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sábado, 22 de junio de 2019

HABLEMOS DE CINE


Evaristo Fuentes

Es una delicia revisar el gran  espectáculo de películas que no han perdido interés a través del tiempo, como es  ‘El puente sobre el rio Kwai’ (1967).  Uno va cumpliendo años y, al paso de medio siglo, analiza con más experiencia de la vida misma, la película de marras. Es el consabido  “yo soy yo y mis circunstancias”, de los <señores> Ortega y Gasset (valga la broma, un tanto disléxica,  soy testigo de que fue cierta en un examen de un condiscípulo mío).

Resulta que un grupo de soldados aliados ingleses son prisioneros de los japoneses, y que Alex Guinness es su jefe, un recio militar inglés, forjado en la más estricta disciplina; pero junto a él, otro de los jefes aliados presos de los japoneses es un norteamericano que interpreta William Holden y que, con sus actitudes y opiniones, es esencialmente un antimilitarista que se ha visto envuelto en los episodios del filme casi sin quererlo. Luego consigue huir, y de paso se lía con una linda oriental de ojos rasgados, que lo enjabona en el baño deliciosamente a la orilla del rio.

Cambiando de tema, personajes y cineastas, hablemos de Clint Eastwood. Este es muy distinto en sus primeros filmes (la lenta y tediosa trilogía westerniana que componen ‘Por un puñado de dólares’, ‘La muerte tenía un precio’ y ‘El bueno, el feo y el malo’) si los comparamos con sus últimas realizaciones de director, tales como 'El Gran Torino' o ‘Los Puentes de Madison’, tan diferentes también entre sí, en su género y argumentación.

Pues bien: pasa lo mismo en la primera etapa de Woddy Allen con ‘Toma el dinero y corre’ o ‘Bananas’ (1974), si las comparamos con sus últimos filmes.

Pero quiero hacer hincapié en una secuencia o escena que se proyecta en ‘Annie hall’ (1977), y se repite idealmente en ‘Match Point’ (2005).  Desde ‘Annie Hall’, Allen emplea maneras de filmar determinadas secuencias, desdoblando al personaje en la pantalla, de modo que la persona física se ve a un lado y su espíritu o pensamiento en forma de personaje ficticio está al otro lado del encuadre o en otro lugar. Lo hizo en ‘Annie hall’ y lo repite treinta años más tarde en ‘Math Point’, cuando la bella Scarlett Johansson, asesinada, se le ‘aparece’ en espíritu al  personaje asesino protagonista que ha acabado con su vida, le recrimina su mala acción y lo llena de culpa, irremediablemente sin marcha atrás.

Espectador

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