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viernes, 21 de junio de 2019

¿QUÉ HAY DE LO MÍO?


Pedro González Delgado

En la oposición y, sobre todo, durante la campaña electoral se puede prometer de todo. Cuando nada tienen que perder y sí mucho que ganar, algunos políticos, sin responsabilidad, pueden prometer, pública o privadamente, absolutamente de todo. Pueden garantizar viviendas, puestos de trabajo, ayudas o sociales o, incluso, hasta dentista gratis. Lo pueden hacer bien de forma directa el propio candidato o también lo puede hacer cualquier otro miembro de su partido, figurante o no de la lista electoral. La cuestión es la promesa a cambio del voto.

Pero, ¿qué se le puede prometer, por ejemplo, al “enchufado”? La cuestión es si se le puede dar algo más a aquél que ya tiene un trabajo sin haber pasado proceso de selección previo y que, gracias a él, ya tiene casa, no necesita ayudas sociales, y se puede pagar el dentista. Pues sí. Siempre se puede ofrecer algo más. 

Muchas son las situaciones que pueden darse en estas circunstancias y de las que podremos dar algunos ejemplos. Si un empleado es jardinero, siempre se le puede ofrecer que pasará a ser encargado de los jardineros. Lo mismo sucede con un albañil, ya que siempre se le podrá prometer que será el encargado de los albañiles. De la misma forma, a una peón de limpieza también se le puede dar el caramelo de decirle que pasará a ser la encargada de limpieza. De esa forma, el que vota a cambio de algo material pensará que cobrará más y trabajará menos. Al final, más jefes que indios.

A la vista de ello, siempre queda una duda. ¿Qué hacer con todos aquellos a los que no se les puede nombrar encargados? Solución fácil, diría el político que únicamente utiliza la calculadora electoral. Se le ofrece que todos los trabajadores de esta empresa que presta servicios para el Ayuntamiento pasen a ser trabajadores municipales, entrando por la puerta de atrás, a través del mecanismo de la cesión ilegal de trabajadores.

El problema llega el lunes después de la toma de posesión y nombramiento de concejal tras las elecciones. El problema surge cuando por la puerta del Ayuntamiento se viene a reclamar lo que se cree suyo. El problema es cuando al que se le ha prometido manifiesta “¿qué hay de lo mío?”. El problema no es que se mienta, como diría el cantautor, el problema es que se cree.

Ahora bien, cumplir estas promesas tiene un riesgo, que es real e importante. Una espada de Damocles cuando en la bancada de la oposición se tiene a un grupo compuesto de personas serias, con experiencia, rigor, y que no van a dejar pasar ninguna tontería. Y no porque se quiera el mal del gobernante que promete lo que no puede, sino porque se ama al municipio. El tiempo da y quita razones, además de poner a todo el mundo en su sitio. Habrá que ver si alguno cumple las promesas o, por el contrario, se da de bruces con la realidad y las dejará incumplidas. Y, mientras tanto, el que vendió su voto por una promesa se quedará, día sí, y día también, preguntando “¿y lo mío pa’ cuándo?”.

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