Lorenzo
de Ara
Leo,
ya no recuerdo en qué diario, que se acabó la paciencia y el Gobierno utilizará
todas sus armas para frenar a Puigdemont. Ojalá.
Los
gobiernos democráticos titubean ante el chantaje de los secesionistas.
Golpistas. Tienen miedo los gobiernos democráticos de los titulares en los
periódicos. Miedo a la sucesión de días con la escandalera en la calle. Los
tertulianos analfabetos en las televisiones nacionales vociferando que la
democracia ha muerto por culpa de Rajoy, del PP y de otros partidos que apoyen
la iniciativa.
Cuando
un gobierno se asusta de su propia sombra, nada o casi nada puede hacer ante el
chantaje de una minoría envalentonada por culpa precisamente de los cobardes.
Cataluña
es una región de España que está podrida.
Podrida
como lo está la derecha acomplejada y acorralada por la corrupción, y podrida
igual que la izquierda, (toda ella extrema izquierda), volcada en hacer quebrar
el Estado y, de paso, sacando provecho de la necedad de una tribu cretina y
zafia.
Puestas,
así las cosas, para los charlatanes de los buenos modales en el PP, y para los
traidores de la izquierda, que mienten cuando afirman que existe el deseo de integración
en los musulmanes, por ejemplo, lo más natural es que Puigdemont y compañía se
salgan con la suya porque así demostramos que somos más demócratas que ellos y
más demócratas que nadie en el mundo mundial.
A
los soplapollas de lo local que así piensan, sobre todo a esos intelectualillos
de mi pueblo que comulgan con posiciones serviles hacia el nacionalismo
golpista catalán, pero también a los mariposones de la derecha, también de mi
pueblo, que apelan al sentido común y a no dejarse llevar por las tripas;
también a ellos, recordarles que el artículo 155 no es el número de la bestia. Recordarle
a la izquierda local (que siempre es la primera en apuntarse a la orgía
organizada en los prostíbulos del multiculturalismo) que la fecha 1978 no es
baladí en España.
Si
los españoles de bien ponen a las Fuerzas Armadas como la institución mejor
valorada, en segundo lugar a la Guardia Civil, y en tercera posición a la
Policía Nacional, ello quiere decir que no todo se ha perdido. Que existe un
rayito de esperanza. Que el imperio de
la ley puede salvarnos del desastre.
¡Qué
ganas tengo de un golpe en la mesa!
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