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miércoles, 19 de junio de 2019

EL PRECIO DE LA BONDAD


Antonio-Pedro Tejera Reyes



A raíz de nuestros escritos sobre el tema de la maldad, alguien preocupado por ese tema, nos escribe algunas reflexiones interesantes, si bien poco informado de nuestros largos y profundos escritos donde siempre ha prevalecido el destacar la bonhomía de la pléyade de personajes que han pasado por esas páginas, lo cuales no han sido ni uno ni dos, sino esa gran cantidad de personas que han ilustrado – e ilustran – nuestra vida con sus consejos, comentarios y acciones – sobre todo acciones – las cuales hemos destacado de forma permanente como un justo reconocimiento a cuantos han contribuido a  nuestra formación personal y profesional.

Naturalmente no caben en un simple artículo de opinión esa gran cantidad de amigos generosos que han pasado por nuestra vida, y que siguen pasado, si bien en honor a las realidades vividas es justo que destaquemos a tres personas honorables a quienes les debemos este reconocimiento público imperecedero: D. Juan Amigó de Lara y D. Leoncio Afonso Pérez - ambos en el recuerdo de mi dilatada formación profesional y humanística – y actualmente, muy de cerca, a D. Gustavo Gómez Garantón,  impagable hermano lleno de bondad con sus desvelos, con nosotros, en unas graves enfermedades, sin cuyas atenciones y cuidados difícilmente las hubiésemos superado. Sean estas líneas nuestro humilde tributo y reconocimiento a estos hombres buenos.

Ocurre entonces que, para destacar la bondad de muchas personas, solo tenemos que colocarnos en su misión y actividad ante el mundo que les rodea, analizando sus obras sus actitudes y toda esa trayectoria humana que han desarrollado a su alrededor.


1966. Fotografía en el Cabildo Insular de Tenerife. Visita de la Escuela de Turismo de Tenerife. De izquierda a derecha: D Juan Amigó de Lara (Delegado de Obras Públicas en la Provincia de Santa Cruz de Tenerife) D. Leoncio Afonso Pérez (profesor de la Universidad de La Laguna y Director Técnico de la mencionada Escuela de Turismo), la alumna, Marta Cuartero; al autor de este articulo; el capitán Salvador Borges (alumno de la escuela, y las también alumnas, María del Carmen León y María Isabel Cordobés.

Conocemos casos como para ilustrar una enciclopedia. Uno de ellos, muy cerca de nosotros, de un alcalde y toda su corporación municipal, que tuvieron que enfrentar todo un maligno y escalofriante juicio, por aprobar una obra que facilitaba a sus vecinos más humildes puestos de trabajo y bienestar social – aparte de otras muchas consideraciones – pero que expropiaba a unos terratenientes – bien empleada esta denominación – de unos terrenos que servían para agrandar su patrimonio secular, muchas de las veces con muy malas prácticas comerciales y políticas. Un caso de una bondad extrema donde se ponía en juego toda una honorabilidad personal, pero donde se quedó demostrada - y ahí está el ejemplo – la calidad y el concepto de esa bondad que señalamos en todo un grupo de personas que merecen todo el reconocimiento público posible, incluso con un importante monumento en lugar destacado de su municipio. Es de justicia.


Nada más significativo como signo de la bondad que el propio Papa, con la paloma blanca símbolo permanente de La Paz. Otro caso singular demostrativo de ese poder de la Universidad para La Paz, UPAZ, que tanto solemos comentar, lo encontramos en las clases magistrales que una profesora especialista en la cultura de paz, de la citada entidad, donde en una participación de más de cuarenta horas en dos semanas, con un grupo de graduados en la carrera de turismo, ocurrió antes de la mitad de sus brillantes y documentadas clases, que una alumna tomó la palabra para felicitarla porque al reflexionar y considerar sus argumentos, había resuelto un problema que tenía de toda su vida con el enfrentamiento con su hermano, ya  que eran hijos únicos y continuamente disputaban por su supremacía dentro de su casa, y el cariño de sus padres.



Junto a Gustavo Gómez, nuestro particular querido amigo, en nuestra casa-museo en la ciudad de Maturín, Venezuela, posando para la posteridad. Era el año 2017.

Otro importante ejemplo que naturalmente también nos marcaba a nosotros, como todas esas vivencias que la cultura de paz nos ha despertado, no porque no la conociéramos, sino porque nos ha avivado el deseo de proyectarla en toda su extensión mundial como un signo permanente de lo que pueda hacer la bondad de personas cuyos sentimientos estén enfocados en conseguir elevar la calidad humana, lo cual sin duda alguna, sin ese glorioso sentimiento de la bondad, es imposible sobrevivir en un mundo plagado de la injusticia, la sinrazón… y tantas otras cosas que se  le oponen.

Rotary Internacional dice: “la buena fe como norma en los negocios y las profesiones… el aprecio a toda ocupación útil… la aplicación del ideal de servicio…”  Eso es bondad.

“Gloria Dios en las alturas y paz en la tierra a las personas de buena voluntad”

“Servir es mi ocupación… mi vocación” ¿Se podría concebir esto sin los grandes rasgos de la bondad?

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