Salvador García
Llanos
El periodista
y profesor Juan Carlos Blanco justifica en elpostblanco.wordpress.com la
concesión de ayudas de los gobiernos y de las instituciones públicas en general
a los medios de comunicación que quieren superar la crisis estructural y
afrontar los procesos para las alternativas de un modelo de negocio bien
fundamentadas, en dos supuestos: primero, en ciudades, regiones y hasta países
“donde el andamiaje periodístico se ha precarizado hasta el punto de que casi
no hay cabeceras que hagan las cobertura de sus lugares de referencia”; y
segundo, “si se centran en apoyar la búsqueda de nuevos modelos de negocio que
permitan sobrevivir en el nuevo entorno digital y móvil en el que se relacionan
con los medios”.
Pero la
tentación habita en la facilidad para acceder a esas ayudas, en un descontrol
más o menos palpable, en que se trata de una cuestión que no interesa sino a
los afectados y que, entre la impunidad y la falta de transparencia, termina
enquistándose de modo que después, cuando ya se cuenta con tales ingresos, es
difícil desembarazarse de las inyecciones digamos económico-financieras.
Sí, el fondo
de reptiles, existente desde tiempo inmemorial y que algún tribunal ha llegado
a considerar como un desprecio al Estado de Derecho, ahora, con la crisis, las
conexiones, las amistades, las necesidades, la sostenibilidad, los insumos, los
equipamientos, los costos de producción, las reconversiones y otros modeneses,
tiene otras versiones.
Blanco es
tajante al afirmar que las ayudas no deben generalizarse “si se quiere evitar
los riesgos y hasta los vicios de que estos mismos medios terminen cambiando
sus modelos, y no porque hayan encontrado alternativas viables a los sistemas
tradicionales (grandes audiencias que sujetan el negocio de la publicidad),
sino porque hayan hecho de las ayudas y de las subvenciones más o menos
disfrazadas de publicidad institucional un modelo de ingresos tan atípico como
peligroso a largo plazo”.
El propio
autor abunda en las razones que obligan a no generalizarlas. “Los medios no pueden
depender para su supervivencia de las ayudas, vengan de donde vengan”, escribe.
Es evidente que, si aspiran a mantener unos índices mínimos de independencia y
de calidad, habrán de moverse con recursos de otra naturaleza, única forma de
hacer un producto digno, decente y profesional a la altura, como mínimo, de las
elementales exigencias de los consumidores de la información.
Y aunque sea
una obviedad, habrá que subrayar que depender de los gobernantes de turno, de
cualquier signo, equivale a ver muy mermado y condicionado el ejercicio de
crítica y fiscalización. Juan Carlos Blanco llega más lejos: “En el peor de los
casos, convertirá a estas marcas informativas en bandas de cornetas y tambores
a mayor gloria de quien más les pague”.
No nos
engañemos: si la calidad, el saneamiento, la mayor independencia y la
competitividad de los medios son factores fundamentales para una sociedad
democrática que se desenvuelve con aspiraciones de progreso, hay que superar
tentaciones y vicios. ¿Ayudas? Sí, pero con condiciones, transparencia y
plazos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario