Teresa del Bosq
Está entrando el otoño
con su bocanada de ceniza
enredada las aspas del reloj
y me dices que
cuando fueron verdes y traviesos
nuestros tallos
tú callaste el grito del pecho
amando mi sonrisa desparramada
en el baile de los pétalos
y que cargaste tus fusiles de amor hasta el exilio
Allá donde solo se congelaron
los sueños de aquella primavera
amenazada por el dedo en el ojo del cañón
Los calendarios nos quemaron
lunas agridulces en el cuerpo
que hoy se mira lesionado
y se habla en el reflejo del teléfono
sin alma, sin brazos, sin instante
porque ya no queda más tarde
en la pupila
mirando por el desteñido
retrovisor de las nostalgias
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