Yolanda Trancho- Escritora
Es la triste
estadística que arroja una lacra de nuestra sociedad, una enfermedad que se
esconde, no se detecta o simplemente no se actúa.
Los números no
importan por lo visto, los hombres son los que deciden quitarse la vida con más
asiduidad, las mujeres un tercio menos, y todo por querer huir de un estado
anímico del que les es imposible deshacerse.
La enfermedad
mental no se debe esconder ni estigmatizar.
Por desgracia el
año 2020, no ha sido sólo para recordar por un virus que nos ha afectado a
todos. En el que hemos estado recluidos en casa o nuestra vida rutinaria
cambiara de un día para otro. Por desgracia ha sido un año en el que los
suicidios batieron récord. Las vidas que la Covid19 no podía con ellas, eran
arrastradas por otra enfermedad, una en la que la persona dispone del momento y
la manera de quitarse la vida.
Según un estudio
del Observatorio del Suicidio del Instituto Calos III, durante esta nueva
década nos ha traído dos pandemias, una de la que todos conocemos, con términos
que se han vuelto asiduos; contagiados, fallecidos, confinamientos y demás. De
la otra causa de muerte, los suicidios, no se habla en ningún medio de
comunicación. Muchos alegan que el no hablar de este último tema es con el
objeto de no hacer “efecto llamada”, ¿crees que es así? Entonces por esta
deducción de algunos, si dejamos de comunicar los datos que se ofrecen a diario
de la COVID, igual nadie se infectaría ni moriría. Tampoco se debería hablar de
las maldades humanas a las que estamos acostumbrados al leer un periódico, ver
un telediario o escuchar la radio. Si hubiese un cambio de comunicación
podríamos darnos cuenta que hay personas buenas, que las acciones que realizan
ensalzan al ser humano, y a pesar de ello, no conocemos ni son noticia. Esa es
la falacia a la que nos encontramos. Por lo visto somos vulnerables a imitar lo
que escuchamos, guerra: nos peleamos entre nosotros, muerte; matamos al vecino,
robo; nos quedamos con lo que no es nuestro. Y así sucesivamente. Es el efecto
llamada, o no se quiere hablar de la enfermedad mental por otro motivo, que
estamos fallando a los que tenemos a nuestro alrededor, que estamos más
preocupados en nosotros que en escuchar los gritos silenciados de los que
queremos, de las frases a las que no damos importancia y que tienen un sentido, el de pedir ayuda.
Los menores de 29 años decidieron quitarse la
vida 314, cuando la Covid-19, se llevaba 84.
De la franja de 30 a 39 fueron 411 vidas frente a las 146 que se llevaba
la Covid-19 y entre los 40 y 49 años, un
récord por desgracia, la estadística se disparó en la cantidad de víctimas 754,
número muy superior a los muertos por la pandemia en esa franja, 546.
¿Por qué se quitan la vida?
Es dolor, es el mismísimo infierno, los
demonios habitan en el ser y suplican que te arrebates la vida durante todos
los minutos y horas del día, así uno tras otro, hasta que ganan y vencen a la
persona que, se da por vencida y asume que el mundo estará mejor sin su
presencia. Cuando ese dolor y la
tristeza te invade y es imposible por sí solo salir del hoyo en el que te
encuentras, asumir que hay personas que te aman, que lloraran por tu pérdida, y
arrastraran ese dolor.
No es un acto de
valentía, es de agradecimiento hacia las personas que más quieren, les privan
de su vida, de su compañía, de su existencia para que sean felices, sí, es eso,
la vida del suicida no vale nada, y las personas que le acompañan podrán
avanzar sin él. Ese es el pensamiento.
Por eso se debe
exigir que se hable de la enfermedad mental, que haya más psiquiatras y
psicólogos, ayudas telefónicas, una prevención en la salud mental.
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