Odalys Padrón
Que las palabras se las lleva el viento,
en política, es algo demostrado y testado. Un ejemplo contundente es Mariano
Rajoy que juró y perjuró en las elecciones de 2011 que no subiría el IVA y tras
tomar posesión lo primero que hizo fue subir el IVA; también prometió no
abaratar el despido, sino promover el contrato indefinido como regla general;
garantizó que iba a meter la tijera a todo salvo a las pensiones públicas, a la
sanidad y a la educación… y así podría seguir enumerando muchas promesas que
incumplió y que confirman esta aseveración.
Este hecho, expuesto anteriormente
enfatiza lo ocurrido con los Presupuestos Generales. Como decía Johann Wolfgang
von Goethe “se ha pretendido que el mundo esté regido por números; todo lo que
yo sé sobre esto es que los números dicen si un país está bien o mal
gobernado”. Los Presupuestos reflejan las prioridades y objetivos del Gobierno
a través de los montos asignados a sus ingresos y a sus egresos. A través de
ellos podemos vislumbrar los objetivos que el Estado pretende alcanzar. A este
respecto hemos visto como el Gobierno de Rajoy bajaba, en 2015, un 15,5% la
asignación al Ministerio de Empleo y Seguridad Social mientras subía un 4% la
asignación a Presidencia; o como redujo, en 2012, un 25% la adjudicación a I+D
mientras Alemania la incrementaba en más de un 18%: o como recortó, en 2016, un
21,7% el gasto en prestaciones por desempleo; y podríamos continuar con muchos
ejemplos que corroboran como los Presupuestos Generales del Estado constituyen
la ley más importante que un Gobierno realiza ya que son la base por la que se
sustentará la economía.
Según recoge la Constitución, en su
artículo 134.1, corresponde al Gobierno la elaboración de los Presupuestos
Generales y a las Cortes su examen, enmienda y aprobación. Sin embargo llama la
atención que esos mismos Presupuestos que deben ser aprobados por las Cortes
Generales estén supeditados a un límite de gasto no financiero, conocido como
techo de gasto, que no necesita la probación de las Cámaras. Proceso éste que
está directamente relacionado con la “reforma express” del artículo 135 de la
Constitución promovido por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco
Central (BCE), La Comisión Europea y por el Gobierno alemán presidido por la
Canciller Ángela Merkel y que supone un ataque frontal al estado del bienestar
como ya hemos podido corroborar dado que se dio rango constitucional a la
prioridad absoluta para el pago de los intereses y el capital de la deuda
pública de las Administraciones sobre cualquier otra necesidad de gasto. Esto
conllevó la aprobación en 2012 de la Ley Orgánica de Estabilidad Presupuestaria
y Sostenibilidad Financiera.
El techo de gasto supone la cantidad
máxima que podrá gastar el Estado en un ejercicio presupuestario, es un corsé
que Bruselas nos impone y nos impide sobrepasar. En 2017 el techo de gasto, el
tope, será de 118.337 millones de euros, unos 5.000 millones de euros menos de
lo aprobado para 2016. Según el Gobierno su propósito es incrementar el dinero
destinado a gasto social. ¿Entienden ahora la importancia de los Presupuestos y
ver plasmados en números concretos las cifras que se destinarán a las
diferentes partidas? Porque suena poco creíble, viendo la gobernanza de estos
años, que teniendo menos dinero incrementen el gasto social. La confirmación de
la reforma efectuada al artículo 135 la proporcionan las palabras del propio
Gobierno cuando dice “España no puede plantearse en este momento incrementar el
límite de gasto porque tiene un compromiso muy firme con la reducción del
déficit público” ¿y el compromiso con los innumerables pobres que ha producido
la crisis y sus políticas de recortes? Parece que el compromiso con el déficit
público es mayor que el que se tiene con las personas.
Por ello debemos luchar contra unos
Presupuestos Generales que continúan premiando a los defraudadores y a las
grandes fortunas sin contribuir a paliar la desproporcionalidad del sistema
fiscal español. Es necesario que los representantes municipales se impliquen y
aboguen por la anulación del artículo 135, la derogación de la Ley de
Estabilidad Presupuestaria dado que dicha ley daña la autonomía municipal en el
desarrollo de multitud de proyectos que no pueden ejecutarse sin incumplirla
primando el pago a los bancos por encima de las inversiones en política social
y la eliminación del techo de gasto pactado entre el PP y el PSOE que nos
impone más austeridad. Exigir la devolución a los Ayuntamientos de los cobros
realizados de intereses especulativos, demandando una banca pública destinada a
la financiación efectiva de los municipios. Máxime cuando la laxitud del
Gobierno de Rajoy permitió en 2015, año electoral, eliminar, ese año, los
intereses que los municipios tenían que pagar a los bancos postergándolos al
año siguiente. Requerir la refinanciación de servicios e inversiones así como
la eliminación del fondo de financiación de pago a proveedores. En definitiva
tenemos que abogar por la remunicipalización de todos los servicios municipales
y por la modificación legal que impide la plena autonomía municipal. No
olvidemos que Europa, a través de La Comisión, “invita a las autoridades
(españolas) a estar listas para tomar medidas adicionales”, de hecho ya ha
hablado de un posible ajuste extra de 2.000 millones y de exigir a España un
mayor esfuerzo en el campo de las reformas. Como dijo el filósofo “si me
engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía”
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