Salvador García Llanos
Se lo piden a You Tube: más de ochenta organizaciones de verificación de más de cuarenta países quieren que este sitio web de origen estadounidense dedicado a compartir videos, programas de televisión, videos musicales y videoblogs tome medidas para dejar de ser "uno de los principales canales de desinformación del mundo".
Pues ya lo saben sus seguidores: están consumiendo contenidos y mensajes nocivos, falaces, perniciosos… Así se lo han trasladado a la directora general de la firma, Susan Wojcicki, a la que instan a pedir al menos cuatro medidas para alejarse del submundo (¿o no tan submundo?) de la desinformación. Los verificadores de hechos enumeran en su carta varios ejemplos de videos de YouTube de diferentes países que han causado verdaderos daños en la vida real y que, sin embargo, pasaron desapercibidos por las políticas actuales de la empresa. Para la comunidad de verificación de datos, estas son solo algunas pruebas de que las políticas puestas en marcha por este sitio web para combatir la desinformación son "insuficientes" y "no funcionan". Atentos, porque los verificadores de hechos destacaron en su carta que la situación es aún peor en los países no anglófonos y en el sur global, donde las políticas se aplican aún menos.
¿Cuáles son esas cuatro medidas demandadas por decenas y decenas de organizaciones? Según ha trascendido, las siguientes:
Ejercer una transparencia significativa acerca de cómo viaja la desinformación en la plataforma y divulgar públicamente sus políticas para abordarla.
Centrarse en proporcionar el contexto en lugar de eliminar los videos. Esto puede hacerse estableciendo una colaboración significativa y estructurada con organizaciones de verificación de hechos e invirtiendo en su trabajo.
Actuar contra los infractores reincidentes que producen contenidos constantemente marcados como desinformación e impedir que sus videos sean recomendados o promocionados por los algoritmos de la empresa.
Ampliar estos esfuerzos a las lenguas distintas del inglés y proporcionar datos específicos para los países e idiomas, así como servicios de transcripción eficaces.
Es importante señalar que los verificadores de hechos también rechazan los intentos de YouTube de enmarcar el debate como una falsa elección entre borrar o no borrar videos. El grupo le recuerda a la empresa las pruebas disponibles hoy en día que apoyan la eficacia de presentar información adicional con verificación de hechos, en lugar de hacer desaparecer los videos. Esta solución, dicen los firmantes de la carta, "preserva la libertad de expresión al tiempo que mitiga los riesgos de daño a la vida, la salud, la seguridad y los procesos democráticos". El grupo espera tener una reunión con la directora general para discutir las cuestiones planteadas en la carta y alcanzar algún tipo de solución.
Algunos párrafos de la carta no tienen desperdicio y deben ser tenidos en cuenta tanto por quienes alimentan o difunden este tipo de contenidos como por los consumidores de la desinformación. El mal es palpable y hay que posicionarse. Contra la desinformación, todos los esfuerzos pueden resultar pocos. Por ejemplo:
“No vemos un
esfuerzo real por parte de YouTube a la hora de aplicar políticas que aborden
el problema. Por el contrario, YouTube permite que actores sin escrúpulos
utilicen su plataforma como un arma para manipular y explotar a otras personas,
y para organizarse y recaudar fondos. Las medidas actuales resultan
insuficientes. Por esta razón, le instamos a que tome medidas eficaces contra
la desinformación y la información errónea, a que elabore una hoja de ruta de
intervenciones que mejoren su ecosistema informativo, y a que lo haga de la
mano de las organizaciones independientes y apartidistas de verificación”.
En su
comunicación, señalan que a lo largo del último año “hemos visto cómo los
grupos negacionistas prosperaban y colaboraban más allá de fronteras,
incluyendo un movimiento que comenzó en Alemania, saltó a España y se extendió
por América Latina, todo ello a través de YouTube”. Ponen ejemplos de Brasil,
Filipinas y otros países. El paradigma es Estados Unidos y el infausto asalto
al Capitolio: “El mundo entero también fue testigo de las consecuencias de la
desinformación cuando una turba violenta asaltó el Capitolio de los Estados
Unidos. Desde la víspera de las elecciones presidenciales de EE. UU. hasta el
día después, los vídeos de YouTube que apoyaban la narrativa del
"fraude" habían tenido más de treinta y tres millones de
visualizaciones”. Se dice fácil: treinta y tres millones.
La carta sigue
diciendo que “los ejemplos son demasiados para llevar la cuenta. Muchos de esos
vídeos y canales siguen activos a día de hoy y todos se colaron a través de los
controles de YouTube, especialmente en los países de habla no inglesa y del Sur
global. Nos alegramos de que la compañía haya tomado algunas medidas para
tratar de solucionar este problema, pero a tenor de lo que vemos a diario en la
plataforma, creemos que estas iniciativas no están funcionando, y YouTube
tampoco ha publicado datos de calidad que respalden su eficacia”.
Después de hacer
ver que “hasta el momento, la compañía ha limitado el debate sobre la
desinformación a una falsa dicotomía entre borrar o no borrar contenidos”, los
firmantes aprietan al estimar que YouTube evita la posibilidad de hacer aquello
que realmente funciona: nuestra experiencia como verificadores y la evidencia
académica demuestran que dar contexto con información contrastada es más eficaz
que eliminar contenidos”. En el siguiente párrafo dejan las cosas meridianamente
claras:
“Esta alternativa
también preserva la libertad de expresión al tiempo que reconoce que aportar
esa información adicional puede mitigar los riesgos para la vida, la salud, la
seguridad y los procesos democráticos. Y dado que una gran parte de las
visualizaciones en YouTube proceden de su propio algoritmo de recomendación, la
plataforma también debería asegurarse de no promover activamente la
desinformación ni recomendar a los usuarios contenidos procedentes de canales
poco fiables”.
Veremos si la pretendida reunión surte efectos positivos. Por el bien de los consumidores de información y por el bien de la sociedad en general. Hay que evitar que la desinformación, la información errónea, la plagada de falsedades y la basada en insultos y dicterios se conviertan en moneda corriente que se traga resignadamente.
Queda dicho: son expresiones contra los usuarios y la sociedad en general.
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