Evaristo
Fuentes Melián
Hay
tres momentos en mi vida, que pueden relacionarse con algunos aspectos de este
tan controvertido tema del referéndum en Cataluña para su independencia.
1.-
Corría el año 1953. Los carnavales estaban prohibidos, había una orden del
gobierno civil de la provincia por la que los ayuntamientos debían impedir a
toda costa que salieron personas disfrazadas a la calle. Pero en La Orotava, mi
pueblo, nos conocíamos todos, o casi todos incluso con careta en el rostro. Por
ello, era poco menos que una tontería que los guardias municipales que entonces
los llamábamos celadores, corrieran tras
las mascaritas para hacerlas regresar a sus casas o que se quitaran la careta.
Y en muchos casos se hacían la vista gorda, como si no hubieran visto a nadie
con disfraz.
Moraleja:
Esto se puede comparar, salvando las distancias, dimensiones y objetivos, con
lo difícil y comprometido que pudiera ser, para los mossos de la policía
catalana, oponerse a sus vecinos, obedecer las órdenes del gobierno de Madrid,
retirar las urnas y atajar el referéndum.
2.-
Corría el año 1954, y un famoso catedrático de la ULL, algo extravagante, pronuncia un elocuente y
agresivo discurso, en el teatro cine Atlante de La Orotava, dirigido a
autoridades pero también a los niños y niñas de los dos colegios religiosos del
municipio. Aunque el exaltado orador era falangista, camisa azul, su discurso
resultó en esencia un mitin muy politizado y prohibitivo contra el Régimen
franquista en plena vigencia. Pero los niños y niñas de nuestros respectivos
colegios nos tragamos la para nosotros
incomprensible perorata extemporánea del interfecto.
Moraleja:
actualmente, acaba de ocurrir algo similar, con los niños de algunos colegios
de Cataluña manipulados y llevados a manifestaciones independentistas.
3.- Sin embargo, si le quitamos hierro al
asunto, el mejor golpe de humor que he leído en la prensa hace solo unos días,
es el de un vecino del Puertito de Güímar que, igual que dicen los catalanes
que “Madrid nos roba”, este vecino pide independizarse de Güímar, porque alega
convencido que “Güímar nos roba”. Sin comentarios.
Espectador
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