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sábado, 30 de enero de 2021

TERROR

Evaristo Fuentes

Hace unos días se produjo en un edificio del centro de Madrid, una explosión causada por un fallo en la manipulación del sistema  local de distribución de gas municipal. Según todos los indicios, la deflagración se produjo por un fallo de alguno de los obreros o técnicos que estaban manipulando aquella instalación, en una  periódica obligada revisión técnica.

En otro ‘desorden’ de cosas, aunque también en un suceso de gran magnitud, me narra un amigo que por los años ochenta, siglo XX, en una de sus visitas esporádicas a Madrid, se encontró de repente en plena calle con la explosión de un artefacto  terrorista. Incluso ayudó irremediablemente a sacar objetos y utensilios del mobiliario que había sido dañado o destruido por la fuerza de la onda expansiva… ¡casi nada!

Si le añadimos morbo a mi relato, diré que en mis visitas a Madrid suelo pasar frente a un edificio de Telefónica, calle Ríos Rosas, donde el terrorismo había activado un artefacto explosivo. Siempre que transito a pie por ese tramo de la mentada calle prefiero pasar, por instinto de conservación, deprisa y por la acera de enfrente, la más alejada de la fachada del edificio objeto de aquel atentado. 

El terrorismo  es  una lacra mundial que aún colea y que está  surtiendo efectos  políticos  en algunas zonas del ancho mundo. Pocos países  se ven  libres de esta  'servidumbre'. Otros territorios se  lo  han buscado  por  su  politica  de 'mala vecindad'  o por tener ubicadas  en  su  demarcación territorial, razas  distintas con   viejas  rencillas  históricas   o  hábitos  y tradiciones  de  lengua,  costumbres  o  religión,  que  los hacen convulsivos en sí mismos y en sus relaciones mutuas.

Un ejemplo flagrante fue la descomposición de la antigua Yugoslavia a las órdenes del mariscal Tito, en un periodo de posguerra mundial (1939-45) de varias decadas, donde luego, por los años noventa, se enfrentaron las distintas regiones en una guerra fratricida (croatas, serbios, bosnios, musulmanes…) con cientos de miles de muertos.

En algunos casos,  y esto es lo más penoso,  hay que achacar la culpa a los  organismos  internacionales que no cumplen con su obligación de vigilancia control y apaciguamiento, creados a priori entre otras cosas para preservar la paz: la  ONU,  la OTAN,  la CEE ahora  llamada UE, la Liga  Árabe…

La manera de  denominar y calificar con cierto cinismo estos conflictos, suele  ser con un  apelativo según de  la parte de donde  se miren. Mientras algunos lo consideran  'guerra santa',  para otros es 'terrorismo  de  estado'.  

Espectador

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