Odalys Padrón
Llega el 31 de enero y sucumbimos a la ilusión de comenzar
algo nuevo, de estrenar nuevas páginas de nuestra historia. Reunimos fuerzas y
las concentramos en un objetivo: mejorar nuestra existencia. Una ilusión que
como refleja su procedencia latina, illusio –ionis, es un engaño. Sabemos que
el Año Nuevo no existe, es la continuación de la semana, el inevitable paso del
tiempo, pero nos ilusionamos para sentirnos motivados, entusiasmados, llenos de
alegría y de buenos propósitos. Nos permitimos soñar despiertos contagiándonos
de una falsa felicidad.
Pero la cruda realidad es que nada ha cambiado, la crisis
continúa. Este año 2017 sigue con recortes y subidas de impuestos. Desde el 1
de enero se aplicará la subida del impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) que afectará
a más de 1.895 municipios, así como el impuesto de sociedades con la
eliminación de buena parte de las deducciones. Nos damos de bruces con la
realidad que vivimos pese a nuestro entusiasmo de buenos propósitos al que
acompañamos de doce uvas “de la suerte” coincidiendo con las campanadas del
reloj. Pero nada cambia, así que no sería extraño que esta desazón nos genere
una fuerte ansiedad y necesidad de ingerir alcohol. Pues no se lo recomiendo
porque además de no constituir ninguna solución las bebidas alcohólicas van a
sufrir una subida del 5% en impuestos especiales. Se calcula que el 40% de lo
que cuestan las bebidas alcohólicas ya son impuestos.
Tampoco debería optar por buscar un subidón utilizando
azúcar y dándose a la bebida de refrescos azucarados. En primer lugar, porque
no hay evidencia sólida entre el consumo de azúcar y la hiperactividad y en
segundo lugar porque este tipo de bebidas también sufrirán un gravamen, aún no
determinado, pero que podría llegar hasta el 20% según recomienda la
Organización Mundial de la Salud. No es desdeñable que toda esta información
genere alteraciones en la economía de muchos bolsillos. Es ampliamente conocido
y debatido que para calmar los nervios algunos empiezan a fumar o se vuelven
adictos. Si ha pensado optar por ello, craso error, porque el tabaco también va
a sufrir un aumento de impuestos. La subida es de un 2,5% en el caso de los
cigarrillos y del 6,8% en la picadura para liar.
Si usted todo esto no lo ve claro le comento que el recibo
de la luz también sufrirá una subida y tampoco intente huir porque los
carburantes también serán agraciados, para nuestra desgracia, con una subida.
Quizás ante este panorama intente reclamar, vía correo. Siento comentarle que
también este sector está afectado por la subida y el sello de correos será un
11,1% más caro este año. La tarifa postal, considerada de servicio público, se
anotará la mayor subida de la década. Con todos estos datos estamos como para
tirar voladores, pero aún así ahí estamos celebrando el Año Nuevo.
El Papa Gregorio XIII dispuso en 1582 inaugurar el
calendario que actualmente está en vigencia sustituyendo al juliano. Con esta
hazaña se aceptó que el año comenzase el 1 de enero y no el 21 de marzo o el 1
de abril como solía serlo en los viejos tiempos. Y como somos el único animal
capaz de engañarse a sí mismo pese a todos los impuestos que nos han subido y
que gravará nuestra remuneración mensual nos congratulamos y nos contentamos
porque han subido el 8% el Salario Mínimo Interprofesional y el 0,25% las
pensiones. Nos dan unos pocos euros mientras nos esquilman, con la subida de
los impuestos, muchos euros. Y lo más grave es que nos seguirán sangrando
porque como decía Ángel Ganivet “el horizonte está en los ojos y no en la
realidad”
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