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sábado, 10 de noviembre de 2018

TAORO, DONDE HABITA EL OLVIDO


Salvador García Llanos

Cuando creíamos que ya estaba todo dicho -solo en la historia de este blog hay más de ocho entradas alusivas concretas- y a la espera de avances concretos en la resolución de los trámites orientados a la restauración del inmueble y a la restitución del uso turístico, Gabriela Gulesserian publica en Diario de Avisos un reportaje con título inquietante: “El primer gran hotel de España, en el Puerto de la Cruz, se cae a pedazos”. Y eso refresca un asunto que ya resulta lacerante. La entradilla no es menos cruda: “[El recinto], declarado Bien de Interés Cultural (BIC), y sus alrededores se encuentran en un total abandono”.

Es como si pesara una maldición, después de cuatro concursos públicos y sus correspondientes modificaciones de pliegos de condiciones que finalizaron sin adjudicación. En efecto, la rehabilitación imposible, el rescate que nunca llega. El citado reportaje describe una realidad doliente, una estampa de abandono que se agrava y solo es mitigada por la escasa actividad que intramuros se desarrolla, la que produce el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan). El aspecto de los alrededores es de notable abandono. Lástima porque en pleno centro del parque del mismo nombre, la situación deprime. El pabellón de eventos y congresos apenas es utilizado.

Un informe técnico cifró en 1,8 millones de euros (que debería correr por cuenta del adjudicatario) el importe de la restauración del inmueble cuyo valor histórico y patrimonial es indudable, no en vano fue declarado BIC. Como era de prever tras el cierre de las instalaciones del antiguo casino, el paso del tiempo sin soluciones efectivas y palmarias envolvió la desidia y hasta desató especulaciones sobre el destino de la edificación. Nos empeñamos en que debía ser restituido el uso turístico: un destino como el Puerto de la Cruz merece establecimientos de máxima categoría. Eso se salvó, pero luego no ha habido suerte: las condiciones no han sido suficiente reclamo para inversores y compañías turísticas.

Y así ha ido apagándose, hasta la oscuridad casi absoluta. El brillo de otrora ha dejado paso a ese abandono prolongado. La firma de Adolph Coquet, arquitecto francés, autor del proyecto de construcción, así como todo el patrimonio natural del entorno, merecen otro tratamiento.

Desidia o mala suerte o falta de incentivos, lo cierto es que la capacidad de gestión no sobresale. Acaso pueda hablarse ya de un gran fracaso colectivo a la hora de rescatar el Taoro, donde habita el olvido y donde se alimenta la frustración.

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