Odalys
Padrón
Hay
empresarios “de lo público”, como sino llamamos a esa minoría de empresarios
que utilizando el amiguismo, los enchufes y el tráfico de influencias saquean
las arcas públicas para su beneficio personal mientras critican lo público.
Para ello utilizan medios muy poco transparentes con la aquiescencia del
político “amigo”. Son parásitos que desconocen el significado competencia ya
que su negocio se basa casi exclusivamente en contratos con la Administración
Pública. Son la cara opuesta de los genuinos empresarios y emprendedores que
luchan, se esfuerzan y sacan adelante proyectos ganándose el respeto y
encontrándose en las antípodas de los empresarios crápulas que se han
beneficiado de la privatización y de la externalización de los servicios
públicos.
Con
la retrospectiva que proporciona el tiempo, hemos visto que en la mayoría de
las privatizaciones que afectaron a empresas públicas con grandes beneficios se
infravaloraron los activos públicos. Se ha demostrado la falsedad del argumento
de la mejoría que iban a aportar a la eficiencia y la competencia cuando sus
cuotas de mercado apenas han variado tras los procesos de privatización e
incluso algunas redujeron su actividad global. Con la privatización
transfirieron a manos privadas activos del sector público que habían sido
financiados por los impuestos de los contribuyentes y cuyo objetivo era
satisfacer las necesidades de una forma más colectiva. En la mayoría de los
casos, se ha producido un deterioro en la calidad del servicio prestado y de
las condiciones de los trabajadores dado que al tener como objetivo obtener el
máximo beneficio al menor coste los servicios, ahora privados, no son más
baratos y rara vez de mayor calidad. Evidentemente al no tener que generar
beneficios el sector público suele ser más eficiente dado que la producción y
gestión conjunta de los bienes y servicios es más económica. A este respecto
hay un dato incuestionable: si los servicios que se privatizan no fueran
rentables no habría empresas dispuestas a explotarlos. Luego si son rentables
se está renunciando a un patrimonio acumulado tras décadas de esfuerzos para
favorecer a los grandes capitales de “los amigos”.
“Amigos”,
algunos de los cuales, empiezan a ser conocidos por las tramas corruptas que
están aflorando. Éste es el caso de Florentino Pérez que ha reconocido que pagó 300.000 euros a la
“Trama Púnica”. Este “empresario amigo” utiliza una cláusula especial que la
Administración española incluye en sus contratos: la responsabilidad
patrimonial y le reclama al Estado cuando el proyecto no alcanza los volúmenes
de negocio que él esperaba. Un ejemplo lo constituye el “Proyecto Castor”, el
almacén de gas submarino situado frente a las Costas de Castellón cuya
actividad, la inyección de gas, se relacionó con al menos 500 seísmos en
septiembre de 2013. Florentino Pérez, presidente de ACS, maniobró para
conseguir una indemnización que el Gobierno de Rajoy aprobó concediéndole
1.350,7 millones de euros que se convertirán en 4.731 millones en 30 años tras
aplicarse un interés anual del 4,27%. Esta indemnización repercutirá en el
recibo del gas de los consumidores que asumirán un coste adicional de 182 euros
para costear la compensación a ACS. Para echarse a temblar. Según los medios de
comunicación éste y otros muchos casos, como la planta desaladora en Murcia o
el Ave a Francia, le proporcionarán a Florentino Pérez más de 2.646 millones de
euros de dinero público para compensar sus errores.
El
espíritu de la ley al introducir la responsabilidad patrimonial de la
Administración era reparar las lesiones provocadas por la Administración no la
ineficiencia de los “amigos”. Sería deseable que se estableciera un trámite
procesal específico para aplicar la regla a fin de que, en el desarrollo
procesal posterior, cada parte tuviera claro la carga probatoria que le
incumbe. Tal trámite no existe en la actualidad constituyendo un coladero para
la interpretación sui géneris.
Al
igual que Florentino Pérez muchos otros “empresarios amigos de políticos”
utilizan los recursos del Estado para su beneficio y lucro personal. Ser
empresario cuando Papá-Estado cubre tus pérdidas o tu ineficiencia debe ser muy
cómodo. Los amigos del establishment tienen privilegios como demuestra el
Informe del Observatorio de la Responsabilidad Social Corporativa que refleja
que el 91% de las empresas del Ibex (32 de 35) cuenta con filiales en paraísos
fiscales sin acreditar actividad alguna en estos territorios, constituyendo una
vía para eludir impuestos. Empresas que, muchas de ellas, son contratadas por
la Administración Pública dado que, según reconoce el presidente del Sindicato
de Técnicos de Hacienda (Gestha), no existe voluntad política para combatir
esta realidad. Cómo refería una pancarta, cuando aún teníamos libertad de
expresión al no estar vigente la ley Mordaza, “Nunca un país tan pobre hizo
unos “chorizos” tan ricos"
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