Juan Antonio Gómez Jerez
El ocho de marzo de 2015, la sonda
espacial MAVEN, de la NASA, fue testigo de un hecho inusual. En las solitarias
alturas de la atmósfera de Marte, los sensores de iones pudieron captar un
potente estallido de partículas y radiación proveniente del Sol. Era resultado
de una eyección, un evento de liberación de gas y magnetismo producido en la estrella,
a cientos de miles de millones de kilómetros, pero aún así capaz de alterar la
tranquilidad del planeta rojo. El fenómeno fue tan potente, que generó flujos
magnéticos de 5.000 kilómetros de longitud y obligó a los científicos a
replantearse lo que sabían sobre la atmósfera de Marte.
Este jueves, la NASA ha presentado a la
vez cuatro estudios en la importante revista «Science» para explicar este y
otros fenómenos hasta ahora desconocidos. Gracias a la misión MAVEN («Mars
Atmosphere and Volatile Evolution»), la agencia espacial ha investigado la
atmósfera superior y la ionosfera de Marte, la capa más exterior e influída por
la radiación solar, con el objetivo de entender cómo este mundo pasó de ser un
planeta quizás recubierto por océanos, hace unos 4.000 millones de años, a ser
una roca helada y reseca en nuestros días. Y también, en último término, los
científicos esperan averiguar qué tipo de clima tendría que soportar allí la
vida, en caso de existir, o qué condiciones meteorológicas afrontaría una tripulación
humana que llegara en nave espacial.
La atmósfera que se esfumó
Una de las investigaciones, capitaneada
por Bruce Jakosky, se centra en la eyección de masa coronal que perturbó Marte
el pasado ocho de marzo. Durante este fenómeno, la MAVEN detectó los resultados
de una violenta distorsión en el campo magnético que rodeaba al planeta. Se
formaron cuerdas magnéticas que se adentraron 5.000 kilómetros en el espacio, y
se registraron enormes perturbaciones en la ionosfera. Como resultado de estos
hechos, se produjo un flujo de iones (partículas cargadas eléctricamente) en
dirección al espacio, que al final supuso la pérdida de parte de los materiales
que forman la fina atmósfera marciana.
Gracias a este evento, los científicos
han aprendido mucho acerca de cómo de parte de su atmósfera. Además, se cree
que, cuando el Sistema Solar era joven, el Sol estaba más activo y se producían
más eyecciones de masa coronal. Por ello, los científicos de MAVEN sugieren que
este podría ser el mecanismo que desnudó a Marte de su atmósfera y de un clima
más suave. En teoría, la esfera marciana, menor que la terrestre, se enfrío y
perdió su actividad tectónica. La influencia del Sol luego le privó de su
«traje de gas».
Más oxígeno del previsto
El proyecto de investigación dirigido
por Stephen Bougher ha medido a qué temperaturas está la atmósfera y qué gases
se encuentran a distintas alturas. Gracias a eso, se ha averiguado que hay más
oxígeno del que se pensaba, y que el comportamiento de la atmósfera de Marte
cambia cada poco tiempo. Según estos investigadores, tanto el Sol como la
propia corteza marciana, crean distorsiones magnéticas responsables de este
efecto.
Este curioso diálogo físico entre el
Sol y el planeta también produce un efecto similar a las auroras terrestres. De
hecho, gracias a MAVEN, el equipo detectó una aurora en el hemisferio norte (se
podría decir por eso que era boreal), a una altura de «apenas» 60 kilómetros.
Lo curioso es que, a diferencia de la Tierra, Marte solo tiene hoy un mínimo
campo magnético que oponerse al empuje del Sol, por lo que la aurora observada
fue más lisa y difusa que sus congéneres terrestres.
Polvo interplanetario
Por último, el equipo de Laila
Andersson analizó la presencia de partículas de polvo desde los 150 a los 1.000
kilómetros de la superficie de Marte. Esta capa no solo tiene una extensión
considerable, sino que además es relativamente uniforme. Por ello, los
científicos han concluido que su origen está en el espacio y no en el propio
planeta Marte.
A la vista de estas publicaciones, se
puede decir que los científicos pueden entender un poco mejor qué condiciones
climáticas pueden darse en Marte. Los nuevos datos refuerzan la hipótesis de
que el planeta rojo pudo perder su atmósfera a causa del viento solar, y, por
ende, se sabe más acerca de cómo este flujo podría afectar a la Tierra en el
futuro. Los siguientes datos recogidos por MAVEN permitirán seguir en este
camino y las próximas misiones seguirán analizando la «habitabilidad» del planeta,
para saber si puede albergar vida y cómo podría ser esta. Por último, queda
esperar, al menos hasta 2030, a que una misión tripulada o cargada de robots se
desplace hasta allí para buscar agua o vida de forma más directa.
Fuente: Estudios de la NASA
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