Agustín Armas Hernández
He leído con mucho interés, el libro de
D. Miguel Melián García, sobre la vida y obra literaria de D. Sebastián Padrón
Acosta; su amigo y confesor, al que conoció en la última etapa de su vida, ya
enfermo, y casi a las puertas de la muerte. Buen libro, que recomiendo que lean
todos los que estén interesados por este portuense, sacerdote, poeta e
historiador de temas isleños.
Literato
que fuera en vida, muy admirado, pero también criticado por su forma de ser y
de hacer; un hombre que se adelantó a su tiempo. Su obra literaria es muy
amplia, profunda e interesante. También he asistido a varias conferencias sobre
este intelectual de las letras canarias. La más reciente, este jueves 26 de
enero en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (I.E.H.C.), impartida
por D. José Miguel Perera Santana, profesor de Lengua y Literatura, doctor en
Filología Hispánica, poeta y crítico.
Interesante su charla y muy bien
documentada. Me sirvió de mucho, enterándome de cosas que no sabía acerca del
personaje tratado. Finalizada su ponencia le hicieron preguntas que el
conferenciante contestó muy amablemente. Yo, por mi parte, le hice una sobre
algo que no sabía si existía o no. Me estoy refiriendo a uno de los primeros
libros que dicen que escribió D. Sebastián Padrón Acosta, titulado “La Moza de
Chimaque”. Una obra literaria relacionada con un enamoramiento que sintió un
joven portuense, por una bella mujer del Puerto de la Cruz. No me lo
confirmaron ni desmintieron, quedó en el aire. Al siguiente día, pregunté sobre
este libro en la biblioteca portuense. No lo tenían, ni tampoco en las otras
librerías del Valle de la Orotava. Consultando de nuevo en el ordenador, sí que
confirmaban su existencia en las bibliotecas de Santa Cruz y también en la de
la Laguna.
Muy difícil para mí desplazarme a la
capital de la isla, así como también, a la Ciudad de los Adelantados. Teniendo
en cuenta que solo se puede consultar allí, y no te permiten sacarlo para
leerlo cómodamente en casa.
No obstante, seguí indagando, y por otros
medios conseguí algo de información sobre el tema que nos ocupa. Veámosle a
continuación:
EL
AMOR DE SEBASTIÁN PADRÓN ACOSTA
Sebastián Padrón Acosta por Alonso Reyes
año 1951
“Es nombrado y conocido que Sebastián
Padrón Acosta, tomó los hábitos por un desengaño amoroso, a la par de la
presión de sus tías. Pero en ningún lado, se nombra quién era la “moza” que le
dio calabazas.
Aunque en la familia Montes de Oca,
siempre lo hemos sabido, hoy vamos a aportar documentos que lo corroboran, a
nuestro entender.
El 29 de octubre de 1922 se publica en el
Heraldo de la Orotava el siguiente poema
Arcadia Montesdeoca
Arcadia Montesdeoca,
Luz de sol, llama de hoguera,
Tu nombre deja en mi boca
Fragancias de Primavera,
Arcadia Montesdeoca.
Rosa de un raro jardín,
Espuma de un mar lejano,
Nube de nieve y carmín,
¡Quién te tuviera en mi mano
¡Rosa de un raro jardín!
Por humillarse a tus pies,
Olvida al gigante que es…
¡Cuántas almas no suspiran
¡Por humillarse a tus pies!
Sé que hay un alma encendida
Por ti; que hay un ave-flor
En tus redes aprehendida…
Para iluminar tu amor
¡Sé que hay un alma encendida!
Arcadia Montesdeoca,
Flor de vital primavera,
En los labios de tu boca
Puso el Amor una hoguera
¡Arcadia Montesdeoca!
El poema aparece firmado por Fernando
González en Madrid. Tienen que pasar 42 años para que, en una entrevista a
Fernando González publicada en el Diario de Las Palmas y realizada por Oscar
Falcón Ceballos, le pregunten:
15-12-1966 Diario de Las Palmas.
“En alguna de las pausas le hicimos a
Fernando González, de las pocas, esta pregunta concisa:
– ¿Era Arcadia Montesdeoca la amada de
Sebastián Padrón Acosta?
– Sebastián Padrón me solicitó la
dedicatoria. ‘Había un alma encendida’.”
La respuesta evasiva deja entrever un SI
con mayúsculas.
Pasemos a la tradición oral de la
familia.
“La moza de Chimaque” año 1947
Los versos de este poema, han sido
repetidos por unos y otros en la familia, atribuyéndoselos a Sebastián. Desde
siempre sabemos que Arcadia Montes de Oca, la “moza de Chimaque”, era el amor
de Sebastián. Curioso que su más conocida novela lleve ese título.
En 1922, fecha de publicación de este
poema, Sebastián ya estaba en el seminario y no era de recibo que publicara con
su nombre este poema claramente amoroso, aunque su alma estuviera encendida.
Muchos años después Sebastián se recluyó
en una vida oscura y eremita en su casa donde murió entre libros y recuerdos,
quizás con su alma todavía encendida.
P.D.: Ya de mayor, hablando con mi tía
abuela Isabel, que murió soltera también, decía “al final nos quedamos solas,
buscábamos al hombre perfecto, y no nos dimos cuenta que los hombres perfectos,
no existen”.
P.D.: (Comentario de mi tía Lala) Decía
mi tía Arcadia, que el día de la muerte de Sebastián, por la mañana, se
despertó y creyó ver la imagen de Sebastián a los pies de la cama, cosa que le
sorprendió. Al día siguiente se enteró de la pérdida, y siempre recordó ese
“sueño”.
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