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miércoles, 20 de julio de 2022

LA NATURALEZA, LOS PERIÓDICOS, LOS LIBROS Y LOS DIARIOS

Isidoro Sánchez García

Presidente de la Fundación para el Desarrollo de la Universidad de La Laguna y miembro de diversas organizaciones, como el Centro Atlántico de Pensamiento Estratégico o el Foro Canario de Desarrollo Sostenible.

La naturaleza, los periódicos, los libros y los diarios

Algo sucede cuando vamos al campo, como bien dijo la profesora inglesa de Literatura, Samantha Alton, en el periódico El País editado en fecha domingo 6 de junio pasado. Es algo que no se puede comprar ni vender y a lo mejor solo estamos atravesando

1. Periódicos. Algo sucede cuando vamos al campo, como bien dijo la profesora inglesa de Literatura, Samantha Alton, en el periódico El País editado en fecha domingo 6 de junio pasado. Es algo que no se puede comprar ni vender y a lo mejor solo estamos atravesando un bosque. La frase es un extracto de su libro ‘Todos necesitamos la belleza’. Se lo ratificó el biólogo americano E.O. Wilson, quien había analizado este efecto que denominó ‘biofilia’: nuestro amor por la vida. Eso es lo que practicaba hace años con dos de mis hermanos, más jóvenes que yo, Francisco y Dardi, en las mañanas de los sábados primaverales cuando caminábamos la pista de las Siete Cañadas en el recinto del Parque Nacional del Teide, entre el Portillo y el Parador de Turismo. Lamentablemente mis hermanos fallecieron años más tarde a pesar de sus ejercicios de resiliencias semanales. Para nosotros como para otros muchos villeros, las cañadas del Teide eran lugares admirados por las familias locales particularmente las del valle de Taoro, ya fueran de la Villa como del Puerto o de los Realejos. Arriba nos reuníamos para disfrutar de la naturaleza en toda su dimensión sin olvidar lo saludable de coger sol como lo hicieron en su época ancestral los aborígenes guanches cuando subían sus ganados por el camino de Chasna y cruzaban las cañadas y las laderas que hoy conforman el actual parque nacional del Teide que desde 1917 fue propuesto por un concejal de la corporación orotavense, don Juan Acosta, a la administración forestal del estado español como un excelente espacio natural a proteger.

Para nosotros como para otros muchos villeros, las cañadas del Teide eran lugares admirados por las familias locales particularmente las del valle de Taoro, ya fueran de la Villa como del Puerto o de los Realejos.

Por entonces el hombre ya no le tenía miedo a la naturaleza sino que la respetaba e incluso le gustaba dominarla en algunas ocasiones. Por ello no es difícil evocar la figura de un personaje del siglo XIX, Ernest Haeckel, que acuñó en este territorio de alta montaña canaria el término ecología, y acudir a otro libro como ‘Ecotopía’, obra del joven profesor catalán de Historia del Arte y licenciado en Geografía e Historia, Alexis Racionero. Es un documento sobre la ecosofía, suma de ecología y filosofía, donde promulga un respeto casi divino por la naturaleza, por los ecosistemas naturales suma de biotopos, espacios físicos, y de biocenosis, diversidad de plantas y animales. Un mundo de entornos naturales armónicos donde los seres humanos vayan de la mano de la naturaleza. Y por ello no debe extrañarnos que el experto catalán apueste por una división del planeta en territorios, que llama biorregiones, donde la naturaleza no conozca de límites políticos.

2. Libros. Empezando el siglo XXI, mi hermano Nany, economista rural de profesión, que aún vive, me recomendó en estas dos últimas décadas la lectura de algunos libros entre los que destaco: ‘La magia de los sentidos’, de David Abram; ‘El elogio del caminar’ de David Le Breton; ‘La conservación cultural de la naturaleza’, del amigo Jaime Izquierdo; ‘Sensibilidad e Inteligencia’ de la pareja italiana Stefano Mancuso y Alessandra Viola, y ‘El bosque es nuestra casa’ de las colegas Sara Fernández y Sonia Roig, ingenieras de montes. Y por supuesto ‘El nogal de Gael’, un enamorado de la finca Mamio, de su abuelo Nany, a cota de mil metros, donde a veces disfruta de la puesta de sol sobre el valle de Taoro. Por mi parte separé ‘El amor loco’ del surrealista francés André Breton por culpa de su maravilloso capítulo V que hace referencia a los dos municipios del Valle, La Orotava y Puerto de la Cruz, desde el mar hasta la cumbre. Todos estos libros estaban relacionados con encuentros con la naturaleza.

Por mi parte separé ‘El amor loco’ del surrealista francés André Breton por culpa de su maravilloso capítulo V que hace referencia a los dos municipios del Valle, La Orotava y Puerto de la Cruz, desde el mar hasta la cumbre.

3. Diarios. Incorporé en mi relato dos diarios que escribieron dos personajes mayores en mi época juvenil: don Luis Ceballos, ingeniero de montes y profesor de Botánica en la ETSIMO de Madrid, y don Eric Sventenius, colaborador botánico del Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas (INIA). De don Luis entresaqué el diario de viajes de un botánico en la isla de El Hierro en abril de 1947 cuando comenzó a conocer el mundo forestal de las islas Canarias junto con su joven colega, el ingeniero de montes Francisco Ortuño, quienes en 1951 redactaron el libro ‘Vegetación y Flora Forestal de las Canarias occidentales’ para el Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias del Ministerio de Agricultura. En particular contando la visita a la isla de El Hierro, la del meridiano cero de Ptolomeo en Orchilla. Conocieron de arriba abajo todos los pisos de vegetación de la isla donde les llamó la atención el pinar canario y el sabinar de la Dehesa, así como el Crés y la zona donde creció el Garoé en el actual paisaje de Ventejís. Tanto don Luis como Francisco Ortuño me honraron posteriormente con su amistad cuando estudié ingeniero de montes. 

A Eric Sventenius lo conocí en la Peña Baeza del Puerto de la Cruz y en el JAO con don Juan Bolinaga y el amigo Carlos. Más tarde en La Gomera por un informe que redactó como contestación a la encuesta interesada por el presidente del Cabildo gomero en 1969 sobre el estado de los montes de entonces. Sirvió de informe previo cuando iniciamos en 1974 el expediente de la declaración de Garajonay como Parque Nacional, junto con el recordado ingeniero, jefe, amigo y colega, José Miguel González.

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