Evaristo Fuentes
Es una delicia revisar el gran espectáculo de películas que no han perdido
interés a través del tiempo, como es ‘El
puente sobre el rio Kwai’ (1967). Uno va
cumpliendo años y, al paso de medio siglo, analiza con más experiencia de la
vida misma, la película de marras. Es el consabido “yo soy yo y mis circunstancias”, de los
<señores> Ortega y Gasset (valga la broma, un tanto disléxica, soy testigo de que fue cierta en un examen de
un condiscípulo mío).
Resulta que un grupo de soldados aliados ingleses son
prisioneros de los japoneses, y que Alex Guinness es su jefe, un recio militar
inglés, forjado en la más estricta disciplina; pero junto a él, otro de los
jefes aliados presos de los japoneses es un norteamericano que interpreta William
Holden y que, con sus actitudes y opiniones, es esencialmente un
antimilitarista que se ha visto envuelto en los episodios del filme casi sin
quererlo. Luego consigue huir, y de paso se lía con una linda oriental de ojos
rasgados, que lo enjabona en el baño deliciosamente a la orilla del rio.
Cambiando de tema, personajes y cineastas, hablemos de
Clint Eastwood. Este es muy distinto en sus primeros filmes (la lenta y tediosa
trilogía westerniana que componen ‘Por un puñado de dólares’, ‘La muerte tenía
un precio’ y ‘El bueno, el feo y el malo’) si los comparamos con sus últimas
realizaciones de director, tales como 'El Gran Torino' o ‘Los Puentes de
Madison’, tan diferentes también entre sí, en su género y argumentación.
Pues bien: pasa lo mismo en la primera etapa de Woddy Allen
con ‘Toma el dinero y corre’ o ‘Bananas’ (1974), si las comparamos con sus
últimos filmes.
Pero quiero hacer hincapié en una secuencia o escena que se
proyecta en ‘Annie hall’ (1977), y se repite idealmente en ‘Match Point’
(2005). Desde ‘Annie Hall’, Allen emplea
maneras de filmar determinadas secuencias, desdoblando al personaje en la
pantalla, de modo que la persona física se ve a un lado y su espíritu o
pensamiento en forma de personaje ficticio está al otro lado del encuadre o en
otro lugar. Lo hizo en ‘Annie hall’ y lo repite treinta años más tarde en ‘Math
Point’, cuando la bella Scarlett Johansson, asesinada, se le ‘aparece’ en
espíritu al personaje asesino
protagonista que ha acabado con su vida, le recrimina su mala acción y lo llena
de culpa, irremediablemente sin marcha atrás.
Espectador
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