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viernes, 22 de febrero de 2019

EL RELOJ PÚBLICO DE REALEJO ALTO (1869-2019) ( I )


Jerónimo David Álvarez García

Publicado en La Prensa- EL DÍA, el sábado 16 de febrero de 2019

        Desde siempre el hombre ha necesitado medir el tiempo; la simple observación del Sol, el movimiento lunar o el paso de las estaciones. La técnica le permitió recurrir a máquinas ex profeso, el reloj: ese artilugio dotado de movimiento uniforme que sirve para medir el tiempo o dividir el día en sus fracciones. Sus diferentes clases son tan variadas como sus épocas y geografía: de arena, sol, agua, aceite o los relojes mecánicos, sin olvidar los modernos de diapasón, cuarzo piezoeléctrico, atómico, molecular, etc. El estudio que ahora se inicia profundizará en los relojes mecánicos, exteriores y ubicados en torres, concretamente en el reloj público de Realejo Alto, adquirido hace ahora, 150 años.

        El profesor Manuel de Paz reflexiona en su obra,  “sobre la necesidad de medir con precisión el tiempo en Canarias (que) surge con la propia Colonización, de ahí que la catedral del obispado canariense, con sede en Las Palmas de Gran Canaria, tuviera su reloj desde principios del siglo XVI, ya que, como afirma Santiago Cazorla, lo necesitaban los prebendados para el rezo de sus horas y los labradores para las dulas de sus aguas”. Alfredo Herrera Piqué advierte como en 1785, durante su estancia en Santa Cruz, “La Pérouse se ocupó de instalar un observatorio en tierra. Emplazaron los instrumentos el 22 de agosto y determinaron la marcha de los relojes astronómicos, comprobando, asimismo, los relojes marinos de las dos fragatas”.  Ejemplos estos que nos informan de su desarrollo en las Islas.

        Por otra parte, debemos señalar un elemento arquitectónico que complementa lo expuesto anteriormente: la torre.  Estas edificaciones se pierden en el tiempo y desde un principio tuvieron funciones defensivas o de seguridad (faro para navegantes), si bien su uso se diversificó en prisiones, atalayas o miradores.  Posteriormente en campanarios  o torres municipales que sirvieron para instalar los relojes públicos. Por último, las torres conmemorativas, modernas torres de viviendas o de ingeniería. Para nuestro estudio nos ceñiremos a las torres campanario y concretamente a las que poseen un reloj mecánico. Un tercer componente esencial de estos estudios lo conforman “aunque relegadas a un segundo plano, las campanas en sus diversas formas y tipologías forman parte del patrimonio histórico y artístico de cualquier templo o santuario. Incluso, como nos recuerda el especialista Josemi Lorenzo Arribas, un elemento tan característico de éstos, como es la torre o la espadaña, surgió con la única misión de sostenerlas.”

        Para el pretérito municipio de Realejo Alto, los estudios dedicados a torres y relojes nos remiten al Boletín Informativo Municipal de Los Realejos, primera referencia de la fuente que ahora se estudia.  Mientras, en Realejo Bajo anotamos las publicaciones del autor del presente trabajo y Manuel J. Hernández González.  Por último, debemos citar el simposio del CICOP celebrado en Los Realejos en 2015.


        Parece oportuno introducir al lector en la noción de Realejo “que nos retrotrae a la Conquista. La presencia de naturales de Gáldar se asociará con la advocación a Santiago en la parroquia, siendo ésta uno de los primeros lugares de culto cristiano. El pago a las ayudas materiales y personales para el asedio sería el reparto de tierras y aguas; estos propietarios se caracterizaron por su absentismo. El sistema económico que define esa distribución quedó definido en Las Haciendas, dignas representantes del paisaje urbano y la geografía físico-económica de los futuros Realejos. La concentración en pocas manos de los medios de producción y sus frutos, como cereales, vid o caña, serán una constante hasta finales del siglo XVIII. Es entonces cuando toma el relevo político y económico la incipiente burguesía agraria local, pues la independencia jurídica de ambos Realejos frente a La Orotava, en favor de La Laguna, databa de 1651. La presión sobre las dehesas y la usurpación de los montes o los conflictos por el agua (el célebre pleito del agua del convento agustino) definen este marco. La emigración, especialmente masculina, producirá desviaciones en los censos y contribuiría a la consolidación de la burguesía citada, pues sus remesas sirvieron para la adquisición de bienes muebles, inmuebles y medios de producción. El anhelo identitario favorecería la erección de conventos, ermitas y capillas. La noción de fiesta en torno a santos protectores como San Benito o San Isidro y la devoción a la Santa Cruz y Nuestra Señora de los Remedios han acompañado desde muy temprano al municipio definiendo su idiosincrasia. El desarrollo intelectual ligado a instituciones de enseñanza y espacios de la cultura también conformarían su panorama social.”   También conviene advertir sobre las circunstancias administrativas de la Diócesis Nivariense de ese momento: “la bula de erección del obispado de La Laguna fue firmada por el Papa Pío VII el 1 de febrero de 1819, pero su crecimiento estuvo rodeado de contratiempos desde el principio. El papa no pudo nombrar al primer obispo hasta pasados seis años, por el desacuerdo  entre el gobierno liberal y la Santa Sede. Don Luis Folgueras, primer obispo Nivariense, tuvo que sufrir el cierre del recién creado Seminario, las leyes desamortizadoras y la exclaustración de los religiosos. En 1851 el nuevo Concordato entre la Santa Sede y el gobierno español suspendió la nueva Diócesis, pasando a ser gobernada por los obispos de la Diócesis de Canarias como Administradores Apostólicos. En 1877 se restableció la Diócesis y don Ildefonso Infante fue nombrado segundo Obispo, después de treinta años”. 

