Javier Lima Estévez. Graduado en Historia
por la ULL
La historia de nuestros pueblos
representa la trayectoria de toda una serie de hechos que constituyen un aporte
significativo para su estudio desde diferentes perspectivas. En ese sentido, el
periódico El Comercio. Periódico comercial, científico y literario, publicó el
26 de noviembre de 1859 una crónica disponible en el portal Jable de la ULPGC
donde describe la visita del Obispo al núcleo de Los Realejos (por entonces
Realejo Alto y Realejo Bajo) como un acontecimiento preparado con sumo cuidado
y detalle por sus vecinos en aquellos lejanos días del 8 al 10 de noviembre de
1859. Las autoridades civiles, militares, junto a una comisión del clero y
otras personas distinguidas del pueblo, recibieron al mismo en la “calzada de
la Gorvorana”. El Obispo llegaría junto a otras autoridades del Puerto y la
Villa de La Orotava. En primer lugar se dirigió hasta la Iglesia de Santiago
Apóstol. En la puerta de la histórica parroquia se encontraban con el palio el
arcipreste Domingo González de Chaves junto al resto del clero y la hermandad
del Santísimo. A los presentes se les ofreció un refrigerio tras finalizar la
jornada. El día siguiente marcó el inicio de nuevos actos importante para el
Obispo. Según destaca el artículo, se encargaría de ofrecer 725 confirmaciones.
Una multitudinaria ceremonia que finalizó con el desarrollo de un banquete en
el que participaron los acompañantes del Obispo, el clero de ambos Realejos,
así como otras autoridades y personas destacadas del lugar. En la tarde de ese
mismo día, la autoridad religiosa se trasladó hasta el Realejo Bajo, acompañado
del clero, autoridades y otras personas notables. A la entrada del expresado
pueblo les esperaban una multitud de gente ansiosa. Se dirigió hasta el ex
convento de agustinas recoletas y a la Iglesia de Nuestra Señora de la
Concepción, “donde fue recibido por el clero con palio”. También sería motivo
de su visita la ermita de San Sebastián. Desde allí continuó hasta la casa de
los Príncipes de Asculi (conocida como Hacienda de los Príncipes) donde se hospedaría
durante la noche. Al día siguiente, tras desarrollar la misa en el oratorio, se
dirigió hacia la Parroquia para administrar el Sacramento de la Confirmación a
los vecinos allí presentes. La banda musical ofrecería numerosas piezas
escogidas de su repertorio. Tal y como apunta el rotativo, un total de 1.019
personas recibieron el Sacramento. Tras finalizar la ceremonia y al igual que
en Realejo Alto, el Obispo acudió junto a diversas autoridades del lugar para
disfrutar del almuerzo. Se ofrecieron nuevas canciones y se recitaron emotivas
improvisaciones en verso y prosa. Un acto muy agradable que se alargó durante
horas. Ese hecho motivó que muchos de los allí presentes aconsejaran al Obispo
no partir ese mismo a la ciudad de Icod de los Vinos y esperar al día siguiente
para emprender su salida. Sin embargo, el Obispo no dudaría en rechazar con
amabilidad tal petición, pues “ya había avisado a aquel pueblo de que iba y que
sentía causarle molestia en esperarlo, por cuya causa al principiar los postres
quedaron estos casi sin tocarse”. Desde el Realejo Bajo emprendió su viaje en
compañía de los alcaldes de ambos término, jueces de paz y numerosas personas
que no quisieron abandonar a la autoridad religiosa hasta San Juan de la
Rambla. El autor de aquella crónica no dudaría en anotar la tristeza que se
sintió entre los asistentes al no haber podido disfrutar de más tiempo de una
persona que “por su bello físico y dotes morales, según las ideas que se le
notaron, tanto en las materias que se tocaron en público como en las familiares
privadas con las personas que tuvieron el honor de haberle tratado, revela
hallarse adornado de la ciencia, virtud, prudencia y maneras cortesanas propias
de su elevado Ministerio, con que sin duda sabe atraerse y en cierto modo fascinar
las voluntades de todas las clases de los Pueblos por donde ha pasado. Dios le
conceda los dones y la perseverancia de sus benéficas intenciones para que rija
y administre esta Diócesis”.
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