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jueves, 18 de febrero de 2021

EL GRAN GEÓLOGO ALEMÁN DE TENERIFE EN EL SIGLO XIX: KARL VON FRISTSCH

José Melchor Hernández Castilla

Karl von Fritsch (1838-1906), es uno de los grandes naturalistas de lengua alemana que visitó Canarias. Describe por primera vez las tefritas (roca volcánica básica, de color grisáceo) y las basanitas (roca volcánica básica, de color negro) como materiales nuevos; además, demostró que las rocas volcánicas de la época tenían la misma formación y composición que la lava del terciario.

Visitó las Islas Canarias, por primera vez en 1862-63, y las recorrió a pie durante 9 meses y medio, desde el 2 de septiembre de 1862 al 14 de junio de 1863. En ese tiempo tomó notas detalladas sobre la geología de las islas, sobre la botánica, las costumbres y la lengua. De su primer viaje, nació el libro “Reisebilder des Canarischen Inseln (1867)”, en español “Islas Canarias. Cuadros de viaje (2006)”, donde se habla de Madeira, Tenerife, La Palma, La Gomera, El Hierro, Gran Canaria, Fuerteventura, Lobos y Lanzarote.

Karl von Fristsch, catedrático de mineralogía en Frankfurt del Main, publicó, dos libros más sobre Tenerife. En 1867, junto con G. Hartung y W. Reis, un atlas titulado “Tenerife, geologisch un topographisch dargestellt". Y en 1868, esta vez sólo con W. Reis, “Geologische der Insel Tenerife”.

Karl von Fristsch volvió a Canarias en 1872, y en 1876. 

Relato de Karl von Fristsch en Gran Canaria, 1863:

“El 27 de febrero salí de Agaete para llegar a la capital de la isla siguiendo la costa norte de Gran Canaria. El camino pasaba por Gáldar, antigua sede real de los aborígenes, que posee una hermosa iglesia, después, por el agradable pueblo de Guía, cabeza del partido judicial del mimo nombre. Desde allí, tuvimos que subir la pendiente de los riscos de la Cuesta de Silva, para seguir más tarde por la orilla del mar hasta que llegamos a la bien cultivada meseta de Tenoya y Tamaraceite y, finalmente, por el Castillo del Rey, alcanzamos la muy noble ciudad de Las Palmas.

Curiosa resulta la primera impresión de una ciudad en la que casi solamente se divisan techo planos. No hay duda de que Las Palmas está mejor edificada que Santa Cruz de Tenerife: su catedral, a pesar de no estar totalmente acabada, el ayuntamiento, el gran palacio episcopal, el bello puente sobre el Barranco de Guiniguada, la gran plaza que allí se encuentra, la agradable Alameda, los edificios del teatro y del casino, en fin, el nuevo mercado y el Colegio de San Agustín, centro de enseñanza para muchachos, son otras tantas joyas de la ciudad, más que el edificio del Seminario conciliar, pintado de azul claro y dirigido por los jesuitas, hombres muy bien formados y personas muy afables. Elegantes carruajes llevan a los notables de la ciudad hasta sus apacibles casas de campo en el Monte; también se va mucho a Telde, ciudad conocida por las peleas de gallos; la carretera que allí llega desde Las Palmas no estaba completamente acabada todavía en 1863, porque las obras que realizaban en el túnel de Jinámar avanzaban muy lentamente. Asimismo, se utiliza para ir de paseo la carretera que lleva hasta el Puerto de la Luz. En las Palmas, encontré la cortesía más amable, tanto entre los naturales como entre los residentes extranjeros, y me pareció que allí había mayor formación intelectual que en las restantes ciudades canarias. Los hoteles son aceptables y las tiendas están bien provistas. El Casino está suscrito a muchos periódicos y revistas, españoles, franceses e ingleses, y en su biblioteca se halla también la obra que sobre Canarias escribieron Barker-Webb y Berthelot. El barrrio de Vegueta, al sur de la ciudad, encierra en su seno la catedral, los centros de enseñanza, las viviendas de los miembros del clero y los funcionarios (aquí residen un subgobernador y el obispo del Archipiélago) y la Audiencia Provincial.

El barrio de Triana, donde están el teatro y los astilleros, está dedicado, sobre todo, al comercio y la industria. Creo que, con muy poco esfuerzo, podría Las Palmas aventajar a Funchal como centro de reposo para enfermos y estación termal, pues, además de poseer Gran Canaria las fuentes agrias de Firgas, Teror, Telde, etc., con un agua muy refrescante y de excelente sabor, también se puede tomar baños de mar cómodamente y sin peligro alguno, incluso para los que no saben nadar, en la playa tranquila y sin profundidad del istmo de Guanarteme y en más sitios. Cada dos semanas llega a Las Palmas procedente de Cádiz el vapor de la compañía hispano-francesa; las cartas que traen a Santa Cruz el vapor que viene de La Habana o los vapores ingleses, se remiten inmediatamente a Las Palmas por medio de los barcos de vela de Correos, que hacen este trayecto dos veces por semana. Entre Santa Cruz y Las Palmas existe una gran rivalidad, diríamos que incluso celos, pues son dos ciudades del mismo tamaño aproximadamente, cuyos distritos municipales contaban en 1860, y según los datos de Olive, con lo siguiente: Santa Cruz, 1 ciudad, 2 lugares y 73 caseríos, etc, 14.146 habitantes; y Las Palmas, 1 ciudad, 2 lugares y 22 caseríos, etc, 14.233 habitantes.

