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viernes, 9 de septiembre de 2022

MIS RECUERDOS OLÍMPICOS

Isidoro Sánchez García

Una de las primeras veces que viajé a la Alemania Federal fue en septiembre de 1972, hace 50 años, para gestionar con un amigo empresario del Puerto de la Cruz la finalización de uno de los hoteles que se construyeron en la época. Coincidía con la celebración de la Olimpíada de Munich y de manera particular con nuestro viaje a Stuttgart. Nunca se me olvidará cuando estábamos tomándonos unas cervezas en la barra de un bar alemán y vemos en la televisión las imágenes de los hechos sucedidos en la Villa olímpica cuando un comando de terroristas palestinos asaltó la misma y mataron a once jóvenes deportistas olímpicos israelíes que dormían en los apartamentos que le correspondían. Luego nos enteramos que en aquel Septiembre Negro también querían tomar cuantos rehenes fuesen posible y pedir a cambio la liberación de presos palestinos en Israel, y de dos miembros de la banda terrorista alemana, entre ellos Ulrike Meinhoff. El ataque formaba parte de una operación terrorista a la que le dieron el nombre de dos aldeas palestinas arrasadas en 1948 por los israelíes cuando crearon su Estado. Palestina entonces no era nada y no podía participar en los Juegos Olímpicos hasta que el Comité Olímpico Internacional se lo reconoció en 1996 cuando la Olimpiada de Atlanta, en los Estados Unidos. Fue otro de los momentos de mis recuerdos de los Juegos Olímpicos por cuanto era presidente del Club de Natación Martiánez del Puerto de la Cruz y nuestro equipo de waterpolo disfrutaba de la División de Honor en la liga española y teníamos mucho interés en fichar al jugador cubano, Iván Pérez. Era un waterpolista extraordinario muy solicitado por los equipos catalanes pero el gobierno cubano de turno no lo autorizaba. Lo arrestaron prohibiéndole participar con el equipo cubano en la Olimpiada de Atlanta. Una vez terminada lo ficharon en Cataluña y la Federación española le consiguió su nacionalidad española en 24 horas.

El otro recuerdo olímpico se corresponde con el final de la Olimpiada de 1976 en Montreal, Canadá, y se debe a mi participación en el Seminario de Parques Nacionales organizado en Michigan. Perdí el avión que tenía que llevarme de Madrid a Nueva York para seguir a Niagara y Calgary, ya en Canadá, pero la solución que nos dio Iberia fue llevarnos directamente a Montreal para recoger a los olímpicos españoles que habían terminado los Juegos ese día, el 1 de agosto. Viajamos en un DC-10 solo cuatro personas, ya que se trataba de un avión contratado por el Comité Olímpico español y llegué a tiempo de conectar con Air Canadá aunque perdí la maleta

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