Evaristo Fuentes
Uno a veces maldice
a todos los demonios con toda clase de improperios, cuando alguien deja el
coche mal aparcado, ya sea en la calle donde impide la entrada a tu garaje, ya
sea dentro de un aparcamiento subterráneo de comunidad de viviendas, cuando lo
deja entre dos rayas impidiendo o dificultando el aparcamiento de tu propio
vehículo.
Debo confesar y
confieso, que conozco a un amigo íntimo (es como si fuera mi freudiano ‘otro yo’) que hace
pocos días se ha permitido el lujo (¿?) de aparcar durante un buen rato dos
veces de esa manera.
Pero este mi
querido amigo, al cometer esa falta de civismo, ha corrido con muy buena
suerte; en ninguno de los dos casos su coche salió perjudicado, nadie llamó a
la grúa ni nadie le rayó con un clavo, y con mucha mala uva, el capó a todo lo
largo, o le deshinchó alevosamente una rueda. Muy al contrario, en el caso del
aparcamiento privado subterráneo, le apareció una nota en el parabrisas, de
esta guisa:
“Aprende a aparcar
entre las líneas”.
Y en el otro caso,
frente al garaje en plena calle, una nota le advertía muy educadamente:
“Su coche molesto, usted también”.
No cabe duda, queridos lectores, de que mi íntimo amigo (mi
otro yo) debe agradecer tanta pulcritud en el trato, tanto civismo y educación
viaria, en estos tiempos que corren.
Que quede constancia. Muchas gracias
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