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viernes, 30 de septiembre de 2022

“VERDADERO” AUTODIDACTA

Lorenzo de Ara

Hace nada un amigo me escribe un menaje animándome a volver. O sea, que vuelva a los medios de comunicación.

Ayer, en un centro escolar donde estudio para obtener un título oficial, los maestros (¿se llaman así?) me dicen que soy un “verdadero” autodidacta. También ayer, una joven villera, inteligente y con ganas de comerse el mundo, me cuenta su vida y concluyo que no merece ese calvario. En el recreo (me alegra saber que disfruto de recreo a mis 60 años) pienso en lo dicho por la joven y en el repetitivo mensaje de los maestros. “Usted es un “verdadero” autodidacta.” Me convalidan dos asignaturas gracias a unos cursos sociales que terminé satisfactoriamente. En año y medio de desempleo llevamos trece y con ganas de seguir acudiendo a las aulas. Me gusta aprobar los exámenes y luego en el despacho hablar conmigo mismo y convencerme de que todo esto merece la pena.

Hasta tú mereces la pena.

Pero las cosas negativas tienden a clavar sus garras en mi memoria. Así, en la asignatura de lengua, mientras los estudiantes leían un texto en voz alta y yo aguardaba mi turno, la depresión y las ganas de salir corriendo de lugar hicieron acto de presencia con las armaduras para emprender la batalla.

Esas personas leían lentamente, con suma torpeza, con esfuerzo ímprobo, repitiendo palabras, sin tener en cuenta los signos de puntación. Robóticamente.

Al llegar mi turno y dejando atrás los dos párrafos que me correspondían, una joven pizpireta se vuelve y con la naturalidad propia de la persona que está libre de ataduras y de remilgos sociales, pregunta si soy godo. ¿Godo? Que leo muy raro y que, por supuesto, hablo raro también. Pido perdón, aclaro que no soy godo y que mi defecto está en vocalizar. Entonces la joven expresa el “aaaah” que viene a sustituir el “ya decía yo”, y todos, incluida la maestra, nos echamos unas risas. 

A eso de las once y media de la noche abrazo a Orwell y sigo con mi apasionante viaje por los cuatro libros que de este autor tengo en mi poder: “1984” (El que más me gusta.) “Rebelión en la granja.” “Homenaje a Cataluña” y “La hija del clérigo”. Releer es una delicia. Lo hago a menudo. Y me complace leer en voz alta algunos capítulos que marqué en su día.

Con “Memorias de Adriano” sucede que siempre hay alguien en casa que llama y abre la puerta y pide que lea más bajo. También con Lorca. De los  autores rusos que están por aquí y por allá prefiero no decir nada.

Un poco más bajo, Lorenzo, que estamos viendo algo en Tele 5.

El autodidacta en realidad es un ser incomprendido y, al mismo tiempo, un déspota. No encaja en ningún sitio. En mi caso, si soy un “verdadero” autodidacta, a ello he de sumar la misantropía absolutista que corre por mis venas. Siendo pues la realidad tal cual, se entiende, yo por lo menos así lo entiendo, que el fracaso profesional y social se muestre con robusta desnudez.

P.D. Un orientador laboral muy majo me pide que en el currículo, en el apartado de formación complementaria, incluya también el curso de alemán. “Porque todo cuenta”, tercia.

Ni que decir tiene hago caso. El alemán ENGORDA ya un currículo que, de mí, del “verdadero” autodidacta, dice bien poco. Nada.

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