Salvador García Llanos
La profesora universitaria Olga Alegre emocionó al
arquitecto y pintor egipcio Osman en la presentación de su extraordinaria
exposición “Arquitectura y Tradición”, abierta en el Liceo Taoro, de La
Orotava, en la noche del viernes, con las tres salas abarrotadas, admirando los
veintisiete cuadros de gran tamaño que reflejan la rica creatividad del
artista, plenamente identificado con los valores que descubrió en la Villa,
hasta convertirse en en un auténtico embajador.
Alegre,
en efecto, hizo una minuciosa descripción de lo que Osman ha sabido captar como
muy pocos. Porque no es la monumentalidad ni la solemnidad sino la atmósfera
envolvente de la fiesta villera en donde el movimiento fluido de las personas y
de los animales cobran vida en cada gesto, en cada mirada, en cada reflejo.
Osman vuelve a impactar con su luz especial, plasmada con mimo, con los matices
precisos para exaltar todos los elementos de su composición.
El
título condensa atinadamente la serie del artista egipcio, afincado entre
nosotros hace ya muchos años. El patrimonio orotavense requiere siempre un
tratamiento esmerado. Su paisaje urbano, sus líneas clásicas, sus cúpulas, sus
techumbres y sus rincones encontraron en Osman un destacado exponente. La
riqueza polícroma y el uso exacto de tonalidades son su divisa, apreciable
también en las estampas romeras o en las ferias de ganado y hasta en el guiño
del baño de las cabras en el Puerto de la Cruz que perpetúa la memoria del
inigualable Chucho Dorta. La profesora Alegre hizo ver que el desfile de los
romeros o la inclinación de los alfombristas o el paso de los viandantes para
acercarse a la diversión lúdica y al arte efímero sobresalen en los cuadros de
Osman con una poderosa atracción de sus logrados movimientos.
Y en
una de las salas, el gran mensaje en un tríptico que viene a ser un ángulo no
opuesto sino suplementario de la exposición. Las cabezas de dos asnos
pensantes, de mirada tierna, la ilustración perfecta para cualquier edición de
“Platero y yo”, son el acento sensible de Osman, su cuidado por la expresión
animalista. Flanquean la imagen de un emigrante árabe que lleva otro borrico y
su pesada carga, acaso los últimos o únicos enseres, guiado por los haces
lumínicos de su camino. Es -si se nos permite la licencia- un toque social -que
se agradece- en la producción del artista (que prepara libro) y, más
concretamente, en la colección del Liceo.
Las
fiestas villeras comenzaron así, con lujo artístico.
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