Jerónimo David
Álvarez García
Publicado en
La Prensa- EL DÍA, el sábado 16 de febrero de 2019
Desde siempre el hombre ha necesitado
medir el tiempo; la simple observación del Sol, el movimiento lunar o el paso
de las estaciones. La técnica le permitió recurrir a máquinas ex profeso, el
reloj: ese artilugio dotado de movimiento uniforme que sirve para medir el
tiempo o dividir el día en sus fracciones. Sus diferentes clases son tan
variadas como sus épocas y geografía: de arena, sol, agua, aceite o los relojes
mecánicos, sin olvidar los modernos de diapasón, cuarzo piezoeléctrico,
atómico, molecular, etc. El estudio que ahora se inicia profundizará en los
relojes mecánicos, exteriores y ubicados en torres, concretamente en el reloj
público de Realejo Alto, adquirido hace ahora, 150 años.
El profesor Manuel de Paz reflexiona en
su obra, “sobre la necesidad de medir
con precisión el tiempo en Canarias (que) surge con la propia Colonización, de
ahí que la catedral del obispado canariense, con sede en Las Palmas de Gran
Canaria, tuviera su reloj desde principios del siglo XVI, ya que, como afirma
Santiago Cazorla, lo necesitaban los prebendados para el rezo de sus horas y
los labradores para las dulas de sus aguas”. Alfredo Herrera Piqué advierte
como en 1785, durante su estancia en Santa Cruz, “La Pérouse se ocupó de
instalar un observatorio en tierra. Emplazaron los instrumentos el 22 de agosto
y determinaron la marcha de los relojes astronómicos, comprobando, asimismo,
los relojes marinos de las dos fragatas”.
Ejemplos estos que nos informan de su desarrollo en las Islas.
Por otra parte, debemos señalar un
elemento arquitectónico que complementa lo expuesto anteriormente: la
torre. Estas edificaciones se pierden en
el tiempo y desde un principio tuvieron funciones defensivas o de seguridad
(faro para navegantes), si bien su uso se diversificó en prisiones, atalayas o
miradores. Posteriormente en
campanarios o torres municipales que
sirvieron para instalar los relojes públicos. Por último, las torres
conmemorativas, modernas torres de viviendas o de ingeniería. Para nuestro
estudio nos ceñiremos a las torres campanario y concretamente a las que poseen
un reloj mecánico. Un tercer componente esencial de estos estudios lo conforman
“aunque relegadas a un segundo plano, las campanas en sus diversas formas y
tipologías forman parte del patrimonio histórico y artístico de cualquier
templo o santuario. Incluso, como nos recuerda el especialista Josemi Lorenzo
Arribas, un elemento tan característico de éstos, como es la torre o la
espadaña, surgió con la única misión de sostenerlas.”
Para el pretérito municipio de Realejo
Alto, los estudios dedicados a torres y relojes nos remiten al Boletín
Informativo Municipal de Los Realejos, primera referencia de la fuente que
ahora se estudia. Mientras, en Realejo
Bajo anotamos las publicaciones del autor del presente trabajo y Manuel J.
Hernández González. Por último, debemos
citar el simposio del CICOP celebrado en Los Realejos en 2015.
Parece oportuno introducir al lector en
la noción de Realejo “que nos retrotrae a la Conquista. La presencia de
naturales de Gáldar se asociará con la advocación a Santiago en la parroquia,
siendo ésta uno de los primeros lugares de culto cristiano. El pago a las
ayudas materiales y personales para el asedio sería el reparto de tierras y
aguas; estos propietarios se caracterizaron por su absentismo. El sistema
económico que define esa distribución quedó definido en Las Haciendas, dignas
representantes del paisaje urbano y la geografía físico-económica de los
futuros Realejos. La concentración en pocas manos de los medios de producción y
sus frutos, como cereales, vid o caña, serán una constante hasta finales del
siglo XVIII. Es entonces cuando toma el relevo político y económico la
incipiente burguesía agraria local, pues la independencia jurídica de ambos
Realejos frente a La Orotava, en favor de La Laguna, databa de 1651. La presión
sobre las dehesas y la usurpación de los montes o los conflictos por el agua
(el célebre pleito del agua del convento agustino) definen este marco. La
emigración, especialmente masculina, producirá desviaciones en los censos y
contribuiría a la consolidación de la burguesía citada, pues sus remesas
sirvieron para la adquisición de bienes muebles, inmuebles y medios de
producción. El anhelo identitario favorecería la erección de conventos, ermitas
y capillas. La noción de fiesta en torno a santos protectores como San Benito o
San Isidro y la devoción a la Santa Cruz y Nuestra Señora de los Remedios han
acompañado desde muy temprano al municipio definiendo su idiosincrasia. El
desarrollo intelectual ligado a instituciones de enseñanza y espacios de la
cultura también conformarían su panorama social.” También conviene advertir sobre las
circunstancias administrativas de la Diócesis Nivariense de ese momento: “la
bula de erección del obispado de La Laguna fue firmada por el Papa Pío VII el 1
de febrero de 1819, pero su crecimiento estuvo rodeado de contratiempos desde
el principio. El papa no pudo nombrar al primer obispo hasta pasados seis años,
por el desacuerdo entre el gobierno
liberal y la Santa Sede. Don Luis Folgueras, primer obispo Nivariense, tuvo que
sufrir el cierre del recién creado Seminario, las leyes desamortizadoras y la
exclaustración de los religiosos. En 1851 el nuevo Concordato entre la Santa
Sede y el gobierno español suspendió la nueva Diócesis, pasando a ser gobernada
por los obispos de la Diócesis de Canarias como Administradores Apostólicos. En
1877 se restableció la Diócesis y don Ildefonso Infante fue nombrado segundo
Obispo, después de treinta años”.
