo muerto.

PORQUE YO ME LO PROPUSE Y SUFRÍ

Al encerrarnos en casa, ponernos la mascarilla, y no salir de  la ciudad.

Hemos dado vaivenes de un lugar a otro, sin saber si hoy nos podíamos sentar en una terraza o esperar a una indicación, o si por lo contrario entrábamos en el interior.

Si el centro comercial estaba cerrado o comprábamos en la tienda de barrio, o por desidia y ante tanta incertidumbre, un clic en el ordenador, la compra estaba realizada a través de una nube.

Sí, hablando de ordenadores, de móviles y aparatos de última tecnología contemplamos vidas de personas con miles de seguidores, desayunan en terrazas paradisiacas, salones casi como campos de fútbol y garajes donde aparcan vehículos de precios astronómicos. Ese es nuestro reflejo de una sociedad, a donde queremos llegar, a ser como él, o ella, el que gana mucho dinero por ir detrás de un balón o la que ha triunfado por ir a un programa  de televisión, y ahora se la rifan en una y otra cadena. 

SE QUEDO VACÍA Y SOLA

La humanidad se volvió matemática en datos  y números. Sin importarla quienes murieran ni preocupándose de las familias. Solo fallecidos sin nombres, que no tendrán ningún reconocimiento ni placas en calles de la ciudad, son muertos de una guerra por un virus, que se ha llevado muchas, demasiadas vidas.  Fallecidos en soledad. A nosotros no nos importa, ya ha pasado y aunque siga sucediendo no quiero mirar ni escuchar, la cifra es pequeña, doscientos, trescientos, ¡qué importa! Ya vamos a salir y solo quiero que digan que no necesito mascarilla, poder viajar donde quiera sin más restricciones. Que nos importa, sin son cincuenta o mil, solo queremos vivir, es eso lo que deseamos, criticamos a quién impone leyes, escuchamos a unos y a otros, y sacamos nuestra conclusión.

DESHAUCIADA EN EL OLVIDO

Quedará esta etapa de nuestras vidas que se estudiará en los libros de Historia, nuestros hijos y nietos aprenderán palabras nuevas, las que nosotros hemos normalizado, las que se han utilizado en las conversaciones diarias. Esas palabras que demuestran que estos dos años han existido, y en el recuerdo la fecha de un confinamiento, las horas permitidas para salir a pasear, para comprar o cuando abrieron el cine, el teatro o el bar. Ansiábamos una vida normal, y nos la dieron en pequeña dosis, administrada como esa droga para que no tengas una sobredosis.

Dentro de muchos años, a lo largo  de la historia se podrá saber que sucedió en realidad, de dónde surgió este virus, los muertos reales, y si engañaron o no a la población. Se preguntarán  en años venideros, muchos años más, el motivo de una sumisión de una población solo por un virus, o si esta civilización actuó por el bien de la humanidad. Nunca lo sabremos, ellos serán los que nos examinen, quienes decidirán ese aprobado o suspendido a una sociedad, a un país, y sobre todo a un planeta.

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