Evaristo Fuentes Melian
Estrenaron esta película, Quo Vadis (Merlyn Leroy, EEUU, 1951), en los cines del Puerto de la Cruz y La Orotava, un par de años más tarde. Acabo de revisionarla por la tele este principio de año. Es una delicia, con atisbos políticos de alto alcance. Dura 171 minutos, o sea, tres horas menos nueve minutos.
Quiero comentar someramente algunos de los golpes de más impacto en Quo Vadis. El juego de palabras sigue en pie, y cuando veo a algunos de mis amigos de aquella feliz etapa de nuestras vidas, a veces nos saludamos con una pregunta y el siguiente corto diálogo:
Quo Vadis? / Qué dices? / que a dónde vas…/ bueno, yo voy de paseo por ahí; y tú, Quo Vadis?...
Y así sucesivamente podemos estar un buen rato, presumiendo de latinismos, que es una lengua ahora medio muerta, pero muy viva en nuestra etapa infantil en el colegio religioso, en donde cada día celebrábamos la misa y varias oraciones en latín. Eran otros tiempos, antes del Concilio Vaticano II, que decidió traducir y celebrar la misa en castellano.
Un par de detalles quiero destacar de Quo Vadis.
En algunas escenas y secuencias en el circo romano, las gradas llenas de un público ávido morbosamente de sangre, tienen su truco, como lo tienen las gradas de los estadios de futbol en la actualidad, que debido al corona virus están vacías, pero sus imágenes en la tele se pintan de colerines imitando gente, para que parezca que hay aficionados e hinchas rebosantes y ansiosos de grandes emociones; y además, como banda sonora, se le pone un sonido de murmullos y canciones como si hubiera aficionados a tope, reclamando faltas y celebrando goles con gritos furibundos.
También se nota, sobre todo el aspecto político—eterno en esencia—que se desarrolla en la trama de Quo Vadis, con un impresionante, insuperable Peter Ustinov, en su interpretación de malo malísimo, personificando a Nerón, un ‘HP’ donde los hubiera o hubiese…
Como todo jefe de estado que se precie, Nerón tenía por aquel entonces también sus consejeros y ministros que lo dejaban hacer, hablar y tocar la lira con aquella cara de “yo no fui”, atontado, que se creía que lo estaba haciendo de maravilla en su paranoia.
Uno de sus malignos consejeros, cuando Nerón le preguntó, se lo dejó bien claro: de toda tu actuación politica es aceptable martirizar cristianos en el circo, quemar Roma por capricho, soltar los leones al pueblo indefenso, crucificarlo, quemarlo vivo…Pero lo que más se le reprochaba por encima de todo ello, es que se pusiera a cantar desafinadas y horribles poesías acompañado de su instrumento de cuerda, la lira. Insoportable
Por otro lado, el trato machista a las mujeres en general es evidente, cuando se califican sus cuerpos como si fueran pequeñas bestias indefensas: “Ésta tiene buenas caderas”…
En fin, en su egolatría patológica paranoica, Nerón, cuando uno de sus súbditos se ha suicidado, dice grandilocuente y recriminatorio:
“¡Se ha suicidado sin pedirme permiso!”
Y entre los matices políticos actualizados, hay una frase que ha dejado huella a lo largo de la historia de la Humanidad: cuando se plantean atacar al enemigo, uno de sus servidores militares (pretorianos) exclama:
“¡Matémoslos a todos, exterminémoslos, que cuando no quede ninguno vivo, nadie se va a acordar de que existieron!”.
Epílogo: Cosas horribles como esas, siguen sucediendo en las guerras en la actualidad, siglo XX y XXI. Están en candelero. Desgraciadamente.
ESPECTADOR
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