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sábado, 12 de diciembre de 2015

BREVE APROXIMACIÓN A LA VULGARIDAD


Víctor Yanes García

El periodismo vulgarizado. Desconozco si la expresión es inadecuada, inoportuna o no se ajusta a parámetros reales. No soy un ser pasional, que pierde los papeles y se pone a vociferar, ante las imágenes desagradables y estéticamente sucias que la realidad cotidiana nos ofrece. El periodismo cuenta o contaba, ¿relataba? tampoco sé si la palabra “relataba” es la más precisa y, en consecuencia, tiene algo que ver con lo que el periodismo, desde una perspectiva de “calidad comunicativa real”, sería positivo que fuera. No lo sé. Tampoco están claros, o tal vez sí, los límites de lo admisible, ya no desde una concepción de base moral rígida, sino desde el cuestionamiento de la utilidad misma de la gratuidad de las imágenes que los medios editan, difunden, emiten.

El exceso de imagen paraliza e impide el desarrollo de reflexiones por parte del espectador o público que asiste y es testigo de los acontecimientos mundiales o locales, de los eventos de calado, de lo que sucede, a fin de cuentas, a diario. La televisión retransmite, en una tira de secuencias seleccionadas, el mundo, el mundo terrible en el que estamos y ofrece, en ocasiones, todo aquello que no dudaríamos en apartar de nuestra vista.

El poder de las imágenes es tan apabullante, que inmoviliza y convierte en pasivos, a veces, a los sujetos que observan dichas imágenes. Alguna vez he oído esa frase hecha que dice que los medios de comunicación crean estados de opinión, y no estaría de más considerar que esa afirmación resulta un tanto obsoleta a estas alturas. No creo que los medios de comunicación fabriquen estados de opinión, para crear tales estados hay que inducir al espectador a una reflexión, y la información basada en el impacto de la imagen, tremendamente cargada de emocionalidad primitiva, nos lleva a sentir emociones muy básicas, como pueden ser el asco, la ira, el miedo, el rechazo visceral y primario, inhibiéndose la posibilidad de tomar distancia y elaborar algún tipo de pensamiento o análisis sobre lo que estamos viendo.


Recuerdo ahora, por poner un ejemplo reciente, la imagen sobrecogedora y brutal del niño sirio ahogado en la orilla. Esa trágica imagen congelada nos mueve sentimientos muy elementales y a la vez profundos. El bebé refugiado que muere ahogado es una imagen tan espantosa, que el espectador parece quedar en estado de shock, en un bloqueo del raciocinio que le impide, tal vez, pensar en los orígenes reales de una situación tan dura y dramática.

No estoy censurando, en modo alguno, la publicación de dicha imagen, lo que planteo es, hasta qué punto los medios de comunicación son conscientes del impacto emocional que van a provocar en la sociedad y, si ese impacto, va a traer algún tipo de beneficio para la comunidad, si va a fomentar sentimientos sólidos de humanidad y solidaridad o simplemente se emite para ganar espectadores, es decir, consumidores.

La monstruosidad del conflicto sirio, no creo que sea conocida por la inmensa mayoría de los ciudadanos europeos. Otros ejemplos que podríamos señalar, en la línea del argumento que aquí trato de exponer, es la significativa proliferación, en la pequeña pantalla, de la crudeza que nos ofrece la crónica negra. Hace unas semanas, un canal de televisión hizo pública la fotografía de una anciana que había fallecido desnutrida en su casa, (pesaba 25 kg en el momento de su fallecimiento), debido al presunto abandono al que le sometieron sus propios hijos o la identidades reveladas, con fotos incluidas, del conductor suicida y su víctima, en la aparatosa colisión de hace unas semanas en la autopista del sur de Tenerife. Material gráfico explícito, directo, que mueve casi el sedimento más subterráneo de las emociones. El espectador, pasa a ser un sujeto quieto e indolente, que se convierte en un mero consumidor.

Realidad, en mi opinión, casi incuestionable. El papel de los grupos mediáticos en la configuración del comportamiento de los consumidores televidentes. Quizá, se ha desmembrado el oficio del periodismo o tal vez no tengamos necesidad de ser tan apocalípticos. Las cadenas de televisión pertenecen a grupos de comunicación que se han convertido, de alguna manera, en fábricas industriales de imágenes para el consumo, en la búsqueda del mayor rendimiento de sus resultados de audiencia.

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