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sábado, 14 de abril de 2018

MENTIR CONVINCENTEMENTE


Lorenzo de Ara

Leí lo siguiente no sé a quién: “Miente muy convincentemente”. Pues en el Puerto de la Cruz, más de un concejal lo hace; mentir, digo. Convincentemente.

“A veces…la calumnia, el rumor, la mentira son más divertidas que las verdades y se las creen los ciudadanos”, sentencia Raúl del Pozo. Y añade el periodista y escritor: “El amarillismo es tan viejo como la propia escritura cuneiforme”. Dicho en cristiano, (por si algún indolente no se entera), que lo retorcido, lo encochinado y lo ruin, siempre han estado ahí. Ante nuestros ojos. Pero resulta que muchas veces no lo hemos querido ver. Ni oler.

Pero no todo está perdido. Afortunadamente existe la esperanza. ¿Por qué? Verán ustedes, de repente un joven político portuense, Emilio Fariña, en Gente Radio, en la tertulia “Hablemos del Puerto de la Cruz, opina lo siguiente con absoluta libertad. “Uno cree en la política en mayúscula. Ahora bien, no olvidando que uno se debe al conjunto de ciudadanos que le votan y a los que no por supuesto que también, y hoy en día más que a los militantes, porque las relaciones hoy por hoy de los partidos políticos para con los militantes ya no son tan sociológicas como lo eran antes. Ahora son más clientelares. Los partidos políticos para regenerarse tienen que generar otro tipo de relaciones más abiertas con la ciudadanía. Hacer posible que la ciudadanía participe. Generar adhesiones más allá del carné. Con la confianza, con el crédito y con la capacidad de gestión”.


Un socialista portuense, no su jefe, no un representante anquilosado y endiosado de la denominada vieja guardia de ese partido en el Puerto de la Cruz, manifiesta algo que toda persona que milite en un partido político debería tener muy presente. Me siento orgulloso de conocer a Emilio Fariña. Recuerdo que Salvador Sostres escribió en mi ABC: “La mayor ignorancia es no saber lo que nos destruye”. Emilio sí lo sabe. Y es joven.

En el Puerto de la Cruz hay algo que se ha vendido como una máxima incontrovertible. “La autocrítica es una especie muy rara de ver”, Fernando Savater.

Los malos políticos en nuestra ciudad (porque los hay) pretenden inculcar que la imperfección siempre está en la casa del enemigo, sin olvidar que el enemigo no es el adversario ideológico, sino el compañero que comparte con ellos el mismo proyecto, el mismo suelo, conviviendo ambos bajo el mismo techo.

El filósofo Savater también recuerda en su libro “Ética de urgencia”:” Las políticas, como cualquier relación social, establece un juego entre la verdad, la mentira, las veracidades y la falsedad. Hay políticos que dicen más verdades que otros, partidos que mienten más, y otros que menos, pero el juego nunca es completamente limpio”.

Podemos estar toda la fía escuchando el soliloquio de un concejal atrincherado (vale también para cualquier concejala), el blablablá de un grupo de vecinos agrupados en un banco público. Todos con su opinión. Y lo más terrible, todos con su verdad.


Fue Winston Churchill el que dijo en la Casa de los Comunes: “"De hecho, se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando".

En el municipalismo hay políticos que, pasados los años, han terminado convirtiéndose en una rémora. Son jóvenes, pero viejos al mismo tiempo. Arrastran demasiadas cadenas. No son creíbles.

Valores nuevos del municipalismo portuense llaman a la puerta. Muchos serán aplastados, quemados, caerán en el aburrimiento y terminarán por abandonar.


Un joven político llamado Lope Afonso supo llegar. Cuando casi nadie creía en él, puedo alegrarme porque yo sí lo hice. Aposté por él, a pesar de los aburridos y viejos dinosaurios que ambicionaban que todo siguiera igual.

El PSOE del Puerto de la Cruz tiene en Emilio Fariña un valor en alza. Ojalá que los mediocres no se consoliden para siempre.

Y Coalición Canaria es el partido que no debe olvidar, sobre todo sus líderes naturales, lo que en su día también dijo el político inglés arriba mencionado: "La democracia es la necesidad de doblegarse, de vez en cuando, a las opiniones de los demás".

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