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sábado, 5 de diciembre de 2015

PALABRAS DESNUDAS



José Sebastián silvente  

He vivido decenas de historias, he sufrido decenas de heridas en el alma y siempre espero una nueva, así es la vida; así es mi vida.

Decenas de veces sueño, con los ojos perdidos en la nada, en la inmensidad de los océanos, en los desiertos…son la calma que necesito, como el oxígeno,  para mi mente. Me imagino en la proa de una barca, cara al viento, navegando  sin rumbo, abrazado al silencio, y me conforta estar solo, olvidándome de todo, antes de retomar lo nuestro;  ¡¡ese infausto desatino!!

Cada día igual a otro, frío como el hielo de un invierno que no esperábamos,  que no habíamos programado, y no me resigno a soportar, después de tanto tiempo juntos consumiéndonos, en los momentos que nos dimos en un total desencuentro, en una soledad compartida, en un hastío sin fin; en una condena: dos seres sin destino, bebiendo la misma hiel amarga.

¿Se nos durmieron las sonrisas, se nos murieron los te quiero, o… tal vez fue que no existieron nunca, porque nuestros labios se secaron como  tierra sin riego, igual que nuestros cuerpos, por falta de caricias, de abrazos y de besos?

¿Sabes?  yo te amé  con la complicidad de mis palabras desnudas, sobre inmaculadas sábanas, dispuestas como lienzos, para plasmar en ellas la húmeda huella de dos flujos en sucesión de encuentros consentidos…. sin éxito. Y a  pesar de tus gélidos suspiros, tus caricias calcinadas, a pesar del reflejo muerto en el espejo y mi ahogada súplica por algo de expresión en tus ojos, que nunca se posaron en los míos, y de un solo beso tuyo, que nunca conseguí, a pesar de esperar en vano una palabra amable de tus labios, que no llegué a escuchar, un amago de suspiro que enmadejara tu aliento con mi aliento y alguna frecuencia de latidos de ese corazón, que no fue nunca mío, yo pincelaba mi imaginación y la enmarcaba en una historia bella engañándome a mí mismo, para sobrevivir al vacío de nuestro lecho.

Y así, entre sueños cercenados, entre sollozos y puños apretados yo te amé;  te amé a pesar de mí, a pesar de ti… de nosotros; a pesar de la cárcel que los dos nos impusimos y la famélica vivencia de mis ojos, mi piel y mis oídos.

Busco en algún rincón de mi memoria alguna mueca tuya sin encontrar una expresión que te evoque, ni aun en mi retina, y ante la imposibilidad de tenerte en mi recuerdo, descubro la evidencia de mi propia inexistencia.

Mis poemas mueren antes de haber nacido, porque… ¿cómo puedo escribir versos, si todos delatarían tu ausencia? Intentar describirte sería describir la nada y nada, es nada que suponga una palabra tuya, un gesto, una mirada aunque fuera en un momento de inconsciencia que pudiera redimir la virginidad de mis sentidos y conferirles  un motivo para escribir sólo unas letras.


Ahora, cuando mis labios callan cobijando palabras desnudas en lo más profundo de mi ser, hago un esfuerzo y viajo al confín de tu existencia y mi existencia con el afán de aceptar la muerte de esta historia nuestra, porque más triste que su muerte, sería su no existencia y porque acaso pueda encontrar un leve atisbo que dé sentido a esa existencia, y desde esa existencia……  asumir, al fin,  su muerte.

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