Evaristo
Fuentes Melián
He revisado recientemente cuatro
impresionantes películas antiguas. He aquí sus directores y sus títulos: Rovira
Beleta con ‘Los atracadores’ (1962),
Berlanga con ‘El verdugo’ (1963), Ricardo Franco con ‘La familia de Pascual Duarte’ (1976) y Pilar
Miró con ‘El crimen de Cuenca’ (1979). Todas ellas tienen la pena de muerte
coronando o merodeando sus argumentos. Aunque la novela de don Camilo sobre la
familia de Pascual Duarte no está reflejada en el filme con la contundencia y
realismo debido; pero las cuatro son tragedias al máximo, llevadas al
tremendismo.
El humor negro de ‘El Verdugo’ le quita
hierro—nunca mejor dicho-- a la ejecución, a cargo de un funcionario miedoso,
que no tiene agallas para tal dedicación, un pusilánime personaje (cagalitroso,
diría Manolo Vieira) interpretado magistralmente por el italiano Nino Manfredi.
En ‘Los atracadores’, tres jóvenes
delincuentes de muy distinta procedencia social hacen amistad por lazos del
demonio y se dedican a asaltar bancos y
a cada vez más graves delitos. Es en la Barcelona de 1962, cuando por las
avenidas de la Ciudad Condal circulaban los llamados ‘biscúter’, un vehículo
pequeñito de cuatro ruedas que por su baratura se puso entonces de moda en las
urbes de la España peninsular. El más pordiosero de los tres delincuentes, un
muchacho nervioso y malhadado, que solo suspira con tener un revólver en sus
manos para sentirse realizado, deviene sin remedio en asesino. Es sentenciado y
va a ser ejecutado a garrote vil, con la parsimonia presencial del verdugo en
un muy segundo plano. Perfectamente aliñado para la ocasión, este verdugo es
muy lacónico, dice solo lo imprescindible, da los buenos días a la parafernalia
de autoridades, funcionarios y guardias que han de presenciar obligadamente,
burocráticamente, el acto de la ejecución, la vuelta de tuerca. Este verdugo lo
realiza con simpleza (aunque este fotograma no se ve en pantalla) y luego, de
inmediato, siempre en un segundo plano, hace mutis por el foro, como si fuera
en las bambalinas laterales del escenario de una función teatral. Espeluznante.
Espectador
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