Salvador
García Llanos
Ha
sido la Confederación Estatal de Asociaciones de Vecinos (CEAV) la que ha denunciado
esta misma semana el retraso en la expedición o renovación del Documento
Nacional de Identidad (DNI) en las oficinas o dependencias de la Dirección
General de la Policía. Una demora media de treinta y siete días en toda España,
que llega a ser de sesenta y tres en el caso del Puerto de la Cruz. “Un retraso
intolerable”, subraya la CEAV.
La
denuncia va acompañada de la solicitud de una reunión urgente con los
responsables de la Dirección General de la Policía a quienes plantearán la necesidad
de convocar una comisión de seguimiento para conocer las medidas, los pasos y
los plazos previstos para revisar esta situación.
La
demora, según la CEAV, obliga a que mucha gente tenga que acudir a otras
localidades y provincias para la resolución de esta tramitación, “lo que supone
un gran trastorno y un gasto adicional”.
Desconocemos
si las asociaciones vecinales portuenses están integradas en la citada Confederación,
pero hay que aprovechar para preguntar qué fue de ellas y si todavía desempeñan
algún papel o alguna actividad. Existió una Federación Portuense de
Asociaciones de Vecinos (FPAV) pero hace mucho tiempo que no se tiene noticia
de una mínima reivindicación o de un elemental comunicado que publicite la
existencia de un problema o de una carencia y la exigencia correspondiente de
una solución.
He
ahí otro ejemplo claro de la pasividad y de la indolencia de los portuenses,
muy insensibles con los problemas comunes o que les son próximos. Se quejan,
eso sí, pero luego son poco o nada activos en el planteamiento y la búsqueda de
alternativas. Y eso que hubo algunas asociaciones destacadas, que sirvieron
hasta de escuela de municipalismo, cuando emergía la etapa democrática y
algunos tenían claro que, sin participación ciudadana, no habría progreso y se
tardaría en madurar.
Las
pocas ganas, el relevo generacional y la aparición -con fácil y poco costosa
accesibilidad- de las redes de ciudadanía han desembocado en la carencia de un
nuevo modelo de funcionamiento de las entidades vecinales, de ahí que su papel
se haya diluido. Faltan imaginación y líderes, desde luego. Son escasas las
personas capaces de desvivirse por los demás y trabajar desinteresadamente.
Todo
eso contribuye a la desvertebración social, acentúa la indolencia de la que
hablamos. El fenómeno no es exclusivo del Puerto de la Cruz y su extensión
acentúa la preocupación por una sociedad que tarda en reaccionar, sea cual sea
la naturaleza o la dimensión de un problema que la afecte, por ejemplo, el de
las cianobacterias, el de los vertidos, el de la falta de limpieza o
mantenimiento en algunos núcleos, el del progresivo deterioro de los espacios
públicos.
Los
vecinos dirán que las instituciones y las administraciones públicas no les
tienen en cuenta. Que no se les consulta sino cuando el gobierno de turno
quiere aparentar o cuando ya los hechos de una actuación se han consumado. Y es
probable que no les falte razón. Pero eso no significa que se resignen y dejen
pasar, que resuelvan otros, los que cobran y frases por el estilo. Con voluntad
y un poco de imaginación se puede hacer cosas. Es positivo que existan
organizaciones capaces de aglutinar afanes colectivos y de canalizar
reivindicaciones que sean de interés general.
Ahora
se produce lo contrario y seguro que muchos se han acordado de que existen
asociaciones vecinales por esta denuncia de la CEAV (unas tres mil y una base
social superior al millón doscientas mil personas) que ojalá surta efectos
positivos. Que la misma no haya tenido directamente una paternidad portuense, es
un buen ejemplo.
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