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sábado, 7 de abril de 2018

¿POR QUÉ AHORA ADEMÁS DEL SIDA TAMBIÉN EL CÁNCER?


Agustín Armas Hernández


 Nosotros, los hombres, y también las mujeres, siempre y a través de los tiempos hemos tenido anunciadores de acontecimientos, tanto si son agradables como desagradables; los agradables (que suelen ser muy pocos) los acogemos más o menos con aceptación y hasta con agrado. Pero lo que la mayoría no acepta, son aquellos catastróficos o desagradables, anunciados ya hace muchos años y no tantos, por profetas, videntes, futurólogos, astrólogos, etc. A estos anunciadores o profetas  (que con dolor de su alma tienen   que anunciar estas correcciones divinas) se les trata inmediatamente de fanáticos, locos e incluso anormales, prefiriendo ignorarlos, pues son los motivadores del despertar de conciencias dormidas y sin escrúpulos, prefiriendo la diversión, bailes, fútbol; boxeo, bingos, banquetes y negocios con sustanciales beneficios, etc.

Sin embargo, los que en este planeta Tierra habitamos solemos (no de ahora, sino siempre, mejor dicho, más ahora que antes cuando había más fe) hacernos una serie de preguntas: ¿por qué si hay un Dios todopoderoso, bueno y justo, permite ciertos acontecimientos? tales como: (ya no las guerras que hacemos los hombres donde perecen muchas personas incluyendo niños y ancianos) sino el hambre, epidemias, sequías, terremotos, lluvias, torrenciales y accidentes tales como: ferroviarios, aviación, etc. muriendo niños inocentes, algunas respuestas como vemos las tenemos clarísimas, ocasionados por el hombre, las guerras y algunos ocasionados por fallos humanos.


Pero como vemos la pregunta clave es ¿por qué los niños inocentes? naturalmente a los que estas preguntas suelen hacer, yo les aconsejaría que leyeran la biblia o sagradas escrituras con mucha paciencia sobre todo cuando no se tiene fe, pues si la leyéramos sin esa fe y paciencia, diríamos como San Agustín «esto es paja» pero cuando el citado santo pensó y leyó pacientemente, expresionó: ¡esto es la verdad de la vida!

 El Altísimo no hace excepciones, siembra y recoge, luego aparta la cizaña del trigo.



Posdata: leamos lo que nos dice San Paulo en su primera carta a los Corintios.


¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!

"Hermanos: el hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero si lo hago a pesar mío es que me han encargado este oficio. Entonces,  ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación de esta Buena Noticia. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo  para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por Evangelio, para participar yo también de sus bienes.”

 Palabra de Dios.

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