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sábado, 21 de octubre de 2017

NUESTRA BELLÍSIMA DEPENDENCIA

Iván López Casanova

¿Por qué Josep María Esquirol, Premio Nacional de Ensayo 2016, afirma con contundencia esta herejía cultural: «la idea de que dependamos unos de otros no es un inconveniente, es una suerte»? Porque acepta y comprende bien que somos vulnerables, frágiles, afectables −sin decimonónicos delirios de autonomía absoluta−. Además, cuando esto se entiende, la hospitalidad hacia los demás, su cuidado y la asistencia que ellos nos prestan, se convierte en lo que embellece la vida, en su verdadera riqueza.

Esquirol ha ofrecido una maravillosa «Filosofía de la proximidad». Explica que la dependencia está lastrada por la carga histórica del contrato social, una especie de control racional de la individualidad para entendernos. No niega que tenga su valor, pero sí que oculta la belleza de la donación. Un paso más, lo ofrece el mercado, que añade la idea preciosa del intercambio entre personas para compartir y remediar nuestra indigencia. Pero en este tiempo, también se encuentra empañada por su degeneración en el consumismo y el mercantilismo.

Explica el pensador catalán que la filosofía, la vida espiritual madura, comienza con una interrogación sobre algo que nos afecta, tal vez porque un discurso no se corresponde con la realidad, por ejemplo: “Todo son intereses”. Ante esto, Esquirol se cuestiona: “¿Estás seguro?”. Y con ello empieza la vida del nosotros, con su admirable vocabulario de la dependencia –el que analiza en su obra La resistencia íntima−: generosidad, el dar por dar, el donarse uno mismo, la amabilidad, la simpatía, el agradecimiento…

Este modo valioso de entender la coexistencia subraya la necesidad de vivir y educar en las virtudes de la convivencia, de adoptar una opción moral personal en favor de un ideal humanista: contribuir a la construcción de una convivencia entre personas. Como lo expone Juan Luis Lorda: «No queremos ver en los demás enemigos y competidores, sino seres humanos con los que podemos compartir nuestra vida, ayudarnos y apreciarnos».

Lógicamente, quien toma esta actitud ante la vida sufrirá decepciones, pero irá extendiendo a su alrededor un clima de confianza, de respeto a la pluralidad, de aprecio y beneficencia. Afirma Lorda que, además, «este clima es, en sí mismo, educativo, hace mejorar a las personas, las hace más personas».

Sin esta comprensión de la dependencia, se llega a la visión contraria en la que todos recelan de todos. Y se alimenta el desencanto, la desconfianza e, incluso, el rencor social, lógicamente con algunos motivos que cargan de alguna validez al argumento –por ejemplo, los continuos casos de corrupción−, pero que carecen de verdad de fondo. Entonces, se empieza a entender casi todo en clave de lucha: el mundo lo mueve el poder y no el amor; y se termina por ser un individuo desconfiado y rencoroso. Pero falla algo: el resentimiento ciego para captar los valores, y ya no se aprecian las acciones bondadosas.

Dice Lorda, con un punto de ironía, que las virtudes de la convivencia −junto con el trabajo creativo, la familia y el ámbito de lo trascendente− son lo más decisivo de una persona, lo que más construye su personalidad, lo más humano: «Y no suele aparecer en las enciclopedias». Por eso, dedica algunas líneas maestras a concretar sus contenidos.

En las virtudes del trato, la simpatía, cuyo gesto fundamental es la sonrisa; la amabilidad, que es saber manifestar el aprecio; la cortesía y la puntualidad; y una virtud curiosa, el interés: ¿cuántas veces comenzamos a narrar algo y notamos que no nos están escuchando? También, insiste en la necesidad de superar tres tendencias negativas: el egoísmo, la prisa y la timidez. Por último, en sentirse ciudadano y participar en la vida social, y en la solidaridad con los más necesitados.

Escribió Václav Havel, el gran luchador por la paz y la convivencia, que «solo con una vida mejor se puede construir un sistema mejor». O sea, que vivir es convivir, procurar que los demás tengan una vida mejor: darse.

Iván López Casanova, Cirujano General.

Escritor: Pensadoras del siglo XX y El sillón de pensar.

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