        La fuente conservada sobre la gestión para la adquisición del reloj municipal nos expone un detallado relato de los hechos.  Durante el año 1869 surge en Realejo de Arriba un contencioso protagonizado por el alcalde,  un sacerdote adscrito años atrás a la parroquia de Santiago, ahora párroco en el sur de Tenerife y los vecinos, que instan al edil a tomar medidas ante la iniciativa de
restaurar el Calvario. 

        Primeramente, el mandatario realejero envía una misiva con fecha de 17 de febrero al gobierno eclesiástico que queda redactada en estos términos: “varios vecinos de este pueblo han acudido a mi autoridad pidiéndome acuda a Ud., para que mande rendir las cuentas al Venerable Cura de Guía, (en realidad había cesado y sólo era administrador, como se verá en el siguiente punto) D. Domingo Mora y León,  del donativo voluntario que hicieron estos vecinos y que él recaudó, para la construcción del calvario de este pueblo. Disponiendo que las cantidades que custodia las entregue inmediatamente al párroco de esta localidad D. Domingo Chávez y Pérez,  pues se trata llevar a efecto la obra cuanto antes. Espero que Ud” prosigue el alcalde, “con el velo que le distingue en el cumplimiento de su destino, dictará brevemente las órdenes conducentes según dejo solicitado”. El gobernador eclesiástico no responde al alcalde, por lo que en marzo éste remite una segunda carta, en la que reafirma lo expuesto en la precedente, es decir, la importancia de la resolución del problema para el interés local, el temor al fallecimiento del sacerdote y que a falta de documentación, no se recuperase el dinero.

        A partir de este momento se sucede una relación de notas entre los diversos protagonistas, que nos trasladan al 9 de marzo, cuando se responde al alcalde desde el Gobierno Eclesiástico del Obispado de Tenerife en Administración Apostólica. Así, se advierte como ha sido comunicada al sacerdote la primera petición, a la que éste arguye que sus pertenencias están depositadas en su domicilio de Icod y con motivo de la Semana Santa, "pasado el transcurso de estos días tan ocupados en tan basta [en el original se escribe con b] feligresía, procuraré dar el exacto cumplimiento a la orden de V.I comunicada por su Secretaría de Gobierno."  El administrador eclesiástico se excusa por no responder al oficio remitido por el primer edil, pues esperaba la contestación del párroco aludido. En abril, el alcalde escribe nuevamente a la autoridad religiosa provincial, solicitando la rendición de cuentas y la entrega del metálico por el sacerdote, ya que los vecinos aguardaban el trámite para acometer la obra del Calvario; una vez pasado el motivo del retraso, es decir la celebración de la Semana Santa, se  deberían acelerar los trámites  por "el interés material de esta población",  reprochó el mandatario realejero.

        En la fuente, el lector ha podido observar cómo la comunicación entre las instituciones y protagonistas, no se desarrolla con la celeridad deseada, pues en mayo el alcalde redacta de nuevo un escrito recriminando a su interlocutor como: "ni Ud. se ha dignado manifestarme cual sea el estado de este negocio, ni dicho ve[nerable] párroco ha rendido las cuentas de que llevo hecho merito, sin saber que contestar a este vecindario, que repetidamente me pregunta por el interés grande que tiene tanto en llevar a efecto unas mejoras en el pueblo", por lo que solicita más premura en las gestiones. Tras recibir la misiva, la autoridad diocesana notifica al alcalde, que a renglón seguido, se ha cursado la orden al párroco requerido para que “sin alzar mano rinda la cuenta”.

        La prolífica relación de correspondencia prosigue en julio, cuando el primer edil escribe de nuevo al gobernador eclesiástico. A esta alturas, las condiciones del asunto han variado, ya que según advierte el alcalde en su despacho: "se recaudo en la isla de Cuba  una suscripción voluntaria por varios hijos de este pueblo allí residentes, para contribuir a la composición del calvario de esta localidad, habiéndose recaudado 240 escudos que se hallan en poder del Ve. Párroco D. Domingo Chávez y Pérez. Causas ajenas a la voluntad de este vecindario impidieron hacer la obra del Calvario y hoy no se hace tan necesaria, habiéndose ya ofrecido varios vecinos a reedificarlo a sus expensas. En esta virtud, algunas personas me han significado lo conveniente que sería con los 240 escudos arriba expresados y algunos arbitrios más, comprar un reloj que colocar en la torre de la iglesia que a más de la notoria utilidad que al pueblo reportaría, ganaría el aspecto público y la misma iglesia, que no tiene reloj por donde regirse. Es tan grande la necesidad de que V.I. conceda la competente licencia para la compra del reloj con el dinero citado, que no solo lo desean todos estos vecinos, sino hasta el mismo párroco, de acuerdo con el que dirijo a V.I. esta petición".

        Hasta aquí la presentación del expediente para la adquisición del reloj público de Realejo Alto. Como vemos, la fuente detalla profusamente la solicitud del metálico para la reedificacion del Calvario. Ahora bien, concluida la obra del recinto sacro con otros medios y resuelto el problema, se plantea un nuevo contencioso en el que planea aún el cobro de las primitivas cantidades: la compra de un reloj público. La próxima y última entrega desglosará el resto de la fuente confirmando la adquisición de éste, además de aportar nuevas reflexiones sobre el tema.

                FOTOGRAFÍAS

1.     Iglesia y torre con su reloj público de Realejo Alto. FRANCISCO HERNÁNDEZ FUENTES.
2.     Factura de la compra del reloj público. ABILIO MARTÍN.

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