Salvador García Llanos
Según el viceconsejero
de Turismo del Gobierno de Canarias, Cristóbal de la Rosa, los turistas que se
alojan en el Puerto de la Cruz son los que más recorren la isla. En 2014, el
destino recibió más de setecientos mil turistas. Los datos, en efecto, son llamativos: más del
setenta por ciento de quienes fijan su estancia vacacional en la ciudad visitan
otros puntos de la geografía insular. Y un cincuenta y dos por ciento se acerca
a la capital. Añade el viceconsejero que el Puerto es el origen del mayor
número de excursionistas. Y completa su repaso significando que es la tercera
excursión preferida por los turistas que visitan Tenerife, la segunda en el
caso de alemanes y británicos.
Los porcentajes confirman, en el fondo, un antiguo problema
de vez en cuando debatido: ¿cómo lograr que los visitantes permanezcan más
tiempo en la ciudad? No se trata de acaparar en exclusiva pero organizaciones
empresariales y agentes sociales se han quejado en el pasado de que en el
Puerto se queda un margen de rentabilidad casi mínimo; en otras palabras, el
turista gasta más en excursiones y atracciones fuera de la ciudad, donde duerme
y desayuna, preferentemente. Restauración, comercio y ocio, en sus variables,
son los sectores que pugnan para captar clientela y contribuir al crecimiento
de la economía productiva. Teniendo en cuenta la reducción de la oferta
alojativa de los últimos años (más de diez camas, dato no desmentido), el
esfuerzo ha sido y es considerable.
No está probado científicamente pero quizá por ello se ha
acentuado la demanda de una parte de la sociedad portuense para atraer los
contingentes del mercado turístico de cruceros y ferries y así dar un sentido
-pedestre o simple, si se quiere- a la reivindicación de una infraestructura
marítimo-portuaria en condiciones. Pero no hay que fraguar ilusiones vanas: el
grueso de los clientes seguirá llegando en avión, luego hay que procurar que
los aeropuertos -especialmente, el más cercano- estén en las mejores
condiciones y que la conectividad aérea, mediante la operabilidad de las
compañías, se enriquezca de forma sostenida.
El caso es que, respetando los modos de hacer turismo de
quienes escogen el Puerto de la Cruz, por consiguiente sin mermar la libertad
de movimientos, el objetivo es que la ciudad brinde y cualifique su oferta
interior, en todos los órdenes, para que los clientes se sientan a gusto,
encuentren lo que buscan y disfruten con lo que está a su alcance. De los datos
registrados, se desprende una tendencia que los responsables de los sectores
público y privado en el ámbito local deben tener muy en cuenta: desplazarse y
descubrir opciones en otras coordenadas, aunque estén próximas y el
desplazamiento resulte más o menos cómodo, es accesible y a poco que estén bien
promocionadas, hasta casi resulta tan atractivo como quedarse en el destino que
se ha preferido para alojarse mientras se esté en la isla.
No es una invitación a la endogamia, a creer que la oferta
turística empieza y acaba en el Puerto. No. Sí es un emplazamiento a mejorarla,
a potenciarla, a innovarla, a cuidarla, a hacerla sostenible. Lo mejor es que
hay elementos propios para hacerlo. Solo faltan voluntad, imaginación y
aplicación eficaz (con planes e instrumentos al alcance) para lograrlo.
Si no, será una ciudad de paso. Como que alguien la denominó
en el pasado ‘ciudad dormitorio’.
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