La fuente conservada sobre la gestión
para la adquisición del reloj municipal nos expone un detallado relato de los
hechos. Durante el año 1869 surge en
Realejo de Arriba un contencioso protagonizado por el alcalde, un sacerdote adscrito años atrás a la
parroquia de Santiago, ahora párroco en el sur de Tenerife y los vecinos, que
instan al edil a tomar medidas ante la iniciativa de
restaurar el
Calvario.
Primeramente, el mandatario realejero
envía una misiva con fecha de 17 de febrero al gobierno eclesiástico que queda
redactada en estos términos: “varios vecinos de este pueblo han acudido a mi
autoridad pidiéndome acuda a Ud., para que mande rendir las cuentas al Venerable
Cura de Guía, (en realidad había cesado y sólo era administrador, como se verá
en el siguiente punto) D. Domingo Mora y León,
del donativo voluntario que hicieron estos vecinos y que él recaudó,
para la construcción del calvario de este pueblo. Disponiendo que las
cantidades que custodia las entregue inmediatamente al párroco de esta
localidad D. Domingo Chávez y Pérez,
pues se trata llevar a efecto la obra cuanto antes. Espero que Ud”
prosigue el alcalde, “con el velo que le distingue en el cumplimiento de su
destino, dictará brevemente las órdenes conducentes según dejo solicitado”. El
gobernador eclesiástico no responde al alcalde, por lo que en marzo éste remite
una segunda carta, en la que reafirma lo expuesto en la precedente, es decir,
la importancia de la resolución del problema para el interés local, el temor al
fallecimiento del sacerdote y que a falta de documentación, no se recuperase el
dinero.
A partir de este momento se sucede una
relación de notas entre los diversos protagonistas, que nos trasladan al 9 de
marzo, cuando se responde al alcalde desde el Gobierno Eclesiástico del
Obispado de Tenerife en Administración Apostólica. Así, se advierte como ha
sido comunicada al sacerdote la primera petición, a la que éste arguye que sus
pertenencias están depositadas en su domicilio de Icod y con motivo de la
Semana Santa, "pasado el transcurso de estos días tan ocupados en tan
basta [en el original se escribe con b] feligresía, procuraré dar el exacto
cumplimiento a la orden de V.I comunicada por su Secretaría de
Gobierno." El administrador
eclesiástico se excusa por no responder al oficio remitido por el primer edil,
pues esperaba la contestación del párroco aludido. En abril, el alcalde escribe
nuevamente a la autoridad religiosa provincial, solicitando la rendición de
cuentas y la entrega del metálico por el sacerdote, ya que los vecinos
aguardaban el trámite para acometer la obra del Calvario; una vez pasado el
motivo del retraso, es decir la celebración de la Semana Santa, se deberían acelerar los trámites por "el interés material de esta
población", reprochó el mandatario
realejero.
En la fuente, el lector ha podido
observar cómo la comunicación entre las instituciones y protagonistas, no se
desarrolla con la celeridad deseada, pues en mayo el alcalde redacta de nuevo
un escrito recriminando a su interlocutor como: "ni Ud. se ha dignado
manifestarme cual sea el estado de este negocio, ni dicho ve[nerable] párroco
ha rendido las cuentas de que llevo hecho merito, sin saber que contestar a
este vecindario, que repetidamente me pregunta por el interés grande que tiene
tanto en llevar a efecto unas mejoras en el pueblo", por lo que solicita
más premura en las gestiones. Tras recibir la misiva, la autoridad diocesana
notifica al alcalde, que a renglón seguido, se ha cursado la orden al párroco
requerido para que “sin alzar mano rinda la cuenta”.
La prolífica relación de correspondencia
prosigue en julio, cuando el primer edil escribe de nuevo al gobernador
eclesiástico. A esta alturas, las condiciones del asunto han variado, ya que
según advierte el alcalde en su despacho: "se recaudo en la isla de
Cuba una suscripción voluntaria por
varios hijos de este pueblo allí residentes, para contribuir a la composición
del calvario de esta localidad, habiéndose recaudado 240 escudos que se hallan
en poder del Ve. Párroco D. Domingo Chávez y Pérez. Causas ajenas a la voluntad
de este vecindario impidieron hacer la obra del Calvario y hoy no se hace tan
necesaria, habiéndose ya ofrecido varios vecinos a reedificarlo a sus expensas.
En esta virtud, algunas personas me han significado lo conveniente que sería
con los 240 escudos arriba expresados y algunos arbitrios más, comprar un reloj
que colocar en la torre de la iglesia que a más de la notoria utilidad que al
pueblo reportaría, ganaría el aspecto público y la misma iglesia, que no tiene
reloj por donde regirse. Es tan grande la necesidad de que V.I. conceda la
competente licencia para la compra del reloj con el dinero citado, que no solo
lo desean todos estos vecinos, sino hasta el mismo párroco, de acuerdo con el
que dirijo a V.I. esta petición".
Hasta aquí la presentación del
expediente para la adquisición del reloj público de Realejo Alto. Como vemos,
la fuente detalla profusamente la solicitud del metálico para la reedificacion
del Calvario. Ahora bien, concluida la obra del recinto sacro con otros medios
y resuelto el problema, se plantea un nuevo contencioso en el que planea aún el
cobro de las primitivas cantidades: la compra de un reloj público. La próxima y
última entrega desglosará el resto de la fuente confirmando la adquisición de
éste, además de aportar nuevas reflexiones sobre el tema.
FOTOGRAFÍAS
1. Iglesia y torre con su reloj público de
Realejo Alto. FRANCISCO HERNÁNDEZ FUENTES.
2. Factura de la compra del reloj público.
ABILIO MARTÍN.
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