Evaristo
Fuentes Melián
A lo largo de la historia reciente de España,
se han dado casos de señores de la aristocracia que han ejercido de ovejas
negras, ovejas descarriadas en el argot religioso, que han marcado los pasos de
sus vidas llevando la contraria a su clase y parientes de sangre azul más o
menos garantizada por sendos árboles genealógicos.
Nicolás
Sartorius, miembro del Partido Comunista de España (PCE) y de su sindicato afín
Comisiones Obreras (CC.OO), es el ejemplar más famoso. Se mezcló políticamente con
el comunismo más evidente, sin dejar de ponerse, con muda diaria, los
calzoncillos de franela fina hasta la rodilla, en días laborables, y de rica
seda los domingos y fiestas de guardar. Sartorius fue amigo personal nada menos
que de Marcelino Camacho, quien llevaba los jerséis estropeados, raídos, como
emblema de pobreza y condición política sita a la extrema izquierda de dios
padre.
Lo que cuenta
Sartorius en una reciente entrevista en televisión, tiene cachitos morbosos de
extrema dureza. Por ejemplo, que ETA escogió a propósito la mañana del 20 de
diciembre de 1973, para explosionar y hacer volar por los aires al Dodge de
chasis reforzado--- ¿a prueba de bombas? --- del presidente del gobierno, Luis
Carrero Blanco, coincidiendo con la fecha exacta en que se iba a legalizar el
sindicato CCOO. Pero este luctuoso accidente, perjudicó grandemente a CCOO, que
vio retrasada su legalización por este motivo.
Otro caso similar,
se remonta a los años finales del siglo XIX, cuando el marqués hijo de la
Quinta Roja, entretenía su tiempo en los jardines de su bella mansión de La Orotava,
coqueteando con la masonería más flagrante, dedicación de tal magnitud, que a
la hora de su muerte el cura párroco impidió su enterramiento en el cementerio
católico municipal. Lo que dio lugar a la construcción fastuosa por su señora
madre y marquesa, de ese mausoleo de mármol esbelto en altura, que se divisa
desde la plaza que tiene tres nominaciones: de la Alameda o del Kiosco o de la
Constitución.
ESPECTADOR
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