Lorenzo de Ara
Muchas personas que conozco o que leo
tienen razón al denunciar que existe una mancha en nuestras almas. Son
cobardes. ¡Somos cobardes! Esas personas, repito, que conozco o que leo porque
las admiro, nos culpan de estar pendientes de todas las medidas que dicta el
armatoste de Trump, pero no prestamos atención a lo que sucede a nuestro
alrededor. Y nos culpan de que nos escandalizamos porque Trump decide eliminar
el español de la web oficial de la Casa Blanca. ¡La lengua de Cervantes
humillada por un bárbaro! Sí, eso exclamamos cuando nos enteramos de la medida.
Pues las personas que conozco o las
personas que leo casi todos los días tienen más razón que un santo al acusarnos
de ser cobardes. ¡Gusanos cobardes!
¿Qué está ocurriendo en España con el
español? ¿Qué ocurre en Cataluña, región de España, con el español y con las
personas que quieren hablar nuestra lengua? ¿Qué ocurre con miles de familias
en Cataluña cuando apuestan por el español para que sus hijos estudien? ¿Por
qué dejamos que con nuestro dinero se financien proyectos y locuras de todo
orden que solo buscan la destrucción de nuestra lengua, la segunda lengua
materna más importante del mundo, hoy hablada por más de 500 millones de seres
humanos?
Lleida, Girona, A Coruña, Donosti, y así
sucesivamente. El español perseguido en Cataluña. Los hablantes de la lengua de
Cervantes tienen que esconderse en catacumbas como los antiguos cristianos. No
tienen derecho a buscar trabajo si hablan español. ¿Tienen derecho a la vida?
Los peperos que viven con el miedo no
quieren oír hablar del tema. La progrez está infectada de odio y sectarismo, y
por esa razón es del todo imposible contar con ella. El español pierde la
guerra. Sus enemigos, en Cataluña, Vascongadas, Galicia, no están solos.
También cuentan con la inestimable ayuda de nosotros. Los pusilánimes que, oh,
sí, nos escandalizamos cuando el botarate de Trump hace lo que hace, pero
mientras tanto, aquí, en la todavía España, nos callamos cuando nuestra propia
lengua es humillada, pisoteada y arrinconada.
Hipócritas, todos, como los escribas, fariseos
y doctores del Evangelio.
Blancos por fuera, pero llenos de huesos
y de muerte por dentro.
Miramos a Trump y escupimos en su cara.
Veneno.
Pero aquí, donde la lengua española más
sufre, aquí callamos, ¡como putas!
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