Evaristo Fuentes Melián
Varias ocasiones tuvo el PSG para
ganarle al Real Madrid en el Bernabéu la
semana pasada en el partido de la Champions. Como anti madridista que soy me
estaba cogiendo ya tan monumental enfado que opté por cambiar de canal. Y como
cinéfilo del montón me llevé una alegría. Estaban echando por La2 de TVE nada
más y nada menos que ‘Muerte de un ciclista’, aquel peliculón del año 1955, en
que Juan Antonio Bardem derrama una vez más la esencia de su mala uva congénita
y pone a parir—por medio de un accidente doloso en una carretera húmeda y vacía
de las afueras de la capital de España-- a la alta burguesía de nuestros pecados mortales, con secuencias,
primeros y largos planos dignos del mejor cine español de todos los tiempos. Y
filmado en un blanco y negro que yo he dado en llamar bien ‘obstetriciado’, por
su tratamiento digital que aplicado al celuloide deviene en una gestación y
alumbramiento de una limpieza y nitidez insuperable. Lucía Bosé está de una
belleza y juventud encantadora; Alberto Closas,
estupendo como amante, bigotito recortado de la época; el marido de ella, soportando cornamenta
hasta un final nada feliz; y Carlos Casaravilla, amigo de la pandilla, que
elucubra y mantiene en vilo la trama argumental; es Casaravilla como una mosca
cojonera que pulula en el centro geométrico de ese indeseable triángulo
amoroso. El final nada feliz termina como empezó, similar a una elipsis con
otro accidente de carretera que no voy a desvelar a los jóvenes que ahora
quieran visionarla.
La dichosa censura le dio más
importancia al pecado de adulterio, que al delito de accidente con abandono de
víctima, y en un plano casi al final del metraje, obligó a Bardem a añadir una
corta frase en boca del protagonista cuando éste está de espaldas, en cuya frase hay un explícito
arrepentimiento por faltar gravemente contra dos mandamientos: no desearás ni fornicarás con
la mujer de tu prójimo.
Ah, se me olvidaba: el Real Madrid
logró ganar al PSG. De churro.
Espectador
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