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sábado, 17 de septiembre de 2022

MIS JEFES PARA ENMARCAR

Lorenzo de Ara

Tuve un jefe. Cuando se aburría silbaba el Cara al Sol con excelente entonación. Silbaba y trabajaba. Era capaz de hacer más cosas a la vez. Todas muy propias de personas que son ambiciosas. Cuando el aburrimiento se convertía en un suplicio, entonces se ponía en pie, buscaba aire en la terraza y, ya en el sitio, cantaba el Cara al Sol con voz de barítono venido a menos. Poco a poco recuperaba fuerzas. Se sabía la letra de la cancioncilla de principio a fin. ¡La bailaba!

Militaba, influía y, algo mandaba en la izquierda, me dijeron por aquellos años. Yo nunca he sabido nada de política, así que si mentían nunca lo sabré. Lo que sí sé es que esa canción junto al “Explota” de la Carrà estaba en la boca de mi jefe de aquellos años.

Vive todavía, a Dios gracias. El jefe, digo.

Hace como un mes lo vi a lo lejos y me alegré de ver que tenía buena salud.

Tuve otro jefe que era como el alcalde en la sombra de una ciudad. Movía dinero y movía la lengua como Burt Lancaster en “la rosa tatuada”. Era poderoso y al mismo tiempo un flan caducado. Era un enano grotesco y a la vez un Fred Astaire de cosas que al principio iban de puta madre pero luego, cuando venían mal dadas, se retorcían y terminaban siendo como los parajes de “La posada de Jamaica”. Nos llevábamos mal. Muy mal. Él pensaba de mí que soy un mediocre. Y tenía razón. Yo pensé siempre de él que es un cobarde. Y lo sigo pensando.

Hace como una semana lo vi a lo lejos y me alegré de ver que tenía buena salud.

Tuve otro jefe. Chiripitifláutico. Un picha brava acomplejado y usando pañales. Todo el día meándose y cagándose encima. Un boy que de boss tenía lo que yo de portuense. O sea, nada. Hablaba como un gorila de segundo rango, temiendo la llegada o la llamada del espalda plateada que desde lejos le marcaba el ritmo laboral y vital.

No lo veo hace tiempo, pero me contó un extraño que estaba bien de salud y me alegré.

Todos mis jefes han sido mejores que yo. Son mejores que yo en todo. Mejores personas también.

Jamás he tenido una jefa. Y quisiera terminar mi paso por este mundo volviendo al trabajo y teniendo a una mujer dando órdenes. Sé que serían los mejores años de vida laboral. Los últimos. Y luego la incineración.

Hace un par de meses unos operarios quitaban la maleza de unos caminos y una mujer también hacía lo mismo que ellos, pero ella estaba al mando. Aquello funcionaba a las mil maravillas.

Tengo ganas de que me mande una Mary Yellan. Y por primera vez en esta vida sentirme útil y no estar bajo las órdenes de silbadores, cantores, hombres de barro, teletubbies.

Pero pasa el tiempo y las esperanzas se agotan.

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