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miércoles, 21 de septiembre de 2022

ARTE

Evaristo Fuentes Melián

“Películas de Arte y Desmayo”. Los pelos de punt

    Por uno u otro motivo hay argumentos de películas famosas que, con algunas secuencias terribles, te ponen los pelos de punta.

   Voy a contar detalles de dos de esas películas, que pueden considerarse de “Arte Y Ensayo”, que los asiduos aficionados a este tipo de pelis raras, llamaban a veces “De Arte y Desmayo”, tal era el tedioso rollo que te hacían tragar en ocasiones como película especial para cinéfilos.

   Son dos pelis con argumentos distintos, en una de ellas el tema es escalofriante, de poner los pelos de punta, con un rizar el rizo cual avioneta acrobática en pleno vuelo. 

    Mencionaré estas dos películas para completar mi pensamiento. Hay una tan singular como famosa, que es la titulada “Fellini, ocho y medio (8y1/2)” (1963). Es una película italiana bajo la dirección de Federico Fellini, director de fama entre cinéfilos de alta calidad. Marcelo Mastroianni lo borda como actor principal de una cadena de planos y secuencias de excelente psicodélica factura.  

   La otra película que quiero mencionar es, ni más ni menos, la extraordinaria “El Verdugo”, de Luis Garcia Berlanga, también del año 1963. Y me voy a fijar en un actor secundario que trabaja en ambos filmes, llamado Guido Alberti.

    Este actor italiano hace un papel de poca monta en ‘Fellini ocho y medio’, pero en ‘El verdugo’, también en un papel secundario, tiene una actuación corta pero espeluznante. Es cuando llevan caminando pesarosamente al reo de muerte junto al verdugo (que interpreta el inconmensurable actor Nino Manfredi) hacia la habitación descolorida donde se halla el instrumento de matar, en este caso el garrote vil.  

    Entonces, un grupo de funcionarios de La Justicia se arremolina alrededor del verdugo, para obligarlo a cumplir con su deber de ídem, pero que es, por lazos del destino, un fulano timorato que ha conseguido ese ‘trabajo’ sin querer, por la manga siniestra de su suegro, el genial Pepe Isbert, verdugo de profesión a quien le ha llegado la hora de jubilarse.

    En ese momento de la ejecución todos se miran muy nerviosos, pero es uno de ellos, Guido Alberti, el que, para animar el cotarro,  pronuncia una frase que puede pasar, como escalofriante y siniestra, a la historia de las frases en películas de terror verdadero. 

 Dice Guido Alberti: 

“Vamos, vamos, ¡que el reo no puede esperar!

AquÍ me quedo, pues me parece que sobran más comentarios. 

Espectador

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