Lorenzo de Ara
Triste día aquel en el que las salas de cine del
Puerto de la Cruz dijeron adiós. Los cinéfilos quedaron huérfanos. Sin hogar. A
la intemperie. El frío, la noche más oscura. Y la condena a tener que
desplazarse a otro sitio para ver esa película que se estrenaba, o aquella otra
que volvía a proyectarse para alegría de tantos y tantos. Un cine paraíso era
nuestro Puerto de la Cruz. Pero, ojo, también un teatro paraíso. Y voy más
allá, un oasis cultural en 8,9 kilómetros cuadrados.
La cultura siempre ha formado parte de la
idiosincrasia de la sociedad portuense. Mis padres hablaban de cultura en casa.
Cine, teatro, actividades. Sobre todo mi madre, a la que me pegaba para,
supongo, escuchar y acabar enamorándome de libros, historias, obras de teatro,
películas de los 40 y 50.
Todo este preámbulo para hacer llegar mi alegría
ante la reapertura de la Sala Teatro Timanfaya en el Puerto de la Cruz.
Si la cultura portuense nunca ha dejado de
respirar, es ahora, tras más de un año de amarga travesía, cuando por fin
recupera un lugar nacido para acoger entre sus brazos las actividades que la
madre cultura es capaz de entregar al pueblo que desea ser algo más que un
burro de carga.
La Sala Teatro Timanfaya tiene la
responsabilidad de poner a la ciudad en lo más alto. Siempre con humildad, pero
también con el convencimiento de que sus más de doscientas butacas están
llamadas a garantizar la vida cultural. Y de esta realidad, no me cabe duda,
tienen perfecta constancia los responsables de liderar la nave.
El binomio administración pública y empresa
privada es un abrazo que debería perdurar en el tiempo. Un abrazo que selle ya
para siempre la importancia de esta colaboración que salvaguarda el interés
cultural.
La cultura en el Puerto de la Cruz no es de ahora. Si hablamos de cultura no podemos caer en el reduccionismo. La cultura portuense no es de hace dos años, 10 año, 30 años. No arriba la cultura a la ciudad en el 78. El cosmopolitismo del Puerto de la Cruz hizo posible el milagro cultural en una parcela de terreno apenas perceptible en el gran norte de la Isla.
Y hoy, los descendientes de hombres y mujeres
que amaron la cultura y se convirtieron en defensores de ella; nosotros,
jóvenes, adultos, mayores, sociedad viva, no podemos fallarle a la cultural.
A lo largo de los años son muchas las ofertas
culturales que la ciudad entrega a sus vecinos y a los miles de visitantes.
La cultura es, como bien ha señalado el alcalde
en múltiples oportunidades, pero también alcaldes que le precedieron en el
cargo, un pilar esencial sin el cual será del todo inalcanzable llegar a la
excelencia turística.
Que las puertas de la Sala Teatro Timanfaya estén de nuevo abiertas es un motivo de alegría para el Puerto de la Cruz, para el norte, para Tenerife y para Canarias.
Como hombre del teatro, mi primera pasión junto
a la literatura, no puedo sino expresar agradecimiento a hombres y mujeres que
no han dejado de luchar. Trabajar al fin y al cabo. En mi juventud, ya con
responsabilidades laborales, escribí y dirigí teatro. Enseñé teatro. Y nunca he
dejado de escribir y jamás dejaré de soñar con volver a mi primer hogar
cultural.
Escribo, pues, desde un corazón que recuerda
momentos maravillosos en el Puerto de la Cruz: “Jesucristo Superstar”,
Universidad Popular Municipal “Francisco Afonso”, Parque Cultural Viera y
Clavijo, estrenos en Santa Cruz, La Laguna, Tacoronte, La Orotava, Puerto de la
Cruz, tantos lugares. Horas y más horas, años de estudio con los mejores. Luego
la responsabilidad de hacer llegar a pequeños y grandes esa pasión por el arte
escénico.
Una vez el maestro Emilio Gutiérrez Caba me
dijo: “Tu sitio está en Madrid”.
No me arrepiento de haber fracasado.
Mis ojos tienen la satisfacción de ver abierta
otra vez la Sala Teatro Timanfaya.
El Chimisay está en el mismo sitio. Rogando, así
lo creo, que no lo olvidemos.
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