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sábado, 21 de enero de 2017

UN DESAFORTUNADO EVENTO

José Sebastián Silvente

En su Mazda 323, más antiguo que Sansón,
temprano al trabajo va, rodando por la avenida,
con ánimo deslucido y la cara compungida
un andar alicaído y el gesto… como tristón.
No hace sino suspirar, con un llanto que delata,
pues tiene una mala racha, que no es sino…la falta ‘e plata.
Se le suma un mal momento, y también la mala pata,
a este desafortunado evento, y es por esa… falta ’e plata.
Por más que busca la suerte, no pilla un triste centavo:
El primer premio… ¡qué va! El segundo, ni soñarlo,
ni el tercero, cuarto, quinto…tampoco toca el octavo,
y si la lotería no saca, no aliviará el menoscabo.
Para una vez que hubo premio al número que compró,
éste resultó más falso que un caballo de cartón.
Y aunque al poco la suerte volvió a entrar por su ventana,
Con un billete de cinco, y de ellos cuatro en la diana,
Saben lo que allí pasó?

Que a la basura los había echado el lunes por la mañana
Y cuando al fin se dio cuenta de esa acción tan malsana
Hurgó y hurgó en la inmundicia con harta dedicación
Y por más que removió, sudó rezó y sollozó,
el díscolo billetico nunca más le apareció.

Su billetera no suena por más que la agite y mueva
Y así la mire mil veces, más vacía está que una cueva,
ni para un café le alcanza, por mucho que truene o llueva.
Muy triste va manejando, por calles y carreteras
a ver si consigue plata, que falta le hace… de veras.
¡Plata de mis entretelas, dónde andas, vive Dios,
que por más que yo te invoco, no vienes a mí veloz!
“¡Qué angustia esta que me embarga!, solloza a cada momento,
¿Por qué a mí me ha de tocar este desafortunado evento,
que no sé cuándo empezó, ni en qué lugar, ni en qué momento?
Me hace más falta la plata, que a las monjas un convento”.
Por las noches ya… ni duerme, pensando en ese vil metal,
y su cabeza da vueltas horas y horas, sin parar,
haciéndose mil preguntas, sin poderlo remediar:
“¿Cómo pago yo la renta, el agua, La luz, el gas,
los plazos de la nevera, la máquina de lavar?
Tengo más acreedores que peces hay en el mar.
Evitarlos ya no puedo, así me escape a la China,
porque aunque quiera, no puedo, pues no hay para gasolina.

No me pagan mis clientes, me embargó hacienda, hace ya…
y aunque no fue mía la culpa, para poderme librar
van a pasar más años de los que pueda pensar.
No hago ni un mal negocio desde tiempo inmemorial
Y por si algo me faltaba, me roban el celular.
¡A ver cómo hago ahora, para poder trabajar!
Mas… ahí no acaba la cosa, que ya les voy a contar:
Una condenada grúa, que viene, viene y se va,
me persigue con recelo, sin darme tregua ni paz.
Así aparque en la avenida, o cerca de la estación,
acumulo ya más multas, que batallas Napoleón.
Y por más que me descuenten, por ser “cliente principal”,
la poca plata que ingreso, en tránsito la he de dejar.
Tanto así, que hay una fiesta cuando allí me ven entrar
y contratan a una orquesta con un cantante de rap.
Me paso los días comiendo, cuando puedo ir a mercar,
tallarines, frijoles, lechuga y poco más…

La carne ya ni la huelo, que no hay con qué pagar,
y hago más dieta que Gandhi y el faquir de Ahmedabar,
así que buscaré más modos en que pueda más ahorrar:
Viajaré en autobús, o mejor, voy a caminar,
y aunque no tengo zapatos que me valgan para andar,
Adaptaré los que tengo, más viejos que el padre Abraham.
Mas… si lo veo con perspectiva, es un ejercicio sano eso de caminar,
pues practicando día a día, no me vendrá nada mal.
Yo no sé de qué manera, de este evento sin fortuna,
por más que me empeñe y quiera, de mí lo puedo alejar.

A veces lo tomo a broma, por no caer en depresión,
Pero otras, este evento me pasa facturación:
Me echo en la cama inerte, casi sin respiración,
hasta que me da el “telele” y se me nubla la razón
y ¡hale, al hospital de nuevo! me llevan en un furgón,
y en vez de darme natillas, bistec, pescado y jamón,
me atiborran a pastillas que me duermen de un tirón”.
Al suelo caigo a menudo, de puritita inanición,
también por ver si me dan, en vez de pastas…lechón.
“¿Dónde estoy, qué me pasó?

¿Cuándo comenzó este evento, que no me acuerdo ni yo?
Tendré que ver la manera de aclarar mi situación.
Apelaré a mi inventiva, ideas e imaginación
y quizás en muy pocos meses, a más tardar… un millón,
de este desafortunado evento, seguro que salgo yo”.

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