Victor Juan Pérez
Amaneciste haciéndote pueblo
a orillas de barrancos,
por donde las lluvias de cumbre bajaban
salpicando tus sembrados
y la frescura del pinar
acariciaban tus playas y acantilados.
Emergía de tu piel
la madre naturaleza,
enmarcada por haciendas reales,
Casas terreras por paredes
de piedra y barro blanqueadas
y primer templo
que tus nuevos moradores levantaron
en alabanzas, por tierras conquistadas.
En siglos de vivencias,
manos resquebrajadas
fueron rasqueando tus veredas y
vertientes,
moldeando tu semblante,
labrando tierras, sembrando vida,
julgando en tus entrañas
buscando bendito tesoro”el agua”.
Pueblo de arriba
de verde manto después de lava,
grisosas nubes posadas
en tus onduladas laderas,
pueblo de abajo
mucho mar besando tus pies
pero poco marinero,
Exalto y me regocijo con tu nombre
Realejos,
gozando de tu dulzura, nobleza gentil
belleza en tu mirada,
eres despertar soleado, atardecer brumado
y mágicos anocheceres
te identifican cuando la palabra es dada como juramento.
Eres pueblo de pueblos,
de monte a mar esperdigados,
amalgama de mestizajes
de sueños emigrados
y valores sagrados,
mantenedor de tradiciones
por
barrios hermanados
de calles escalonadas
y coloreadas fachadas.
Aunque con tu obligado traje nuevo
acementado
te han subido al carro del progresismo
y modernismo exigente,
cuanto me gustaría que mantuvieses
en los rincones de tu corazón abierto
lo que fuiste en el pasado,
remanso de paz y convivencia
y que la sangre de dragos
que corre por tus venas
te tenga siempre vivo
bajo los riscos de Tigayga, Realejos.
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