Agustín
Armas Hernández
Muchas
personas pensaban y piensan, otras no tanto, que el año 2016, que ha terminado hace
unos días, fue malísimo, de los peores que han existido. Deseaban que pasara lo
más rápido posible. Creen unas, y aseguran otros, que este año nuevo 2017, que
empieza a rodar, será mejor que el anterior. ¡Rezan para que sea mejor! Y todo
porque en el que pasó, y anteriores más cercanos, no se disponía de tanto
dinero para gastar, para derrochar. El engreimiento, el orgullo, la arrogancia,
la prepotencia, en la mayoría de personas, venía siendo lo habitual en aquellos
tiempos de abundancia, “de vacas gordas”. Personas vanidosas que pasaban de
largo, incluso por familiares y conocidos, y no saludaban (ni un bueno día, ni un
adiós). A Dios lo tenían olvidado, arrinconado. ¡No lo necesitaban!
El
cambio que trajo, en todos los aspectos, la crisis mundial de hace algunos
años, sobre todo en lo económico, les hizo reflexionar… Ha sido beneficioso y positivo para toda la
humanidad. Los buenos hábitos, que se habían perdido, han vuelto a ser normales
en las personas de bien. Comenzamos, de nuevo, a ser mejores personas. Se
empieza a corregir lo que se hacía o estaba mal. El reparto de la riqueza,
enseñar a los que no saben o decir adiós a los hermanos, amigos y vecinos, se
vuelve a hacer oír de nuevo. ¡No hay mal que por bien no venga!
Al
niño Jesús, que está, de nuevo, entre nosotros: ¡¡gracias Señor!!
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