Evaristo Fuentes Melián
Uno de los
momentos más álgidos de la reciente Historia de España, fue la Marcha Verde de
Marruecos sobre el Sahara Español, coincidiendo con la muerte del general
Franco, jefe del Estado. Mencionaré algunos de los aconteceres de distinto
nivel de importancia, paralelos a esa etapa de la década de los conflictivos
años setenta del siglo XX.
El edificio o
casona actual del Liceo de Taoro de La Orotava se inauguró como sede de tal
sociedad pública cultural y de recreo, el domingo 21 de diciembre de 1975, que
fue el domingo cuarto de Adviento para quienes habíamos recibido una formación
ambientada en la religión católica. La
adquisición de dicho edificio para la sociedad Liceo de Taoro fue una gestión
que se extendió durante un lustro, con la colaboración incluso de uno de sus
propietarios coburgos.
En la
ceremoniosa de inauguración liceístas, yo formé parte de la agrupación de
cuerdas, nada menos que con el contrabajo. Actualmente, casi medio siglo
después, confieso que yo no dominaba el contrabajo, el mío tenía solo tres
cuerdas, y luego me fui enterando de que en realidad debía tener cuatro.
Alguien me dijo: tú dale a una cuerda cada vez, al compás de la canción o
melodía, que con eso basta.
Eran los
tiempos de los ¿varoniles? pantalones de campana, con los que yo componía, con
aquel contrabajo gigante y mi flaqueza física de entonces, una figura tan
pornográfica como onírica: mucha campana y poco badajo, pues yo, por la
responsabilidad de tocar el instrumento, estaba muy nervioso, por no decir
‘acoxxxonado’.
Pero ahora
viene lo mejor de este mi relato: al día siguiente, lunes 22 de diciembre de
1975, partí yo en vuelo aéreo para Caracas Venezuela; un vuelo salía de Los
Rodeos Tenerife a Gando Gran Canaria en un avión DC 9, para luego agarrar en
Gando el DC10, un trimotor a reacción que tenía capacidad para unos trescientos
pasajeros. La dependencia de Tenerife con respecto a Gran Canaria, era
evidente…
Al llegar al
aeropuerto de Caracas-Venezuela (tardamos siete horas reales, pero recuperamos
cuatro por el cambio horario) la primera impresión por el aspecto cutre de los
edificios de la terminal aeroportuaria, fue una sensación de desasosiego, mucho
desorden y mucha gente de color oscuro. Por esa primera impresión me dieron ganas
de dar media vuelta y agarrar el primer avión que habría de volar hacia
Canarias. Pero me contuve.
En aquel
momento, año 1975, la crisis de la construcción en Canarias y Península era muy
grande; aparejadores y arquitectos técnicos, luego ingenieros de la
edificación, se fueron unos a África y otros a Centroamérica para buscar
trabajo.
Un aparejador
familiar cercano de mi esposa, nos recibió amablemente en tierras venezolanas.
Al fin, regresó pocos años después, con dos hermosas hijas, ahora mayores y
guapas, pero que de niñas las tuve en mis brazos en la playa de la bahía de
Cata, a donde fuimos de excursión. Se va por un tramo de la autopista de la
Valencia venezolana, y por un ramal estrecho llegamos a dicha playa en cuatro
horas. Allí pude, a pesar de mi frio flacucho existencial, darme un baño
fabuloso en la playa, dada la alta temperatura ambiental del trópico.
Por otro lado,
en otro ‘desorden’ de sucesos, la Marcha Verde progresó y se apoderó del Sahara
ex español, a pesar de que el Generalísimo Franco, desde su lecho de muerte,
ordenó a media lengua, atacar al enemigo y no dejar progresar a la Marcha
Verde. Un dato importante: tengo un pariente militar que luego fue teniente
coronel, pero que empezó su carrera juvenil botándose en paracaídas en tierras
africanas y majoreras. Él nos comentaba que también era partidario de atacar a
los de la Marcha Verde, que en su opinión hubieran huido despavoridos, pues en realidad
no eran tan numerosos como se decía.
Y otra
anécdota para terminar. El 18 de enero de 1973, coincidiendo con mi cumpleaños,
partí para La Gomera desde Los Cristianos, en una lancha grande que llamaban
pomposamente <Carabela>. El periplo gomero lo contaré otro día, pero lo
que si contaré ahora es que con nosotros iba un joven arquitecto, que era nada
menos que sobrino del general militar de las tropas de Franco, que gobernaba
(dependiente del capitán general de Canarias, sito en la plaza Weyler) las
tropas españolas en África, cuando se produjo la Marcha Verde. Este arquitecto,
cuyo nombre de pila prefiero reservarme, no se sintió satisfecho con el
ambiente y el cargo funcionarial que le ofrecían en nuestros lares, y a la
semana siguiente cogió un avión y regreso a su residencia madrileña.
Y aquí termina mi perorata sin más
comentarios.
EVARISTO
FUENTES, APAREJADOR
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