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viernes, 30 de noviembre de 2018

LA AUTORIDAD FAMILIAR, UN DERECHO DE LOS HIJOS

Iván López Casanova

Aprovecho que esta semana hemos celebrado el Día Internacional de los Derechos del Niño, para escribir de uno fundamental: los hijos tienen el derecho a la autoridad de sus padres. Lógicamente, distinguiendo bien entre autoridad y autoritarismo, y rechazando esto último como algo muy negativo. O sea, para realzar la importancia de ser verdaderos padres y madres de los hijos, y para desterrar el rol de padres y madres amiguetes, colegas y pandilleros.

A esta cuestión se ha referido el filósofo y sociólogo Gilles Lipovetsky en De la ligereza, libro de 2016 en el que ofrece un diagnóstico sobre la cultura actual. Concretamente, le dedica un parágrafo que titula «Padres cool, hijos frágiles» (padres guays, podría ser la mejor traducción castellana).

Lipovetsky da cuenta de los aspectos positivos definitivos del fin del autoritarismo familiar. Pero en seguida añade las sombras negativas ofrecidas por las encuestas sociológicas: «La educación permisiva, en efecto, favorece el desarrollo de niños inquietos, hiperactivos, ansiosos y frágiles, porque se han educado sin reglas ni límites, sin figura que represente la autoridad (. . .). Está demostrado que este estilo educativo priva a los niños y más tarde a los adultos de recursos psíquicos suficientes para resistir la confrontación con la realidad, para adaptarse al mundo exterior, soportar las frustraciones y los conflictos».

Y aun nos deja más inquietos cuando este filósofo postmoderno, uno de los intelectuales franceses más destacados, muestra algunos escalofriantes datos y reflexiones en relación con la falta de autoridad educativa familiar: «En Francia, el 20% de las chicas y casi un chico de cada diez ya han intentado suicidarse antes de cumplir dieciséis años. La lógica educativa cool tiende a producir inseguridad psicológica, desestructuración de la personalidad, incapacidad para dominar los impulsos y deseos. Tal es la ironía de la ligereza hipermoderna». ¿Se puede decir más claro?

Por supuesto que no juzgo a nadie ni deseo emitir una absurda simplificación, pero no conviene engañarse ni desconocer los dolorosos efectos sobre los hijos de la falta de autoridad y de la fragmentación familiar. Es lo que visto desde el lado complementario, Gregorio Luri lo expresa así: «Cuando me preguntan cuál es la principal obligación de los padres no dudo en contestar que es la de quererse».

La mejor autoridad familiar va de la mano del logro de una vida de familia alegre y de una comunicación con los hijos llena de sinceridad y de criterio ético. De conversar con ellos a solas cuando se han comportado de modo equivocado y de corregirlos con claridad pero sin desesperanza. De explicarles el mundo complejo en el que tendrán que crecer. De saber decirles que no cuando hay que hacerlo. De llevarlos cortos de dinero para que valoren las cosas y no se hagan consumistas.
Además, hay que formar su conciencia en los temas básicos de la vida: Dios, el sentido de la existencia, el amor, la felicidad, la sexualidad, los deseos, las virtudes, la pluralidad y la tolerancia con quien piensa distinto a nosotros, etc. En el fondo, dotarles de una identidad familiar fuerte para que no sean pasto de la propaganda o de lo que hace todo el mundo. Para ello, exigirles también para que sean buenos estudiantes, porque solo así poseerán una personalidad recia para superar las dificultades.

«La primera carta de amor que leí fue el rostro de mis padres», escribía en Twitter el poeta Jesús Montiel. Porque otro rasgo fundamental que se aprende en la familia es el del amor incondicional. Y, por ejemplo, comer juntos y nunca discutir delante de los hijos va aparejado al crecimiento de chicos y chicas estables, con una autoestima fuerte.

La autoridad familiar provee de un estilo familiar de alegría y confianza, de una identidad familiar con contenidos que forman la conciencia y las virtudes, y de la seguridad del amor incondicionado.

A todo esto tienen derecho los niños.

Iván López Casanova, Cirujano General.
Escritor: Pensadoras del siglo XX y El sillón de pensar.

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