Los grancanarios quieren, además, tener en su isla la sede del gobernador y los consulados extranjeros; y desean ver anclar en su puerto los barcos extranjeros que ahora van a Tenerife. Los ricos propietarios y comerciantes de Las Palmas están dispuestos a sacrificarse por su isla y por su ciudad. Por ello, se trazan y acaban las calles y carreteras con mayor rapidez en Gran Canaria que en Tenerife; los habitantes pagan contribuciones especiales para las obras de edificación de muelles en la ciudad misma y en el Puerto de La Luz; tertulias, círculos y sociedades de utilidad pública se afanan en colaborar con diligencia; no sin grandes sacrificios, en 1862 y en Las Palmas, se organizó la primera exposición de industria y productos del Archipiélago. También, la prensa contribuye con algunos periódicos que no están, en absoluto, mal redactados. De interés para el naturalista son las colecciones de fósiles canarios de la Era Terciaria que posee don Pedro Maffiote y la colección de conchas del doctor Chil, que estudió en París. El último de estos señores posee, también, una valiosa colección de antigüedades canarias.

En este sentido, la rivalidad con Santa Cruz supone para Las Palmas uno de los principales acicates para su desarrollo; por desgracia, sin embargo, estos celos degeneran, en ocasiones, en un verdadero odio contra los habitantes de la ciudad vecina, que se muestra, entonces, en forma de fastidiosos enredos y vejaciones mezquinas” (Fristsch, Karl von, 1867; 2006. “Islas Canarias, Cuadros de viaje”. Páginas 119-123). 

Relato de Karl von Fristsch en Tenerife, 1863:

“Después de la fiesta, emprendí, por segunda vez, la ascensión del Pico del Teide, esta vez por Icod el Alto, el camino más cómodo de todos los que llevan hasta la cumbre y sin mayores complicaciones. En ese momento resplandecían las Cañadas vestidas de las flores blancas y rosadas de la retama; en Altavista (el antiguo observatorio de Piazzi Smith) retoñaba, en todas las grietas de las rocas, la azulada violeta del Pico (Viola cheiranthifolia), parecida a los pensamientos; y, en El Teide mismo, la magnífica vista que se ofrecía sobre todo el Archipiélago recompensaba el esfuerzo del ascenso que habíamos hecho durante la noche. Por entre cortantes y poco seguros bloques de lava descendimos, después, hasta el gran cráter de explosión del Pico Viejo (también llamado Chajorra o Montaña de Venge) y, desde allí, hasta las Cañadas por la cadena rocosa de los Peñones, encajada entre las lavas del Teide y sobre la cual se ha derramado una corriente de lava anterior como una cascada petrificada. Después de una corta estancia en la cumbre, descendía hasta Guía y, desde allí y caminando por la pendiente surcada por numerosos y profundos barrancos, visité Adeje y el Barranco del Infierno, un barranco muy pintoresco, inculto y angosto, cercado de escarpadas laderas de, a menudo, más de 300 metros de alto, en las crecen dragos salvajes. Al final del barranco, hay unas cascadas imponentes. Al norte de Guía, entre la cumbre y el mar, se extienden fructíferos campos de lava hasta llegar al Valle de Santiago; las localidades allí existentes, antes miserables, han ganado mucho desde que empezó el cultivo del cactus, ya que este suelo permite la opuncia. Por Santiago, pasamos la cordillera noroccidental de Tenerife, las montañas de Teno, que, al igual que la cordillera de Anaga, se formaron antes que la masa principal de la isla y se encuentran ya muy erosionadas por las aguas. Peñas y saltos de agua adornan la caldera de Masca, que, sin embargo, es pobre en vegetación. Cuando nos dirigíamos al arruinado Garachico y, luego, al floreciente Icod de los Vinos, la niebla nos impidió ver El Palmar y Buenavista. Las desiertas calles de Garachico, los pavorosos vestigios de la destrucción que causó la erupción volcánica de 1706, ofrecían un vivo contraste con Icod, que es, con razón, famoso por sus vistas al Teide, sus extensas cuevas (canales en la lava) y un antiguo drago, hermoso e imponente, que se encuentra en el jardín de D. Romualdo Barroso. Icod está situado en un valle como La Orotava y Güïmar, el cual, a pesar de las desérticas lavas de obsidiana (tabona) que, por ejemplo, predominan en la zona del Pino Santo, es muy favorable para el cultivo de los frutos del campo y de la vid, conteniendo magníficos pinares en sus partes más altas.

A lo largo de los elevados acantilados de la Playa del Callao, pasando por las bien cultivadas Ramblas, regresamos a La Orotava, nos despedimos allí de nuestros amables compatriotas y emprendimos el camino de vuelva a Santa Cruz a través de la cumbre y las secas tierras de las Bandas de El Río y Abona, pasando también por Güímar. Desde allí, el día 14 de junio de 1863, nos embarcamos en dirección a Cádiz en compañía de Sabino Berthelot, erudito botánico del Archipiélago, entonces convaleciente de la fiebre amarilla, y hoy cónsul francés en Santa Cruz, al que estoy muy agradecido” (Fristsch, Karl von, 1867; 2006. “Islas Canarias, Cuadros de viaje”. Páginas 51-53).                                            

Bibliografía:

-      Batista Rodríguez, José Juan; Tabares Plasencia, Encarnación (2006) en Fristsch, Karl von (1867). “Islas Canarias, Cuadros de viaje”. Páginas 9-18.  

-      Díaz de Neira Sánchez, José Alberto (2019). “Vocabulario de rocas, sedimentos y formaciones superficiales”. Instituto Geológico y Minero de España. Páginas 26 y 29.

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