Antonio-Pedro Tejera Reyes
EL
TURISMO QUE VIENE, A EXAMEN
Cuando
en el año 1969, en las dependencias del Instituto Nacional de la Publicidad, el
Director General encargado de las enseñanzas publicitarias, nos entregara el
Carnet de Profesor de Marketing, sentimos como un espaldarazo a toda una
dedicación a la cual llevábamos y algunos años dedicados en las Islas Canarias.
Habíamos
fundado las escuelas de publicidad, legalmente reconocidas por el Ministerio de
Información y Turismo, e impartíamos la carrera creada en aquel entonces, con
el propósito de apoyar el desarrollo del turismo en España, que caminaba por la
senda de una proyección espectacular.
El
cineasta Teodoro Ríos, y algunos alumnos más, son frutos de aquella malograda
carrera que, pese al empeño de nuestro amigo Ignacio de la Mota, director del
Instituto en aquellos tiempos, no pudo tener el feliz final como debería haber
ocurrido, desgraciadamente, como siempre, por más intereses políticos que por
motivos reales que las necesidades imponían en un mundo en que la publicidad
era un referente de la máxima importancia a la hora de participar en el mundo
empresarial.
En
todo este panorama, la importancia del marketing jugaba un papel de la máxima
actualidad, como un principio que las técnicas modernas comenzaban a acreditar
y cuya eficacia se sentía en el desarrollo empresarial especialmente en nuestro
campo de acción que era el turismo.
Las
horas que pasábamos diariamente en la Oficina de Turismo de Puerto de la Cruz,
en Tenerife, observando y apoyando la labor del legendario Manolito Rojas – de
muy grato recuerdo para nosotros – fueron una enseñanza empírica que dio lugar
a que superáramos aquel concurso de méritos y valioso examen personal, que nos
catalogó como “profesor de marketing”. Complemento esencial de todo esto,
fueron los pocos libros que existían sobre el particular, añadido con unas
vivencias personales en torno a un destino turístico emergente, donde estaban
al día las oportunidades de conocer y aplicar las más novedosas técnicas del
marketing turístico.
Fueron
muchas las vivencias en aquella oficina de Puerto de la Cruz, cuando el turismo
comenzaba a emerger en la ciudad y esa oficina era el foco de las más
importantes noticias del sector, aparte de la atención personal que se le hacía
a los turistas que lo mismo eran dos muchachitas alemanas, que un matrimonio en
edad madura holandés o inglés, que con sus preguntas e inquietudes iban
conformando nuestro particular estudio de marke-ting, para aplicarlo a los
artículos que ya por entonces publicábamos en la prensa diaria y la
especializada.
Manolito
Rojas, era del cuerpo de Técnicos de Información y Turismo, que seguramente hoy
está extinguido. Él llevaba por escrito una curiosa estadística de todos los
turistas que reclamaban información en la oficina, que mensualmente pasaba a
las oficinas de turismo que funcionaban en el Cabildo de Tenerife.
El
crecimiento del sector turístico en las Islas Canarias, hicieron en aquellos
años que la mirada de los, siempre conquistadores españoles, encontraran en
ello un campo propicio para su incursión, apareciendo personajes que con su
intrepidez conquistaban rápidamente a los incultos agentes de gestión del
turismo insular, generalmente del sector político, que siempre han dado más
valor a lo fuera que a los sufridos actores de su tierra. Los ejemplos se pueden
cuantificar por miles…
A
todo esto, la palabra marketing suponía un paso adelante como si de una fórmula
mágica se tratara. En nuestras conversaciones con destacados funcionarios
españoles de las oficinas de turismo en el exterior, entre ellos algún canario,
descubríamos una labor especializada que se podía muy bien enmarcar para
desarrollar una buena acción alrededor del marketing turístico, o MARKETUR como
acertadamente le bautizara el sabio en esta cuestión, Oskar A. Dignoes, en un
memorable curso para funcionarios y estudiantes venezolanos, que dirigiéramos
en el año 1978, en Gran Canaria y Granada.
El
marketing pasó a ser parte de una estrategia de ventas para algunas compañías
creadas con la finalidad de hacer caja a
cuenta del desconocimiento de los nuevos empresarios turísticos, los cuales se
mostraban orgullo-sos de encargar sus campañas publicitarias a compañías con
carácter nacional, e incluso internacional, que con un montaje de lujosas
oficinas y ejecutivos de impecable presencia, vendían sus estudios de marketing
como un seguro de vida para las empresas que caían en sus manos, de lo cual hay
las más curiosas anécdotas, de muchas de ellas insólitamente fuimos testigos
presenciales, e incluso actores de primera fila.
De
esta realidad podemos mencionar las oficinas “fantasmas” que algunos organismos
oficiales, y grandes empresas privadas, montaban en varios de los mercados
turísticos extranjeros con el fin de desarrollar una “campaña de marketing”, lo
cual servía generalmente para cualquier cosa, menos para lo que debería de ser,
más que nada por el desconocimiento de los personajes que ocupaban esas
“misiones” generalmente amigos, o representantes del poder constituido.
Un
estudio de marketing, posicionado y con las suficientes garantías, no se puede
hacer apareciendo en los periódicos
mirando para el fotógrafo de turno, ni apareciendo en las páginas de las
revistas. Que le pregunten a Wolfgang Kiessling, que él debe saber algo de
esto.
*
Del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del Turismo. OMT.
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