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sábado, 5 de mayo de 2018

LA VERDAD ENAMORADA


Iván López Casanova 

¿Por qué se llenan los periódicos con noticias diarias de conductas inmorales, de violencia, corrupción y falsedad? Me parece que son los frutos amargos del árbol cuyas raíces se nutren de lo que Václav Havel denominaba «vida en la mentira». Contrariamente, este autor afirmaba de la Checoslovaquia que venció la tiranía política, con su revolución de terciopelo, que se debía  a individuos «que incluso en los momentos más duros lograron vivir en la verdad».

En su célebre ensayo de 1978 “El poder de los sin poder” −faltaban once años para que cayera la dictadura comunista−, Havel describía que la «vida en la mentira» producía una profunda crisis de identidad personal, y que esto conducía a una profunda crisis moral de la sociedad. Y apuntaba algo que parece escrito para el tiempo presente: «El hombre que ha elegido la escala consumista de valores, es un hombre desmoralizado».

Havel sabía que solo era posible vivir en la verdad sumando dignidad, compromiso y sacrificio personal. Así, en el ensayo referido, recoge el testimonio de otro checoslovaco, compañero de prisión: «“Hay cosas por las que vale sufrir”, escribió Jan Patocka poco antes de morir». (Este filósofo había fallecido en 1977 como consecuencia de los brutales interrogatorios policiales a los que fue sometido como portavoz de un movimiento cívico en favor de los derechos humanos).

En definitiva, Havel propugnaba que para resistir a las debilidades de las sociedades de consumo actuales, y para atajar las miserias de las democracias parlamentarias y de sus sistemas de partidos, la clave estaba en la conducta personal individual. En definitiva, sostenía que con una «vida en la verdad» se logra sustentar una vida de resistencia al mal y que cada persona sea capaz de «sacrificar cualquier seguridad material en nombre de su integridad espiritual y moral».  El intelectual checo se daba cuenta de la pobre existencia −falsa− de tantos que han «perdido el sentimiento de responsabilidad que tenían respecto de algo trascendente, y han renunciado a un significado superior ante los atractivos superficiales de la civilización moderna», como resume Belén Becerril el núcleo de su pensamiento.

Lo que necesita la persona para ser digna, y la sociedad para superar su oscura crisis de valores, es enamorarse de la verdad. Y para ello, postulo la comprensión nueva de una de sus dimensiones: la verdad enamorada. Significa que solo quien posee una actitud enamorada, quien mantiene una idea afectuosa del mundo como hogar propio y de la sociedad como preciosa tarea común, será capaz de buscar la verdad y superar el escepticismo. También, que para desvelar −alétheia− el curso de acción verdadero y bueno, hay que afrontar con ternura de enamorado los problemas éticos; se necesita un sensus, una mirada esperanzada, ya que el resentimiento ciega los valores, como aclaró genialmente Scheler.

También la verdad enamorada resulta pieza clave para superar la superficialidad, pues la reflexión sobre el bien requiere hondura. Afirmaba Ortega y Gasset que existen realidades simples que se nos imponen fácilmente, pero que hay otras complejas: «estas realidades superiores son más pudorosas»; y para penetrarlas, «para hacerse patentes nos ponen una condición: que queramos su existencia y nos esforcemos ante ellas». O sea, cualidades de enamorados, de nuevo.

Afirma Octavio Paz que «hay una conexión íntima y causal, necesaria, entre las nociones de alma, persona, derechos humanos y amor». En consecuencia, para percibir la bella luz de la verdad se necesita un corazón enamorado, con ideales, sin el que no existe capacidad crítica.

«Solo con una vida mejor se puede construir un sistema mejor», escribió Vaclav Havel. Propongo rechazar con asco «la vida en la mentira». Y una existencia en la verdad enamorada para continuar «ese incesante dar vueltas a la verdad en que consiste la historia del espíritu humano» en palabras de Javier Gomá. Verdad enamorada para decidir una firme determinación ética personal y para trabajar por la mejora existencial y moral de la sociedad.

Iván López Casanova, Cirujano General.
Escritor: Pensadoras del siglo XX y El sillón de pensar.

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