Agustín
Armas Hernández
Un
artículo del conocido escritor don Antonio Martí, aparecido en el periódico
“ELDÍA”, hace ahora algunos años, y que llevaba por titulado: («Hay que ayudar
al milagro») me ha sugerido algunas ideas en relación con la fe, el milagro y
el destino del hombre.
Es
cierto que todo chófer debe hacer lo posible para evitar los accidentes, y no
basta invocar a San Cristóbal o la Virgen de Candelaria. Pero mi pregunta sería
¿cuál es más importante para salvar la vida? Pues dice el Santo Evangelio: «¿quién
puede alargar en un solo codo su vida?» (Mit. VI, 27). Cuando el choque de los
dos jumbos en Los Rodeos (marzo de 1977) ¿por qué se salvaron unas 60 personas
entre 500, o más que perecieron? Sin duda que fue el destino de cada una, pues
todas estaban en la misma situación y nada pudieron hacer para conservar sus
vidas. El citado articulista da sensatos consejos a los conductores según el
adagio: <<ayúdate y Dios te ayudará>> En cuanto a llevar fotos de
coches destrozados o espa- churrados, los psicólogos desaconsejan tal método,
pues esas imágenes nefastas producen impresiones negativas en el subconsciente
que pueden provocar precisamente esos accidentes que se pretenden descargar. En
nuestro centro «Crisipo» se nos enseña a autosugestionarnos con pensamientos
positivos para mejorar la salud y evitar más fácilmente los peligros. Así se
producen pequeños milagros del orden natural; y mejor, todavía si se excita la
fe en algún Santo de la propia devoción.
Por idénticas razones es muy dañoso que los
niños jueguen con juguetes bélicos o que tengan pinturas y fotos feas, o
agresivas. Peor todavía que vean cosas obscenas en la televisión o de crímenes,
si queremos tener ciudadanos sanos y pacíficos.
Un teólogo (de esos que todavía tienen fe
robusta) se expresó así: «cuando exclamó San Pedro: mándame ir a ti, sobre las
aguas, Jesús no le respondió: sigue en la barca, y no seas imprudente. Le dijo:
ven, y el apóstol se lanzó al oleaje. Pare-ce claro que el Señor le agradaba
más la fe de Pedro, aunque débil todavía, que la prudencia de quienes se
quedaron en la nave». Me hizo reflexionar mucho esta explicación, pues con
frecuencia lo que creemos prudencia, sensatez y sentido común no son sino
indecisión y cobardía.
Se usa la palabra «milagro» en diversos
sentidos: «la fe hace milagros»; «el milagro alemán»; «me salvé por milagro»,
etc. Hay, pues, milagros de orden natural, producidos por la fe natural, por la
confianza en la propia misión o destino. Por otra parte, nos enseñan los
esotéricos y parapsicólogos que la valentía aparta el peligro, y hasta las
balas del pecho físicamente, lo que no deja de ser un «milagro natural».
También los hay de orden sobrenatural, los verdaderos milagros, como los que se
producen en Lourdes.
Se
insiste mucho en que los conductores conduzcamos con prudencia y no con
demasiada velocidad, pero debemos escuchar también a los parapsicólogos, según
los cuales es aún más importante tener confianza en sí mismo, no dudar, y
pensar que estamos protegidos por fuerzas invisibles. Estos pueden ser el Ángel
guardián, los santos, la Virgen María, o el mismo Jesucristo. Los hinduistas
pensarán que es Visnú o Krishna; los budistas, que Amitabha Budha; los
musulmanes que Alah, o un ángel. Otros que no practican ninguna religión, dirán
que les protege el Ego, el yo superior o supra-consciente. El efecto, el
«pequeño milagro» se produce igualmente. Se cuenta que los lamas tibetanos
cuando había que subir en globo para recoger hierbas medicinales en la montaña,
decían a un compañero: «sube tú, pues está anunciado que no morirás, sino que
vivirás muchos años». Pero claro, ¿cómo va el ministro de transporte a decir:
«encomendaos a San Cristóbal o a Kirhna», cuando da consejos a los chóferes o
conductores? Por eso está bien que escuchemos además a los ocultistas y
parapsicólogos, quienes pueden enseñarnos cosas interesantes.
Los
taoístas chinos y los yoguis de la India aconsejan la respiración pausada para
relajarse, y obrar con calma y autocontrol en medio del peligro.
Volviendo sobre el enfermo y la salud, saben
muy bien los médicos que es más importante devolver la confianza al paciente
que suministrarle los medicamentos. Aquí se cumple con frecuencia eso de que
«la fe hace milagros». El mantra o la jaculatoria también hacen milagros en
cuanto a la salud y aumentar la autoconfianza, pero nos dicen los yoguis y
místicos cristianos que hay que repetir la fórmula sagrada muchas veces muchas
horas y días, para que tenga pleno efecto.
Ojalá que estas consideraciones nos ayuden a
los conductores y a los enfermos para librarnos del peligro y desarrollar
nuestras cualidades, pues no está todo en proclamar: «conduzca despacio». ¡Hay
otras «entidades» invisibles que pueden ayudarnos!
Un
saludo y nuestros recuerdos al distinguido y apreciado articulista.
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